adecuadamente por su diligencia.
—Tiene una hija joven, y abriga ambiciones para ella —dijo la sacerdotisa de mediana edad; la expresion de su rostro daba a entender su opinion de que la delacion habia sido mas una cuestion de interes que de deber, pero Uluye se limito a encogerse de hombros. —La Dama Ancestral decidira lo que es apropiado —repuso; luego volvio a mirar a los prisioneros—. Ahora, en ?cuanto a
Como si la violenta intensidad de la mirada de Uluye ? hubiera atravesado su privada afliccion, Yima dejo subitamente de balancearse. Aparto las manos del rostro y, muy despacio, levanto la cabeza, mostrando unos ojos enrojecidos y unas mejillas surcadas de lagrimas. —Madre... —Habia una angustiosa suplica en la voz, y la segunda silaba se quebro en un sollozo.
—?Silencio! —grito Uluye, rabiosa—. ?Ya no eres digna de dirigirme la palabra!
Yima empezo a incorporarse, vacilante.
—Pero, madre, por favor, si tan solo me...
—?He dicho
El brazo de Uluye se balanceo y descendio con tanta rapidez que la muchacha no pudo esquivar el golpe, y volvio a caer sobre la arena, donde permanecio sollozando con amargura. Uluye la contemplo con una mirada enfurecida, casi demente.
—?No tengo ninguna hija! —exclamo, apretando los dientes con fuerza. Las venas y musculos del cuello se le con trajeron con violencia—. ?La blasfema criatura traicionera que tengo ante mi no es hija mia!
Se dio la vuelta bruscamente, y las sacerdotisas mas proximas a ella dieron un paso atras ante la expresion pinta da en su rostro.
—Llevadlos a la ciudadela y ponedles vigilancia —espito—. No les deis ni agua ni comida. Regresare al templo y llevare a cabo las ceremonias pertinentes para que la Dama Ancestral me de a conocer su voluntad. Ella decretara su destino; la han ofendido, y sera ella quien decida que castigo imponer.
Obedeciendo su orden, dos de las sacerdotisas se adelantaron para levantar a Yima, mientras que otras dos se inclinaban para recoger el cuerpo inconsciente de Tiam. Pero, antes de que pudieran hacerse cargo de los dos jovenes, se escucho un repentino borboteo y agitacion en el agua del lago. Las mujeres se irguieron con exclamaciones de asombro. Uluye, que se alejaba ya, giro en redondo, consternada, y todos los presentes pudieron ver el remolino formado cerca del centro del lago. Las aguas se alzaron, centelleando bajo la palida luz matinal. Enormes ondulaciones empezaron a extenderse en circulo, creando olas, y de improviso un bulto surgio de entre el remolino y floto hasta la orilla como vomitado por el lago.
Otras dos sacerdotisas corrieron hacia la orilla del lago, seguidas por muchas otras, pero Uluye permanecio inmovil, contemplando con expresion rigida el objeto que se acercaba. El bulto llego a la orilla y quedo varado, balanceandose con suavidad en los bajios donde la arena descendia para encontrarse con el agua. Una de las mujeres se agacho... y el alarido de horror que surgio de su garganta rasgo violentamente el aire mientras retrocedia, cubriendose el rostro con las manos.
El resto de las mujeres corrio a la orilla en tropel, y el vocerio organizado al ver por si mismas el objeto parecio sacar a Uluye de su paralisis. Alcanzo la orilla del agua en siete largas zancadas, y los gritos y exhortaciones de las mujeres se apagaron cuando ella se abrio paso a codazos para mirar. Con los brazos entrelazados y los cabellos entremezclados, Shalune e Inuss yacian en la arenosa orilla
Una de las mujeres empezo a llorar; pena, dolor y miedo se mezclaban en su voz doliente. Muy despacio, Uluye empezo a retroceder, mientras las demas mujeres se apresuraban a apartarse para dejarle un pasillo. Alguien zarandeo por los hombros a la mujer que lloraba, y los sollozos se convirtieron en violentos hipos. Ningun otro sonido rompia el silencio.
Cuando se encontraba ya a unos cinco pasos de la orilla y de su macabro presente, los ojos de Uluye volvieron subitamente a la realidad.
—Haced sonar los tambores —ordeno con voz mortalmente fria—. Quiero que todos los habitantes de todos los pueblos cercanos esten aqui cuando el sol se alce.
A pesar de su conmocionado estado, la sacerdotisa de rostro severo parecio estupefacta ante la orden. — ?Que piensas hacer, Uluye? —inquirio inquieta. — La Dama Ancestral ha dado a conocer su voluntad —respondio ella sin alterar su terrible expresion—. Ha expulsado a Shalune y a Inuss de su reino y nos las ha devuelto para que se conviertan en
Uluye dio la espalda al lago, y sus siguientes palabras fueron pronunciadas con ritualista formalidad.
—Hay que convocar a la gente para que presencie los ritos adecuados a la ocasion. Empezaremos las ceremonias de purificacion. Haremos ofrendas a la Dama Ancestral, y aplacaremos a los espiritus que la sirven segun las costumbres sagradas. Al ponerse el sol la pecadora Yima y su amante moriran... y convocaremos a aquellos espiritus que no han merecido el favor de la Dama Ancestral para que se lleven sus cuerpos y devoren sus almas, do modo que tambien ellos se conviertan en
Yima se encontraba agachada sobre Tiam, intentando en vano despertarlo, pero, cuando Uluye pronuncio la terrible sentencia, la muchacha se quedo inmovil; luego, despacio, muy despacio, levanto la cabeza y clavo la mirada en la rigida figura de su madre con anonadada incredulidad.
—Madre..., madre, no...
Uluye la miro por encima del hombro, sin decir una palabra.
—No puedes... —Yima empezo a incorporarse; temblaba violentamente, y la consternacion habia dejado su rostro blanco como el papel—. Madre..., madre,
—Haced callar a esa muchacha —repuso Uluye con indiferencia—, y, si no quiere callar, cortadle la lengua. No tengo nada mas que decir. La senora me ha comunicado sus ordenes, y se hara justicia en su nombre. —Agito una mano en direccion al zigurat con gesto autoritario—. Haced sonar los tambores e iniciad los preparativos.
—?No! —grito Yima—. ?Madre, no, no!
Pero Uluye cruzaba ya a grandes zancadas la plaza en direccion a la escalera.
Las mujeres la siguieron con la mirada, algunas con expresion entristecida, algunas con admiracion, pero todas ellas asombradas por la implacable naturaleza de su lider.
Solo
CAPITULO 17
El tiempo parecia no existir en el reino de los muertos. Puede que llevaran una hora navegando, o un dia o un ano, sin que nada indicara el transcurrir del viaje a excepcion del tranquilo ritmo de la espadilla y el suave golpear de agua bajo la quilla del bote. La oscuridad las envolvia , como un manto de terciopelo negro, desdibujando las imagenes y amortiguando los sonidos. Un diminuto fuego de san Telmo, no mas brillante que el apagado destello azul verdoso de una luciernaga, ardia en la proa pero apenas si iluminaba; en una ocasion en que Indigo alzo una mano para mirarsela, esta aparecio gris e insustancial, como la mano de un fantasma.
Ninguna de las dos habia hablado desde el inicio del viaje. El bote navego por el lago hasta que el leve destello de la piedra advirtio a Indigo que se acercaban a la otra orilla, y frente a ellas, apenas visible, aparecio la boca de un tunel, abierta como las fauces de una bestia ciega. Al deslizarse bajo la arcada, el timbre del sonido del golpe del remo contra el agua vario de forma sutil y adquirio una resonancia hueca, y ahora, aunque percibia su presencia, Indigo apenas podia vislumbrar las interminables paredes que se deslizaban ante ellas en la oscuridad.