manos crispadas, ni sus esqueletos retorcidos y entremezclados fueron suficientes para impedir que su estupefacta mira da se clavara en lo que se encontraba en el centro del resplandor.

La luz brotaba de un nicho en la pared. El nicho tenia forma de arco, y era lo bastante grande para acomodar, si no a un hombre, al menos a una criatura. A medida que el bote se acercaba de forma inexorable, Indigo vio que realmente habia una criatura alli: una nina de unos diez u once anos, de cabellos dorados y piel de color miel, que sonreia y extendia unos brazos regordetes y suaves.

—Querida Indigo. —Oh, pero ahora si que reconocia esta dulce vocecita; jamas la olvidaria—. ?No recuerdas A tu beba mi?

Jessamin. La hija del Takhan, el ser mas amado de la gran ciudad de Simhara, la novia-nina de Augon Hunnamek...

—?No! —Indigo volvio la cabeza a un lado violenta mente—. ?No, no pienso mirar... eso!

Detras de la figura de Jessamin otra voz empezo a chillar, y una figura sinuosa se retorcio bajo la nacarada luz, como algo apenas entrevisto a traves del agua. Sin dejar de sonreir, sin dejar de extender los brazos, la pequena y encantadora figura quedo atras, y, mientras los chillidos se apagaban, la Dama Ancestral dijo: —?De que tienes miedo, Indigo? ?Miedo? No, no era miedo; era repugnancia, repugnancia al ver a todos estos viejos recuerdos olvidados convertidos en una parodia de vida. Pero al parecer aun no se habian acabado los recuerdos, pues una nueva luz aparecia al frente, una nueva ventana en la negra pared. Este resplandor era mas tenue y calido, como el brillo de una lampara cubierta y ardiendo a media luz, y las silenciosas e inmoviles calaveras que se amontonaban alrededor de la arcada resultaban una ilusion apenas entrevista. Pero el nicho mostraba una escena que estuvo a punto de arrancar un grito de dolor de la garganta de Indigo. Cuatro personas —dos hombres, una mujer y un muchacho— rodeaban un lecho en actitud afligida, mientras en la cama yacia otro hombre inmovil y con el rostro blanco como el papel. Estaba muerto; Indigo sabia que estaba muerto, habia visto este cadaver... pero tambien conocia a los otros. Muertos; todos muertos. ?Como podian haber vuelto a la vida, para llorar a su pariente? ?Como?

Uno de los que velaban al cadaver, un hombre de mas edad que sus acompanantes, levanto la cabeza. Como si hubiera escuchado el suave chapoteo del bote al pasar, volvio la cabeza y clavo la mirada en Indigo. Su rostro entristecido no mostro la menor senal de reconocimiento, pero entonces la muchacha colocada a su lado tambien levanto la cabeza, tambien la vio. Cuando sus ojos y los de Indigo se encontraron, la joven le dedico una leve sonrisa triunfante de complicidad llena de dulce odio. Entonces, subitamente, sus ojos se tornaron de un brillante tono azul zafiro... y, resonando por el tunel, estremeciendo a Indigo hasta la medula, el rugido desafiante de un tigre de las nieves se dejo escuchar debilmente en la lobrega atmosfera para apagarse casi al instante. El bote siguio deslizandose hacia adelante. En esta ocasion, Indigo no oculto el rostro sino que siguio contemplando la escena que dejaba atras hasta perderla totalmente de vista. Solo entonces miro a la oscura figura de la Dama Ancestral.

—?Por que me muestras estas cosas? —inquirio con voz ronca.

Los blancos brazos continuaron con sus suaves movimientos, el remo se agito en el agua. Por fin la figura se digno responder.

—No te muestro nada. Ves tan solo lo que cualquiera puede ver en mi reino... o en su propia mente.

—?Pero esto no es verdad! Esa..., esa parodia —hizo un gesto en direccion a la ahora invisible escena— es una mentira. ?No sucedio, no de esta forma!

La Dama Ancestral no se molesto en replicar a sus palabras, y, rezumando colera, Indigo le dio la espalda una vez mas y atisbo en las tinieblas, pero era incapaz de poder ver mas alla del tenue resplandor del fuego de san Telmo. Durante un tiempo nada mas sucedio y el silencio se volvio opresivo; sentia el tunel cerrandose sobre ella, encerrandola, opresor y asfixiante. En su interior, una vocecita preguntaba sin cesar: «?Que va a ser lo siguiente?», y, aunque intentaba acallarla, sabiendo que era insidiosa y peligrosa, esta persistia. ?Que va a ser lo siguiente? ?Que fantasma saldria ahora de la oscuridad para perseguirla? ?Cual?

Entonces, de improviso, estuvo a punto de verse arrancada de su asiento cuando algo enorme e invisible atraveso el tunel como una exhalacion, la golpeo y se alejo por la popa como un torbellino. Al pasar, la muchacha escucho un grito de dolor, una voz de hombre, y, mezclada con ella, el ultimo estertor de un mujer.

Conocia esas voces...

—?No! Padre, madre...

Algo rio en la oscuridad delante de ella, y un humo acre se introdujo en su garganta y pulmones. Un incendio... La sombra de un gran edificio en llamas se reflejo en las paredes, y detras de la sombra pudo ver las llamas que se elevaban igual que serpientes por encima de las torres que se derrumbaban, y escucho el rugido del fuego y el crujido de la piedra y la madera desplomandose sobre aquel infierno. Luego, la ilusion desaparecio, aunque sus ojos siguieron contemplandola unos segundos, y, en su lugar, otra refulgente ventana se abrio en el muro y vio una triste procesion, tres feretros envueltos en ropajes de color Indigo y rematados por coronas de hojas; no el exuberante y descarado verdor de la Isla Tenebrosa, sino la salvia y la alhena, el carmesi y el anejo dorado que cubrian los arboles en el otono meridional. Delante de los feretros avanzaba un anciano de ojos ciegos, con un arpa entre los brazos; tocaba y cantaba, pero Indigo no escuchaba otro sonido que el lugubre gemido de un viento polar. Las mudas imagenes en movimiento quedaron atras. Y entonces una nueva voz surgio de la oscuridad, y, al escucharla, los ultimos vestigios de color desaparecieron del rostro de Indigo. Sus manos se aferraron a la borda con tanta fuerza que una astilla de madera se desprendio y se le clavo en la palma. Sin darse cuenta de lo sucedido, sin sentir el dolor mientras la sangre corria por entre sus dedos, sus musculos se agarrotaron y un grito broto incontrolable de su garganta.

—?No! ?No, por favor! ?No me la muestres, no me dejes verla! ?No quiero verla!

—?Anghara! ?Mi munequita, mi amorcito, mi princesita! —La voz, tan familiar, tan querida, temblaba de dolor y confusion mientras pronunciaba el antiguo nombre de Indigo, su autentico nombre, aquel que habia abandonado hacia ya tanto tiempo—. ?Donde estas, Anghara? ?No te encuentro!

—Te busca, Indigo —dijo la Dama Ancestral con voz distante—. ?Tienes demasiado miedo para contestarle?

—?Donde esta mi amorcito? —gimio la voz, entrecortada por la emocion—. Ven a mi, querida; ven a mi, ?te lo suplico! Oh, Madre todopoderosa; traela de vuelta. Devuelvesela a Imyssa que tanto la quiere, y no volvere a dejar que se vaya. —?Imyssa! Indigo no pudo soportarlo mas; se vio arrollada por lealtades y anhelos que habia aprendido a acallar durante medio siglo, y grito el nombre de su antigua ninera a la oscuridad. Mientras el tunel le devolvia la llamada violentamente en forma de una atronadora andanada de ecos, una reluciente aureola se formo sobre el agua, y una figura se materializo en el anillo de luz.

Imyssa, su ninera, protectora y mentora, extendio los marchitos brazos, y los ojillos, brillantes y tan oscuros como un petirrojo, brillaron como estrellas.

—?Mi munequita! ?Mi dulce princesa, mi nina, mi pequenina! ?Oh, donde estas?

Indigo se puso en pie, sin importarle el repentino y violento balanceo de la embarcacion.

—Estoy aqui, Imyssa. Estoy aqui. ?Estoy viva!

Los viejos ojos se movieron de un lado a otro, trasladando la mirada de aqui para alla.

—Solo te pido que me la dejes ver una vez antes de queme reuna con la Madre. ?Solo dime que ella no murio! Solo dime que...

?Imyssa!

Una horrorizada sensacion de nauseas se apodero de Indigo cuando esta comprendio que la ninera no podia ni oirla ni verla, y se volvio enfurecida hacia la Dama Ancestral.

—En nombre de la Madre, ?es que no tienes compasion? ?Por que la atormentas... y me atormentas a mi?

La negra figura sacudio la cabeza con aire solemne.

—Los mortales crean sus propios tormentos, Indigo; no soy yo quien se los inflijo.

La Dama Ancestral contemplo la brillante aureola. El bote se encontraba muy proximo ahora, y su expresion adopto un leve matiz de reflexivo interes, sin perder su aire de indiferencia.

—Se volvio loca antes de venir a mi. El dolor y el remordimiento son fuerzas muy poderosas, y jamas dejo de creer que podria haberte salvado. Al final, eso provoco la definitiva perdida de su cordura.

El fantasma de Imyssa sollozaba en estos momentos, retorciendo las manos, y, a medida que el anillo de luz quedaba mas cerca, Indigo pudo apreciar con un sobresalto la forma tan terrible en que habia cambiado su vieja

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