direccion que poder tomar, nada podia hacer excepto esperar e intentar controlar la impotente y futil pero salvaje colera que hervia en su interior.
Se habia maldecido por estupida mas de cincuenta veces. Habia permitido que la Dama Ancestral la hiciera bailar a su lugubre son a traves de este laberinto, convencida de que al final hallaria la luz, pero, en lugar de ello, su guia la habia abandonado en este..., este... Indigo sacudio la cabeza con fuerza al no encontrar palabras lo bastante repugnantes como para describir el lugar. No podia ni imaginar cual habia sido el proposito de la Dama Ancestral al traerla aqui, pero a cada minuto que pasaba se sentia mas convencida de que la habia enganado. «Lo que viene ahora, vendra a ti sin que tengas necesidad de buscarlo, habia dicho la figura. ?Cuanto tiempo habia transcurrido ya? ?Una hora? ?Dos? ?Mas? Sin embargo, todavia no habia otra cosa que la lobrega oscuridad y el silencio y la sensacion de que nada sucederia aqui, porque nada
—...
Indigo dio un respingo cuando el debil eco parecio susurrar la palabra a su espalda. No se habia dado cuenta de que habia hablado en voz alta, y sintio un escalofrio, no gustandole el tono inerte y mezquino que el oscuro tunel daba a su voz. Mientras el escalofrio desaparecia, echo una mirada a su lado, donde el fuego de san Telmo se encontraba encajado en los guijarros. Su debil resplandor de luciernaga seguia derramandose sobre las piedras, pero . Indigo le dio la impresion de que era mas tenue que mi nutos antes. La Dama Ancestral le habia advertido, burlona, que la luz no duraria indefinidamente, y se pregunto cuanto tiempo mas seguiria brillando. La idea de quedar en una total oscuridad sin tan siquiera esta chispa de consuelo resultaba desalentadora, e Indigo tomo con sumo cuidado la luz y la sostuvo en la palma de una mano. No se parecia a nada que hubiera visto antes; era simplemente una esfera de algo parecido a cristal verdoso de apenas tres centimetros de ancho, suave y fria al tacto. La luz que desprendia no tenia un origen visible, y nada parecia afectarla ni en un sentido ni en otro.
El cristal parpadeo de improviso, como una vela atrapada en una corriente de aire, por lo que Indigo se apresuro a depositarlo otra vez en el suelo. Lo observo con atencion durante un rato, pero no volvio a parpadear, de modo que finalmente suspiro y reemprendio la contemplacion de las oscuras aguas. Sin duda,
—...
Esta vez dio un violento respingo, ya que el susurrante eco habia sonado mucho mas cerca. Diosa querida, penso, debia de estar empezando a perder la razon si se dedicaba a hablar en voz alta sin darse cuenta. —...
Fue una exclamacion y una protesta a la vez, e Indigo se puso precipitadamente en pie, el corazon latiendole con violencia. Esta vez
Juro en voz alta al tiempo que giraba en redondo, intentando ver en la oscuridad. Apenas si pudo entrever la leve curva del islote y el tenue brillo fosforescente de la superficie del rio algo mas alla. No se movia nada en la roca.
Indigo se paso la lengua por los labios. El primer instinto fue gritar, desafiar a la voz, pero la contuvo una desagradable conviccion de que eso podria provocar una respuesta para la que no estaba preparada. Deseo que su cuchillo se encontrara en su mano, en lugar de haberse quedado junto con sus otras pertenencias en la cueva del oraculo de la ciudadela. Mejor aun, la ballesta y una buena provision de saetas... aunque como podria defenderse de un asaltante invisible era una pregunta que no se molesto en responder. Durante un minuto, puede que dos, permanecio inmovil, escudrinando la roca, pendiente del menor sonido. Nada; y empezo a preguntarse si no lo habria imaginado. Quiza si cogiera el fuego de san Telmo y explorara con el la roca otra vez... —...
—?Quien eres? —aullo Indigo— ?Muestrate! Los ecos de su voz rebotaron tumultuosamente en las paredes del tunel, para luego desvanecerse. No obtuvo respuesta.
—Maldita sea...
Indigo se agacho, agarro la pequena esfera de luz y la sostuvo frente a ella con el brazo extendido. Por un instante un chorro de fria luz procedente de la diminuta esfera le ilumino la mano..., y entonces el fuego de Santelmo parpadeo, perdio intensidad, volvio a parpadear y se apago, dejandola sumida en una total oscuridad.
Se mordio las comisuras de los labios para reprimir el grito que intentaba brotar de su garganta. Se trataba de un sobresalto momentaneo, nada mas; no habia de que estar asustada...
—...
Habia sonado a su espalda; giro en redondo, pero todo lo que pudo ver fue el debil resplandor nacarado del agua.
—...
Su respiracion se acelero hasta convertirse en un aspero sonido en su garganta, pero esta vez su voz estaba bajo control.
—?Que eres? Te lo vuelvo a decir: ?muestrate!
—...
Se trataba de una voz
Aspiro el malsano aire, llenandose de el los pulmones, y cerro la mano con fuerza alrededor de la extinguida esfera de luz.
—No te veo. Te oigo, pero no te veo.
La voz volvio a responder, a su espalda, desde la roca desnuda del islote:
—
La muchacha cerro los ojos con fuerza y siseo una oracion por entre los apretados dientes.
—?Madre todopoderosa, si puedes oirme, si tienes piedad de mi, ayudame ahora! ?Muestrame que he de hacer!
Si la Madre Tierra la escucho, no le contesto. Y la monotona vocecilla volvio a hablarle, ahora desde otro lugar.
—...
Se escucho un nuevo sonido, un leve crujir y tintinear, y parecia emanar de todo lo que la rodeaba, Indigo parpadeo en un esfuerzo desesperado por obligar a sus ojos a atravesar la oscuridad, pero fue inutil. No habia luz, no habia nada.
—...
Los crujidos sonaron con mas fuerza. De repente se produjo un movimiento en la oscuridad; tuvo una lenta, ciega sensacion de algo que se movia a ambos lados de ella, masilla del islote, mas alla de las deslizantes aguas.
E Indigo recordo lo que se encontraba enterrado en las paredes de este tunel.
De improviso, sin avisar, la esfera de luz de su mano volvio a encenderse. Lanzo un grito de sorpresa al ver que un brillante resplandor blanco surgia de entre sus dedos, e involuntariamente arrojo la esfera lejos de ella. El cristal reboto sobre la piedra, rodo, y fue a detenerse en la cima del suave desnivel de esquisto, no un apagado gusano de luz ahora, sino una diminuta estrella reluciente que . arrojaba haces de luz y sombra por todo el islote.
Las paredes del tunel se movian. Toda su superficie parecia haber cobrado vida, moviendose y agitandose. Pedazos de arcilla, liberados por el cataclismo, se desplomaban en el agua como diminutas avalanchas, y en los agujeros y cicatrices resultantes se veian movimientos convulsos y un apagado brillo de huesos marrones, humedos, vagamente fosforescentes. A la fria luz del fuego de
san Telmo, Indigo vio como las peladas calaveras surgian de las paredes que las habian mantenido aprisionadas; en el fondo de las cuencas de los ojos brillaba una debil luz como de brasas mortecinas, y el primer destello de una inteligencia vacia y aterradora.
Horrorizada, sintiendo que iba a vomitar en cualquier momento, Indigo empezo a retroceder instintivamente antes de darse cuenta con un escalofrio de que no habia ningun sitio al que pudiera retroceder. Los cadaveres vueltos a la vida la rodeaban por todas partes; se encontraba atrapada entre sus filas, y ni tan solo el rio, si se hubiera atrevido a introducirse en el, ofrecia escapatoria, pues tambien se encontraban alli, en las paredes que lo