sumiendo la escena en tinieblas. Entonces una nueva luz empezo a resplandecer: una aureola, incolora y fria, alrededor de la esqueletica silueta de la Dama Ancestral. Fue aumentando en intensidad, hasta que la figura estuvo rodeada de una luminosidad que convertia su oscura figura en algo impresionante. Su rostro parecia flotar como el de un espectro encuadrado en el negro marco de cabellos y tunica; los ojos eran negras ventanas a la aniquilacion.

Susurro, y las palabras fueron capturadas y repetidas mil veces en la aplastante oscuridad:

—Oh, si, Indigo. Me temen; y su terror mantiene vivo mi nombre en sus corazones y mi voluntad suprema cu sus mentes. En estos instantes mi sierva Uluye prepara las ceremonias que enviaran hasta mi a su hija para que la juzgue, y la sentenciare a ser hushu.

Indigo estaba anonadada. «?Dulce Madre, tienen . Yima!», penso.

La Dama Ancestral vio su consternacion y sonrio torvamente.

—Si, tienen a Yima; y la mano de Uluye empunara el cuchillo que acabara con sus dias en el mundo mortal, ya que Uluye es mi servidora fiel y su amor por mi es mayor incluso que su amor por su propia hija. —Dio un nuevo paso en direccion a Indigo—. No necesito ensenar a Uluye el significado del miedo. Pero tu todavia no has aprendido la leccion que ella conoce tan bien. Te la ensenare ahora, Indigo. ?Hare que aprendas el significado del miedo, y te mostrare que es el autentico terror y lo que puede hacer al espiritu humano!

La blanca mano estaba cada vez mas cerca mientras la Senora de los Muertos ascendia por el desnivel. En lo mas profundo de su ser, Indigo sintio como los instintos mas primitivos respondian a la amenaza: los latidos del corazon, el nudo en el estomago, el sudor, el asfixiante arrebato de panico; el miedo a caer en una trampa, el miedo a la derrota, el miedo a demonios y deidades y poderes... Y, por encima de todo, el temor, inconcebiblemente antiguo, del ser humano a la muerte y a lo que nos aguarda mas alla...

?No, eso no! ?Esta era su unica gran arma; el punal que abria en canal al demonio, la ballesta que lanzaba la saeta a su corazon! Aspiro con fuerza, y las palabras surgieron de improviso.

—No te temo, senora, porque se que no tengo nada que temer de ti. ?Sabes?, has cometido un unico gran error en los medios que has utilizado para intentar acobardarme. Me mostraste a los muertos; a personas de mi pasado, de mi propia vida, que ahora se encuentran en tu reino. Pero, entre todos ellos, faltaba uno. El unico que podria haberte proporcionado un arma contra la que yo no habria podido defenderme. Pero el no vino, ?verdad? No pudiste utilizarlo contra mi, porque no reside entre tus legiones de servidores. Ese era mi unico terror, senora; me aterrorizaba pensar que podria encontrar a Fenran aqui. Pero no esta aqui. No esta muerto. No tienes poder sobre el, por lo tanto tampoco tienes poder sobre mi. Asi pues haz lo que quieras... ?Te desafio!

La Dama Ancestral se detuvo un momento. Y, de repente, de las paredes que las rodeaban volvieron a surgir crujidos y tintineos y un brillo de huesos, junto con gritos, susurros, una pletora de vocecillas.

—... nosotros, Indigo... nosotros, Indigo... miedo... miedo... muerte... casa... miedo... ayudanos... ayudanos... ayudame...

La Dama Ancestral echo la cabeza atras y aullo como un alma en pena. Al instante, el mundo estallo. El rio se alzo de su lecho con una oleada turbulenta de malolientes aguas negras; las paredes del tunel gimieron y se derrumbaron, desmoronandose con el rugido de una avalancha mientras caian en direccion a Indigo. Luces aullantes centellearon ante sus ojos haciendola retroceder, y formas monstruosas cayeron sobre ella desde lo alto: huesos, carne, cabellos, pelos y...

Un ultimo derrumbamiento aterrador la lanzo a una dimension que parecio aplastarla y hacerla pedazos al mismo tiempo. Cayo desde ninguna parte a la nada, dando vueltas y mas vueltas sobre si misma, gritando sin que saliera el menor sonido de su boca, consciente solo de una negrura y ceguera y de una llamarada de dolor, un retumbar en sus oidos. Vio una pared que se precipitaba hacia ella. Sintio como se acercaba, a pesar de que sus sentidos se encontraban como aniquilados; cada vez estaba mas cerca, mas cerca. «... ayudanos, ayudame...» Entonces la pared se estrello contra ella desde todas direcciones a la vez, y se encontro de nuevo dentro de un cuerpo fisico que pataleaba y se revolvia, y algo paso a toda velocidad frente a sus ojos, en oscuras avalanchas, mientras su nariz, garganta y pulmones ardian. Abrio la boca, y el aire surgio en una oleada de burbujas que le rodearon la cabeza...

?Agua! Se encontraba bajo el agua, aspirandola, tragandola, perdiendo los ultimos restos de su precioso aire! Indigo comprendio al instante lo que la Dama Ancestral habia hecho, y el panico se apodero de ella. ?El lago! Se ahogaria; nunca conseguiria llegar a la superficie a tiempo...

?No! El panico cedio paso a la razon, y cerro la boca ante el embate de las aguas. Recordo sus ultimas palabras a la Dama Ancestral: ?ella no podia morir! Existia una forma de llegar arriba, de regresar a la luz, a la cordura, al lugar donde la esperaban, ?la esperaban! Tenia que llegar hasta ellas. ?Debia hacerlo!

Indigo pego los brazos a los costados y empezo a impulsarse con las piernas. Experimento la repentina sensacion de flotar; el instinto del nadador la atraia hacia la luz y el aire, y se lanzo hacia arriba desde las profundidades del lago, surcando las negras aguas con la velocidad de un pez. Atras quedo su mortifero perseguidor.

CAPITULO 20

Se acercaba una tormenta. Grimya la habia olfateado en el aire mucho antes de que las primeras neblinas empezaran a tenir el cielo, y en estos momentos el sol, que habia traspasado el meridiano e iniciado el declive, colgaba como un borroso disco de cobre batido en un cielo espeso e incoloro que se oscurecia con rapidez por el oeste.

A la orilla del lago, las macabras ceremonias habian dado comienzo; preparativos para los ritos aun mas desagradables que tendrian lugar a la puesta del sol. La gente seguia llegando procedente de pueblos remotos y se situaba alrededor de la plaza y en los limites del bosque. No desempenarian ningun papel en lo que iba a suceder; su funcion se limitaba a presenciar los acontecimientos para que les sirvieran de leccion. La multitud permanecia en silencio e, incluso desde el lugar donde yacia junto a la escalera, Grimya podia oler su miedo.

Un poco antes, la loba habia conseguido retorcerse hasta llegar a una posicion desde la que pudiera ver una parte de la reunion, y se estremecio interiormente ante la vision de aquellas hileras de rostros petreos, cuyas expresiones fluctuaban entre la curiosidad morbosa y el mas absoluto terror. Muchos traian ofrendas, aunque Grimya no estaba segura de si eran para aplacar a los espiritus y demonios, o a Uluye y sus mujeres. En las mentes de estas personas no parecia existir mucha diferencia entre unos y otras.

En la orilla, las sacerdotisas construian las estructuras de madera donde moririan Yima y Tiam. Recordando los horrores de la Noche de los Antepasados y el destino de la mujer que habia asesinado a sus hijos, Grimya no quiso ver como el familiar armazon de la estructura iba tomando forma, de modo que volvio al refugio de la escalera arrastrandose como pudo, para quedarse alli oculta a los ojos de todos, y alli seguia ahora mirando con ojos entristecidos la pared del zigurat.

Se pregunto como les iria a Yima y a su amante. Se encontraban aun en el interior de la ciudadela, y Grimya temia el momento en que los bajarian y tendrian que pasar a pocos pasos de ella de camino a su ejecucion. La sensacion de culpabilidad que atormentaba a la loba era casi tan poderosa como su temor por la seguridad de Indigo, y, aunque sabia que era inutil, no hacia mas que desear poder encontrar un medio, incluso en este ultimo momento, de rectificar el dano que habia hecho a la joven pareja.

El cielo se volvio mas oscuro y opresivo. De la orilla le llegaban intermitentes sonidos de canticos, el repiqueteo de sistros y el agudo son de los pequenos tambores de mano. El calor y la humedad eran peores que nunca, y Grimya se sentia mareada y enferma; con el hocico amordazado, no podia jadear para refrescarse, y nadie habia pensado —o no se habia molestado— en traerle agua.

Victima de un estado febril a medio camino entre la vigilia y el sueno,

empezaba a preguntarse si la intencion de Uluye no seria dejarla morir por abandono, cuando percibio una presencia a poca distancia. Abrio los ojos con esfuerzo, y vio que una de las sacerdotisas se habia acercado al

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