hueco de la escalera y se inclinaba sobre ella.
—Aqui tienes. —La muchacha era muy joven; mas joven aun, supuso Grimya, que Yima. Tenia el rostro cansado y tenso, y el sudor le perlaba la frente, nariz y barbilla—. Ten. Te voy a dar un poco de agua, mira. —Le mostro un plato y una pequena anfora—. Mira, aqui esta.
Asi pues Uluye no intentaba matarla de este modo. Grimya intento colocarse en una posicion mas erguida, pero las ligaduras de las patas se lo impidieron. La muchacha miro las cuerdas frunciendo el entrecejo, y la loba se pregunto por un instante si no iria a desatarlas; pero luego sin duda lo penso mejor, ya que volvio su atencion al nudo que sujetaba la cuerda alrededor del hocico de Grimya. Nada mas soltarse la cuerda, Grimya lanzo un ganido de gratitud y su lengua lamio repetidamente el aire con desesperado alivio.
—Toma.
La muchacha lleno el plato de agua y se lo coloco bajo la nariz. En ese momento, un silencioso relampago partio en dos el cielo e ilumino todo el zigurat como si este estuviera en llamas en su interior. La joven dio un salto y lanzo un gritito, y a punto estuvo de volcar el plato. Durante unos segundos, permanecio inmovil, escuchando con nerviosismo, pero no se dejo oir la rugiente respuesta del trueno, y por fin obligo a sus musculos a relajarse y devolvio la atencion al agua. Grimya se dio cuenta de que los movimientos de la muchacha eran nerviosos y precipitados. Estaba claro que el inicio de la tormenta la habia trastornado..., pero su temor se debia tambien a algo mas, y la loba penso sorprendida: «Me tiene miedo...».
Durante un minuto, mientras bebia el primer recipiente lleno de agua y lloriqueaba esperanzada en peticion de otro, Grimya estuvo demasiado ocupada para considerar las implicaciones, pero luego, mientras la joven volvia a llenar el plato y lo empujaba con cuidado hacia ella por segunda vez, una idea le vino a la mente. No existia mas que una ligera posibilidad de que funcionase, pero, si lo hacia, si tenia exito, podria ser su unica oportunidad de conseguir liberarse.
El agua la empezaba a reanimar; tras beber un tercer recipiente, se lamio el hocico y volvio la cabeza a un lado para indicar que ya tenia suficiente. La muchacha tomo la cuerda y la sostuvo, indecisa.
—Uluye dice que tengo que volver a atarte.
Sus oscuros ojos estaban llenos de cautela y le hablo en un artificial tono apaciguador, ignorante a todas luces de que la loba podia entenderla, pero hablando de todos modos para darse animos. De improviso, un nuevo relampago dio al cielo fugazmente un palido tono blanco azulado. En esta ocasion lo siguio el lejano retumbar del trueno, y por un momento soplo una brisa caprichosa que traia con ella el olor a lluvia. La muchacha cerro los ojos un instante y murmuro un conjuro de proteccion; luego, con un esfuerzo, recupero el control y con sumo cuidado volvio a acercarse a la loba, sosteniendo la cuerda.
—Vamos, vamos. No te hare dano.
Grimya le mostro los dientes, y un grunido de advertencia broto de su garganta. La muchacha se echo atras aspirando con fuerza, se lamio los labios nerviosa y volvio a intentarlo, aunque moviendose mas despacio ahora.
—Vamos..., por favor. Se buena. Te prometo que no...
Grimya gruno. En ese mismo instante, volvio a centellear el relampago, y, cuando este ilumino el cielo, los ojos ambarinos del animal parecieron incendiarse. La joven lanzo un grito de terror y, poniendose en pie precipitadamente, retrocedio tambaleante; en respuesta a su grito se escucho el sonoro rugir del trueno, seguido del lejano pero cada vez mas audible siseo de la lluvia al caer. Mientras las primeras gotas golpeaban el suelo como diminutas flechas, Grimya volvio a grunir con renovada furia y, tensando las ataduras, se lanzo en direccion a la muchacha, chasqueando los dientes.
Fue suficiente. Olvidadas las instrucciones de sus mayores, la muchacha huyo de los dos terrores que eran la tormenta y la enfurecida loba. A la luz de un nuevo relampago, Grimya la vio subir a toda prisa la escalera para penetrar en la ciudadela, y escucho sus sollozos justo antes de que el trueno ahogara todo otro sonido. En otras circunstancias, la loba la habria compadecido, pero ahora no habia tiempo para tales indulgencias. En cuestion de segundos, la lluvia se habia convertido en un aguacero que habia empapado su pelaje y formado charcos y arroyos en la arena, y Grimya empezo a roer la cuerda que sujetaba sus patas delanteras. El corazon le latia con fuerza y sabia que debia trabajar con rapidez. Existia la posibilidad de que la joven sacerdotisa se sintiera demasiado avergonzada de su miedo para confesar su negligencia a cualquiera de sus companeras; pero tambien existia la posibilidad de que fuera directamente en busca de alguien mas valiente, que pudiera venir a hacer algo.
La cuerda era bastante gruesa, pero tambien vieja, y nada hecho de materia vegetal duraba mucho tiempo en este horrible clima. La lluvia le facilitaba la tarea al empapar las fibras, y en menos de un minuto los dientes de Grimya habian conseguido morder suficientes hebras y la cuerda se rompio. Se detuvo para recuperar el aliento y lamer agradecida la cortina de agua que le caia encima; luego torcio la cabeza todo lo que pudo y empezo a trabajar para liberar las patas traseras. Se mordio en dos ocasiones en su precipitacion, pero al fin la segunda cuerda tambien se rompio.
Llena de regocijo, Grimya se incorporo de un salto... pero dio un traspie y se desplomo sobre el suelo cuando sus entumecidas patas se negaron a sostenerla. Permanecio tumbada otro minuto, jadeante e indefensa, temiendo que en cualquier momento fueran a descubrirla. Pero las sacerdotisas tenian otras preocupaciones; nadie aparecio, y al cabo sintio que podia confiar en sus patas y se puso en pie.
El cielo sobre su cabeza era ahora tan negro que ocultaba todo atisbo de luz; el chaparron habia apagado las antorchas situadas junto al lago, y unicamente los frecuentes pero cortos relampagos iluminaban la escena. Grimya dio gracias en silencio por la tormenta, ya que la oscuridad y la lluvia la ocultarian mientras corria en busca de la seguridad del bosque. Totalmente empapada, con el pelaje pegado al cuerpo, atisbo por entre la cortina de agua hasta que un relampago triple le mostro que el camino estaba despejado; entonces se lanzo a toda velocidad hacia los arboles. Cuando el rugido del ultimo trueno se desvanecio, un sonoro lamento surgio de las gargantas de las sacerdotisas situadas junto al lago, y por un instante Grimya penso que la habian descubierto; pero los gritos fueron contestados tan solo por un renovado repiqueteo de los sistros, y comprendio que se trataba simplemente de parte de las ceremonias, que la tormenta habia convertido en mas freneticas. Siguio corriendo, y al cabo de unos momentos, lanzando un involuntario ladrido de alegria, se hundio en la humeda negrura de la maleza del bosque.
El sonido de tambores y sistros se escuchaba todavia a rachas por entre los truenos mientras Grimya se abria paso a traves de la tupida vegetacion. Se dirigia al otro extremo del lago; aunque no existia una razon logica para ello, el instinto parecia conducirla en esa direccion. Ademas, alli se encontraria lo mas alejada posible de Uluye y sus mujeres, aunque sin dejar de ver la ciudadela. El aguacero quedaba atenuado por el espeso follaje que se extendia sobre su cabeza, y los relampagos, ahora casi continuos, le mostraban el mejor camino a seguir. Estaba casi en el extremo mas alejado del lago cuando algo nuevo brillo debilmente en la periferia de sus sentidos. Aminoro el paso y vacilo, no muy segura de lo que su conciencia podia haber captado.
Y entonces, en su cerebro, percibio la suave y timida llamada telepatica.
«?Grimya...? ?Grimya, donde estas? ?Me escuchas?»
—?Indigo! —ladro Grimya en voz alta presa de incontrolable excitacion.
La loba echo a correr, serpenteando por entre la concentracion de arbustos empapados en direccion al lugar del que provenia la llamada, Indigo estaba cerca; estaba aqui, junto al lago. Su instinto habia acertado...
La loba salio a campo abierto bajo una cegadora cortina de agua. Por un momento le fue imposible ver nada, hasta que los relampagos iluminaron el revuelto centelleo plateado de la superficie del lago, a pocos metros de distancia. Grimya parpadeo, intentando sacudirse el agua de los ojos. Entonces se produjo un nuevo centelleo titanico, y descubrio a la aturdida figura empapada que yacia a la orilla del agua.
—?Indigo!
El grito de la loba se perdio en medio del rugir del trueno mientras corria hacia la muchacha y, sin prestar atencion a los ultimos restos de la mascara de cenizas y carbon que el lago y la lluvia no habian hecho desaparecer, empezo a lamerle la cara llena de alegria y alivio. Demasiado excitada para hablar con coherencia, cambio a la comunicacion telepatica.
«?Donde has estado, donde has estado??Que te ha sucedido?»
Indigo la abrazo con fuerza. Se encontraba todavia demasiado aturdida para hablar y apenas si podia creer que estuviera realmente de regreso en el mundo mortal. Mientras luchaba por abrirse paso por entre las negras