pensado largo y tendido en lo que el Benefactor habia dicho. Sabia que Indigo todavia seguiria sin querer aceptarlo; pero
—Tienes rrr... razon —dijo mientras dejaba escapar un nuevo ganido ahogado —. Te ayudare en lo que pueda. Hay que convencer a Indigo. Es
Bruscamente, el Benefactor se inclino hacia adelante en su sillon y, para gran sorpresa de la loba, sus manos rodearon su hocico en un gesto no solo de gratitud sino tambien de genuino afecto, que fue respaldado por una repentina oleada de carino proyectada por su mente.
—Pequena loba. —Su voz se quebro con una emocion que hizo que
—Por la manana —dijo la loba—, expulsaran a Indigo de Alegre Labor. Lo se; la anciana me lo dijo. Debo ir a su encuentro. Debo traerla aqui. ?Que he de decirle?
—No menciones nuestra conversacion, pequena. —Las manos del Benefactor seguian acariciando su rostro, y parecian tan solidas y reales, se dijo la loba, como las propias manos de Indigo... Lanzo un sonido sordo, casi un canturreo, que apenas consiguio salir de su garganta, y el Benefactor, su amigo, se agacho aun mas al frente, con sus oscuros ojos repentinamente atentos—. Escucha ahora. Escucha y te dire lo que quiero que hagas.
Los ancianos del comite que habia dictado sentencia contra Indigo se sintieron sorprendidos y mas que aliviados al descubrir que esta se dejaba escoltar fuera de Alegre Labor sin el esperado alboroto. Como tia Osiku comento mas tarde a tio Choai, no habia duda de que tras una noche de sensata reflexion la condenada reconocia y se arrepentia ahora de su desatino; incluso sus protestas sobre la desgraciada cuestion de la perra habian cesado. Una excelente respuesta, declaro la anciana, aunque no, desde luego, suficiente para redimir su crimen. Todo se desarrollaria ahora tal y como estaba dispuesto, y el desdichado episodio quedaria relegado al olvido.
El unico incidente que estropeo la marcha de Indigo fue el descubrimiento de que, en algun momento durante la noche, el arpa prometida a Ellani habia desaparecido. Se llevo a cabo un exhaustivo registro de la Oficina de Tasas, y las reducidas posesiones de Indigo, atadas con correas ahora al lomo del poni que le quedaba, fueron descargadas y vueltas a examinar, pero sin que se hallara el menor rastro del instrumento. Los ancianos se mostraron desconcertados, pero Indigo no demostro ningun interes en el alboroto. Creia saber adonde habia ido a parar el arpa, y no consideraba muy probable poder recuperarla jamas, pero eso ya no era importante; tema otros asuntos mas vitales de los que preocuparse.
A altas horas de la noche anterior, mientras yacia sin poder dormir y atormentada por sus temores sobre
—Mimino, ?donde encontrare a
La borrosa figura se golpeo la nariz con un dedo en ademan conspirador.
—Ha abandonado Alegre Labor ahora. Ha ido a un lugar en el que puede ocultarse de todos los que quieren hacerle dano. No te quejes cuando te saquen de la ciudad, y la perra gris ira a tu encuentro. Le he hablado de un lugar seguro, y alli te esperara. —Describio el lugar donde se hallaba el pozo que ahora no se utilizaba, y despues vacilo—. Hay una cosa mas que tengo que decir, doctora. Se refiere a tu instrumento, el que hace musica. Hay una gran conmocion porque el instrumento ha desaparecido. Te puedo asegurar que, por muy diligentemente que los ancianos lo busquen, no encontraran el instrumento... y desde luego no sera quemado.
Realizo una pequena reverencia rapida en direccion a la ventana, y luego, como una simple sombra entre tantas otras, se desvanecio en la oscuridad antes de que Indigo diera con las palabras para darle las gracias.
Ahora, con el sol del amanecer oculto bajo una capa de nubes y con la amenaza de lluvia en el aire, Indigo volvio la cabeza por ultima vez para contemplar la empalizada de Alegre Labor. El poni que le quedaba aguardaba paciente a su lado, moviendo una oreja adelante y atras, mientras los ojos de la muchacha se paseaban por el monotono panorama de los edificios cuadrados y sin adornos, los altos tejados del Enclave de los Extranjeros y, mas alla de la ciudad, el verde monticulo de la colina desde donde la Casa del Benefactor contemplaba la ciudad. Nadie habia salido a verla marcharse; los unicos testigos de su partida eran los dos hombres en quienes los ancianos habian delegado el cumplimiento de sus ordenes, y que ahora permanecian inmoviles con los brazos cruzados esperando a que ella se pusiera en marcha. Iban armados con gruesos bastones y ninguno tenia un aspecto muy inteligente; Indigo sabia que tenian instrucciones de no hablar con ella, y asi pues, tras dedicarles una mirada de indiferencia, se dio la vuelta, chasqueo la lengua para que el poni se pusiera en marcha y empezo a alejarse.
Los guardas la siguieron durante casi dos horas, dejando atras un bien ordenado campo cultivado tras otro, sin mirar jamas a uno u otro lado y manteniendo siempre una meticulosa distancia entre ellos y la joven. Por fin, no obstante, esta miro por encima del hombro y descubrio que habian dado media vuelta, sin que ella se diera cuenta y sin una palabra o senal, y regresaban a Alegre Labor. Dando una rapida ojeada al arcen, Indigo descubrio una losa de piedra con el numero «8» toscamente tallado en su superficie en la sencilla escritura de la region, y sonrio con cinismo. Los hombres habian cumplido su deber al pie de la letra y no tenian intencion de dar un solo paso mas alla de lo que se esperaba de ellos.
Bien, se habia librado de ellos y de Alegre Labor, aunque a un alto precio. El embargo la habia dejado con poco mas que las ropas que llevaba, sus bolsas de hierbas, un cazo y unos pocos utensilios, y desde luego el poni. Incluso le habian quitado la ballesta y el carcaj de saetas, reclamados alegremente por Thia a pesar de que tales armas eran desconocidas en Alegre Labor y la adolescente jamas aprenderia a utilizarlas como era debido. Aquel grado de mezquindad hizo que Indigo sintiera una oleada de amargura, aunque la principal fuente de amargura era la conciencia de su propia estupidez. Habia venido a Alegre Labor buscando olvidar todo lo que tuviera relacion con su mision, y habia permitido que la atrajeran hacia otro embrollo diabolico, que habia terminado en desastre. Koru se habia perdido, la amistad de Hollend y Calpurna se habia transformado en odio —con un buen motivo, tuvo que reconocer— y ella misma era ahora un paria a los ojos de aquellos a los que solo habia querido ayudar.
Y habia estado muy cerca de encontrar a Fenran, para volver a perderlo una vez mas...
Los ojos de Indigo se nublaron, y, enojada, se los froto con fuerza para secar las lagrimas. No debia pensar en Fenran, no ahora, no aun, y no debia dar vueltas a su horrible experiencia en la torre del bosque. No creia lo que el Benefactor le habia dicho, no queria creerlo, y no se dejaria atrapar en su conspiracion. El hombre dormido habia sido un truco, una ilusion. Ella encontraria al
Ese pensamiento desvanecio un poco su pesimismo, y la muchacha acelero el paso hasta convenirlo en una zancada larga mientras el poni iniciaba un trotecillo a su lado. La Carretera del Esplendido Progreso, aunque no era ni con mucho la magnifica
Llena de ansiedad, Indigo envio un mensaje mental, buscando a la loba. Pero no recibio respuesta, y fruncio el entrecejo. A lo mejor
«?Grimya! Grimya,
Nada. La puerta de la caseta del pozo estaba entreabierta y, dejando que el poni pastara junto a la carretera, Indigo se acerco con cautela. La puerta cedio a un ligero empujon, y la muchacha agacho la cabeza para franquear el bajo dintel. El interior era exiguo, pero, aunque su propio cuerpo obstruia la entrada, pequenos resquicios en la