empanadas de cordero, que alegremente y con liberalidad compartia con todos los que tenia cerca. El acompanante de Indigo se sentia entusiasmado ante la idea del espectaculo de aquella noche, en especial porque tenia la esperanza de que la musica podia tener exito alli donde otras estrategias habian fracasado, y volver a abrir las cerradas puertas de la memoria de la muchacha. Esta se hallaba sentada a su lado, feliz en apariencia y animada mientras departia con sus vecinos y con la esposa de Rogan, Jansa, pero Vinar sabia que se trataba de una mascara superficial. Bajo esta, Indigo sufria lo indecible. La habia observado esperanzado con atencion durante los ultimos dias, y a menudo cuando ella pensaba que su atencion se encontraba en otra parte el habia visto como los ojos de la muchacha se ensombrecian confundidos y su rostro se tensaba mientras se esforzaba inutilmente por recordar algo,
La alegria no duro, sin embargo. Su conciencia se habia ocupado de ello, pues Vinar era esencialmente demasiado honrado para seguir enganando a Indigo, que confiaba totalmente en el. Se daba cuenta de que la muchacha se sentia trastornada por sus propios sentimientos; ella creia haberlo amado en una ocasion y se entristecia al no poder recordar ese amor y no sentir ninguna chispa en su interior. Vinar no podia vivir con aquella mentira... pero tampoco podia reunir el valor necesario para confesar la verdad, al menos no aun. Admitir lo que habia hecho significaba arriesgarse a perderla para siempre, y la posibilidad era demasiado horrible. Finalmente decidio que no existia mas que una unica linea de accion que pudiera seguir honorablemente: tenia que hacer todo lo que estuviera en su poder para devolver a Indigo la memoria perdida; entonces, y solo entonces, podria conquistarla de forma honrada. La conquistaria. Por mucho tiempo que necesitara, por mucho que tuviera que luchar,
Asi pues, alentado por su resolucion, Vinar habia convencido a Indigo de que lo acompanara en un viaje de descubrimiento. Estaba convencido de que, en algun lugar de las Islas Meridionales, la familia de ella aguardaba para darle la bienvenida a casa, y no podia resultar tan dificil para un hombre ingenioso el encontrarla. Podian permitirse viajar, ya que los supervivientes del
Llevaban viajando dieciocho dias ya y, por el momento, las islas no habian obrado el esperado milagro. Pero los acontecimientos de esta noche, penso Vinar, podian alterar eso. Indigo adoraba la musica y habia tocado a menudo su arpa para la tripulacion del
Un grito procedente del otro lado de la plaza y un amago de aplausos hizo que las cabezas giraran de improviso, y Vinar miro junto con el resto en direccion al establo. Un hombre delgado de aspecto vigoroso acababa de subir a la carreta y reclamaba silencio; uno o dos bienintencionados pitidos lo saludaron, seguidos de una aclamacion cuando anuncio el primer baile. Un violinista, dos flautistas y una muchacha con un tambor se encaramaron junto a el, y las parejas se colocaron en el ruedo despejado para iniciar el baile denominado
Nada mas iniciarse la musica, Vinar poso una mano sobre la de Indigo y le pregunto con una mueca divertida: —?Quieres bailar?
Ella le devolvio la sonrisa, pero cautelosa y con la indecision que ya se habia convertido en algo muy familiar. —No conozco los pasos. —?Tampoco yo! Pero nos apanaremos, ?eh? —Bueno... —Su mirada violeta se desvio a un lado—. Este no, Vinar, quiza mas tarde.
—Muy bien, lo que tu quieras. —Disimulo su decepcion—. Sera mejor escuchar la musica un rato, ?no te parece? Veremos si estos musicos son buenos.
Ella asintio, al parecer aliviada de que el no fuera a insistir, y Vinar volvio a llenar sus copas mientras se arrellanaban para contemplar el espectaculo. El baile era sencillo y agotador, los musicos alegres y competentes aunque nada excepcional, y cuando la primera interpretacion finalizo se escucharon gritos en demanda de viejas tonadas favoritas. La improvisada banda no dudo en complacer a su publico e interpreto con ritmo
Desde lo alto de la carreta, el que pregonaba las canciones anunciaba en aquellos momentos
—?Te elijo a ti!
Dedico a Indigo una mueca traviesa para demostrar que no existia malicia en su peticion. Vinar vacilo, pero Indigo sonreia ya a la muchacha y volvia a ocupar su asiento, dejandolo sin demasiada eleccion. La jovencita tiro de el hasta el grupo de bailarines, y mientras se iniciaba la musica Indigo se dedico a contemplarlos. Resultaban una pareja desigual; Vinar se elevaba por encima del menudo cuerpecillo de la muchacha, y desde luego no era el mejor de los bailarines. Pero en una ocasion como esta a nadie le preocupaba la elegancia ni la exactitud del paso; la diversion era todo lo que importaba. La musica era muy alegre e Indigo seguia el ritmo con el pie, los dedos de una mano tableteando inconscientemente sobre la rodilla al ritmo de la musica. No deberia haber enturbiado el buen humor de Vinar con su renuencia a bailar, penso; era cruel e injusta ya que el no queria mas que hacerla feliz. Cuando terminara este baile lo compensaria. Se uniria a el de buena gana y bailaria toda la noche si era eso lo que el queria. Era tan buena persona, tan carinoso y solicito... Por centesima vez deseo angustiada poder despertar otra vez los sentimientos que creia haber tenido por el. Le gustaba, lo respetaba, sentia aprecio por el... pero sus emociones eran como las que tendria por un hermano, no por un novio y futuro esposo. Vinar lo comprendia, habia dicho, y habia prometido a la muchacha que las cosas cambiarian con el tiempo. Pero Indigo aun no estaba convencida. Si tan solo pudiera recordar
Y entonces, por un instante, asi fue.
La melodia de la
«?Todos a una bailad y cantad; esta alegre danza con nosotros bailad!»
No, se dijo, no era exactamente asi. La melodia no era esta, y las palabras... No era «todos a una» sino un nombre, el nombre de alguien. Fe..., pero no le venia a la cabeza. Fen...
—?Ahhhh!
Indigo dio una violenta sacudida cuando por un fugaz instante el nombre vino a su memoria, paso por su mente como un relampago, y se desvanecio. Con el codo volco su jarra, y el licor de manzana se derramo por la mesa, salpicandola a ella y vertiendose sobre un anciano sentado en el banco junto a ella.
—Lo siento... oh, lo siento mucho. Sus ropas... —Sobresaltada y temblorosa, Indigo tartamudeo mientras intentaba disculparse.
—No es nada que no se vaya a secar —le aseguro el anciano; luego le dedico una astuta mirada llena de curiosidad—. ?Estas bien, chica?
—Si, si, gracias, yo... Algo debe de haberme sobresaltado...