y Niahrin grito:
—
Pero Perd volvia a llorar y en esta ocasion no queria o no podia parar. Niahrin escucho sus sollozos, consciente de que nada podia hacer ante esto. Se habian despertado viejos agravios y penas hasta ahora dormidos en las lobregas profundidades de su enferma mente, y estos eran tan poderosos que lo habian empujado a la corte del rey en busca de una reparacion. Si juntaba lo poco que le habia contado, Niahrin podia imaginar muy bien la escena en Carn Caille. No era extrano que lo hubieran echado, y si habia intentado asediar a la reina en persona con alguna loca declaracion de amor tenia suerte de haber escapado tan bien parado.
Sin embargo, a pesar de todo aquel embrollo sin sentido —la obsesion de Perd por la reina Brythere y todas esas tonterias sobre una pasada injusticia—, la intuicion de Niahrin se habia puesto en funcionamiento, advirtiendole que no considerara toda aquella historia simplemente como los delirios de un loco. Perd estaba loco, no habia duda de ello, pero intuia que lo que le habia contado era al menos una aproximacion a la verdad.
Y las revelaciones del tapiz que habia tejido, que ahora se encontraba cuidadosamente doblado y guardado en la carretilla, eran una prueba mas firme que cualquier conjetura. El poder que habia guiado sus manos sobre el telar le habia mostrado que Perd Nordenson tenia un papel en este extrano asunto, y ese poder no mentia.
Un sonido aspero la saco brusca e inopinadamente de su ensimismamiento. Perd se habia doblado hacia adelante y, con la cabeza sobre las rodillas, roncaba. Dividida entre la compasion, el alivio y un resentimiento un tanto divertido porque el anciano no habia tenido ni siquiera el detalle de desearle buenas noches, Niahrin se levanto con esfuerzo. No podia dejarlo sentado asi porque lo mas probable era que acabara de doblarse al frente y cayera sobre el fuego; lo sujeto por debajo de los brazos y tiro de el hacia atras hasta dejarlo en posicion supina, tras lo cual lo envolvio bien en su capa para que no cogiera frio. Perd ni se movio, y Niahrin se dijo que dormiria profundamente hasta la manana. Cuando lo hubo dejado tan comodo como pudo, rodeo el fuego en silencio y fue a sentarse junto a
—Esta bien dormido —aseguro—. Puedes hablar sin temor a que te oiga.
La loba la miro con ojos entristecidos.
—No me gus... gusta este hombre —dijo con voz ronca—. He intentado estar calmada pero es muy dificil. Hay algo maligno en el. —Hizo una pausa—. El es el que vino a tu casa. El que me asusto.
—Si, lo es. —Niahrin acaricio la cabeza de la loba con suavidad y dulzura—. Pero el no es malo,
—?Quieres decir que deseas que venga con nosotras? —pregunto al cabo.
—Si, quiero que venga con nosotras. No es solo por el; es por mi tambien, aunque eso es algo que no creo comprender del todo aun. Y tal vez..., bueno, no puedo estar segura, pero quizas es tambien por tu bien.
—Nnno lo comprendo, Niahrin. —La loba bajo la cabeza—. Yo no quiero que venga; me da miedo.
—?Oh,
Nubes grises empezaban a acumularse por el noroeste, y Niahrin calculo que en menos de una hora empezaria a llover. Se alegro de ver la mole de Carn Caille frente a ella, y se alegro doblemente —aunque eso fue acompanado de una sensacion de culpabilidad— de que, despues de todo, Perd no las hubiera acompanado en esta ultima parte de su viaje. El anciano habia desaparecido en algun momento durante la noche mientras ella y
pista sobre la direccion tomada.
Niahrin deseo fervientemente que no hubiera regresado a Carn Caille. En realidad, el que no hubiera realizado ningun otro intento de atacar ni a
Pero, aunque Perd estaba ausente, Niahrin no dejo de pensar en el. Durante todo el dia, mientras empujaba la carretilla por la carretera, habia ido rumiando sobre el enigma de las incoherentes revelaciones del anciano. Seguian siendo tan incomprensibles a la luz del dia como lo habian sido en la oscuridad de la noche, y la actitud de
Carn Caille se perfilo mas cercana, y ahora la bruja percibio el cambio en el aire y el enfriamiento del viento que anunciaba lluvia. Apresuro el paso, disculpandose ante
Se encontraban apenas a cien pasos de las abiertas puertas de acceso cuando se produjo un veloz movimiento en el interior y salio una mujer a caballo.
—?Es la reina! —exclamo, con la voz tenida de sorpresa y alegria, y, al ver acercarse el caballo, se aparto a un lado del camino y realizo una reverencia.
La reina Brythere iba ataviada para galopar, con una falda pantalon de lana, botas de piel y un abrigo de cuero bien cerrado alrededor de la delgada garganta. Llevaba la cabeza descubierta y los cabellos de color rojo dorado sujetos hacia atras en una severa cola. Cuando la tuvo mas cerca, Niahrin pudo ver la expresion de su rostro —una extraordinaria mezcla de infelicidad, temor y determinacion—, y una serie de preguntas sin respuesta se amontonaron en la mente de la bruja. La reina parecia enferma, enferma y aturdida. Su piel habia perdido el color, los ojos mostraban profundas ojeras, y las manos que sujetaban las riendas estaban palidas y delgadas como las de un fantasma.
El caballo —una yegua blanca— aminoro el paso al llegar junto a ellas, y Brythere bajo la mirada. Fruncio un poco el entrecejo ante la peculiar vision de una mujer tuerta y un lobo en una carreta, pero Niahrin tuvo la clara impresion de que la reina habia advertido su presencia de una manera periferica y que los pensamientos de la soberana estaban inflexiblemente fijos en otro punto. La bruja le dedico una respetuosa reverencia y, recobrando el dominio de si misma, Brythere le dedico una sonrisa distraida y ausente como respuesta, antes de espolear su montura y girar en direccion al
sur y las tierras desnudas que bordeaban la tundra.
—Sin escolta, blanca como una enferma, y con una expresion en los ojos como si le acabaran de decir el dia de su propia muerte... —Niahrin no se dio cuenta de que habia hablado en voz alta hasta que
—No esss una mujer feliz —dijo la loba—. ?Adonde crees que iba?
—Solo la Madre lo sabe. —Niahrin dirigio una rapida mirada al amenazador cielo—. Pero si tiene intencion de cabalgar lejos todo lo que obtendra sera quedar empapada. De todos modos, eso es cosa suya; yo no soy quien