El pensamiento paso de forma repentina y asombrosa por su mente, y se le puso la carne de gallina. «?Excepto quien?» No pudo responder a la pregunta, pero en ese momento el miedo volvio a atenazarla furioso. Habia algo alli fuera, algo en la tundra... «Una larga sombra, y una puerta, y no debo, no debo, NO DEBO...»

Se vio liberada violentamente del terror que la paralizaba cuando el caballo relincho de improviso con un relincho fuerte y prolongado, los flancos temblando bajo ella. El animal miro hacia la derecha; sus patas golpearon el suelo y enviaron una lluvia de piedras sueltas rodando por la ladera, e Indigo vio lo que habia atraido su atencion. Se acercaba otro caballo, que ascendia con cuidado por la loma. Era una criatura totalmente blanca, y sobre su lomo habia una mujer joven, menuda y delgada, coronada. por una

brillante melena de cabellos rojo dorados.

Indigo solo habia visto a la reina Brythere en una ocasion —y apenas por unos instantes— en el gran salon, pero el llamativo cabello era inconfundible. Brythere contemplaba a Indigo con atencion y se percibia un claro aire agresivo en su postura mientras espoleaba a su montura hacia adelante. En cuanto se encontro al alcance de la voz, grito:

—?Que haces aqui? ?Que quieres? —Su voz sonaba aguda y enojada. Indigo tenia aun los nervios alterados por la repentina punzada de terror, y mentalmente se puso en guardia.

—?Que quereis decir? —Tenso las riendas con dedos torpes, y el caballo agito la cabeza nervioso—. ?No quiero nada!

Brythere detuvo su montura en seco, y su ofendida mirada acribillo a la extranjera que habia osado dirigirse a ella con tan poco respeto.

—?Te han enviado desde Carn Caille a espiarme? —exigio.

—?No, no me han enviado! —replico Indigo—. No tengo interes en vos. ?Por que habria de tenerlo?

Brythere se mostro claramente sobresaltada. Luego profirio una carcajada nerviosa.

—?Encuentro tus modales muy impertinentes, senora! ?Sabes quien soy?

—Si. —Indigo estaba mas tranquila ahora, y su voz no mostraba emocion—. Sois la esposa del rey. —Se pregunto de improviso por que habia dicho aquello; «la esposa del rey», no «la reina». Curioso.

Brythere fruncio la menuda y bien dibujada boca.

—Si, soy la reina Brythere. ?Y tu eres...?

—Me dicen que mi nombre es Indigo.

—Oh... —La expresion y porte de Brythere cambiaron—. Oh... la mujer que lleva el nombre del color del luto. La que ha perdido la memoria. —Hizo una pausa, miro con atencion al caballo y luego con mayor atencion aun el rostro de Indigo—. Estabas en la audiencia publica ayer, ?verdad? Con ese hombre rubio, el marinero scorvio. Os vi, justo antes... —Entonces decidio no finalizar la frase. Una extrana sonrisita, casi una mueca, asomo a las comisuras de sus labios, y bruscamente parecio tranquilizarse—. No, ellos no te habrian enviado a ti a seguirme. Muy bien, pues; puedes acompanarme. Cabalgaremos juntas de regreso a Carn Caille.

El veloz cambio de actitud desconcerto a Indigo, quien nego con la cabeza.

—No quiero regresar —anuncio—. Aun no.

—?Que? ?Prefieres cabalgar bajo esta lluvia torrencial, y arriesgarte a coger un resfriado o algo peor? — Haciendo caso omiso del hecho de que ella misma habia hecho precisamente lo mismo, Brythere volvio a reir. La carcajada resulto artificial—. ?Que tonteria! Ademas, el caballo que montas es uno de los mios, y no pienso permitir que se exponga al mal tiempo de forma innecesaria. Regresaremos juntas.

La cuestion del caballo obligo a Indigo a ceder, pues, a menos que estuviera dispuesta a regresar a pie a la ciudadela, no estaba en posicion de discutir. Cedio de mala gana, y los dos animales giraron para regresar a casa. Durante unos minutos ninguna de las dos mujeres hablo; luego, inesperadamente, Brythere pregunto:

—?Que hacias en la loma?

—Nada importante. —Indigo la miro de reojo.

Tuvo la impresion de que Brythere no la creia.

—Me diste la impresion de estar mirando algo —dijo la reina.

—Solo el paisaje..., lo poco que podia ver de el.

—?La tundra?

—?Por que?

La pregunta mostraba ahora un tono afilado, e Indigo arrugo la frente.

—?Deberia tener un motivo especial?

—No; pero parece una eleccion curiosa. Despues de todo no es lo que pudieramos llamar una vista atractiva. —La reina realizo un curioso gesto que parecia estar a medio camino entre un encogimiento de hombros y un escalofrio—. Pero lo cierto es que incluso el mas desolado de los paisajes puede resultar mas agradable que la otra eleccion.

Unos dedos helados rozaron la espalda de Indigo.

—?La otra eleccion? —repitio con cautela.

—Soportar las pesadillas que frecuentan las paredes de Carn Caille... —Por un momento el tono de Brythere fue pesaroso; luego, bruscamente, sus modales cambiaron otra vez y reaparecio en su rostro la brillante y poco convincente sonrisa—. Al fin y al cabo —dijo con estudiada indiferencia—, hay momentos, ?no es asi?, en los que cualquier sitio puede resultar tedioso. Aun el propio hogar.

Indigo la miro sorprendida. Entre una frase y la siguiente la reina habia borrado el impacto de su primera observacion, retorciendola hasta convertirla en un comentario inofensivo. Era como si hubiera descartado —o incluso olvidado— que por un instante habia revelado por completo sus mas intimos pensamientos. Pero, al hacerlo, habia provocado en Indigo una turbadora sacudida.

Desde su primer y breve encuentro, la muchacha habia tenido muy claro que habia algo muy raro en la joven reina. No sabia exactamente el motivo de la reyerta del dia anterior en el gran salon, ya que, cuando los hombres que luchaban irrumpieron en el interior, Vinar la habia empujado detras de el para que estuviera a salvo y su enorme mole le habia impedido ver nada, y en medio de todo aquel escandalo no habia conseguido entender lo que gritaba el intruso. Pero habia visto como se llevaban a Brythere de la sala, al parecer desmayada, y luego por la noche habia escuchado los lejanos gritos que la habian devuelto a la realidad despues de la terrible pesadilla sufrida, gritos que, segun habia descubierto, procedian de los aposentos de la reina. En ese momento Indigo se hallaba demasiado aturdida para percibir demasiados detalles; habia salido al pasillo, pero un criado que pasaba corriendo le habia asegurado que no habia nadie herido y que no habia nada de que preocuparse.

Esta manana, sin embargo, habia averiguado el resto de la historia. Estas perturbaciones, al parecer, sucedian con regularidad, pues la reina se veia atormentada por pesadillas frecuentes y periodicas. El locuaz criado que le habia ofrecido tal informacion insinuo alguna forma de neurastenia, e Indigo se habia preguntado en un principio si Brythere no estaria loca. Pero la idea desaparecio en cuanto el sirviente dejo escapar inadvertidamente la naturaleza de los terrores de la reina: noche tras noche, Brythere sonaba que alguien intentaba asesinarla.

Escogiendo las palabras con cuidado, y sin dejar de observar a la reina de reojo, Indigo dijo:

—Habeis hablado de padecer pesadillas, senora. Yo tambien tuve una pesadilla anoche. Tengo entendido que fue... parecida a la vuestra.

Brythere volvio la cabeza violentamente.

—?Parecida?

—Un asesino. Con un cuchillo.

La boca de la reina se movio unos instantes, como si hubiera estado a punto de gritar. Luego echo hacia atras la cabeza, haciendo volar gotas de lluvia de la empapada masa de sus cabellos.

—Lo que acabas de revelar no me sorprende, Indigo. —Sus labios hicieron una nueva mueca—. Desafiaria a cualquiera a vivir un tiempo entre esas paredes sin sonar tales cosas. —Hubo una larga pausa, mientras los caballos seguian avanzando al trote—. Pero no debes preocuparte por ello. Tu no tienes nada que temer. Ese, creo, es mi privilegio.

La nota de amargura habia vuelto a aparecer en su voz. Perpleja, y un poco desconcertada, Indigo quiso preguntar que era lo que Brythere habia querido decir con su enigmatico comentario, pero antes de que pudiera formular una pregunta la reina volvio a hablar.

—Preferiria no hablar mas del tema de los suenos —declaro con firmeza—. No es ni divertido ni agradable. ?Me explico con claridad?

—Si. Aunque... —respondio Indigo con un suspiro.

?No! —El tono de Brythere era firme, casi feroz—. Por favor. Nos limitaremos a

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