cabalgar, y a no decir nada mas. —Sacudio las riendas de su yegua—. ?Oh!, una cosa mas. Es probable que el rey haya enviado hombres a buscarme, y puede que encontremos a la partida de busqueda antes de llegar a las puertas. Si es asi, no quiero que repitas una palabra de esta conversacion a nadie.

—Como deseeis.

Indigo comprendio que de nada servia intentar discutir con ella. Brythere no se dejaria convencer para revelar el secreto que se ocultaba bajo sus suenos. Pero las palabras de la reina la obsesionaban. «Desafiaria a cualquiera a vivir un tiempo entre esas paredes sin sonar tales cosas.» Tal vez, penso Indigo, el secreto tenia menos que ver con Brythere que con el mismo Carn Caille.

Aparto ese pensamiento de su cabeza y se concentro en el sendero que seguian. Los dos caballos habian acelerado el paso sin que los instaran a ello, presintiendo que se dirigian a casa y ansiosos por la comodidad y abrigo de sus establos. Por entre la lluvia, Carn Caille se alzaba cada vez mas cerca, solido y un tanto lugubre, mientras que a lo lejos, a su izquierda, el bosque se extendia en una enorme mancha de color gris verdoso. Al mirarlo, Indigo percibio una debil resonancia que podria haber sido un recuerdo perdido —un mar encrespado extendiendose de horizonte a horizonte, y el balanceante trote de su montura como el bamboleo de la cubierta de un barco— y, como habia hecho en tantas ocasiones anteriores, intento atrapar la atormentadora insinuacion y obligarla a mostrarse con claridad. Pero su cerebro se resistio a sus esfuerzos, como siempre hacia, y el recuerdo se nego a materializarse. Volvio a suspirar, y estaba a punto de desviar la mirada cuando vio algo que salia del linde del bosque y se dirigia a Carn Caille. Por un momento, desdibujado por el mal tiempo, dio la impresion de que uno de los arboles se habia separado de sus companeros y se deslizaba por el prado en direccion a la fortaleza; luego, bruscamente, se detuvo, e Indigo comprendio que quienquiera que fuera las habia visto.

Senalo el prado, atrayendo la atencion de Brythere. —Si el rey ha enviado gente a buscarnos, senora, creo que uno de ellos al menos nos ha descubierto.

Brythere dio un tiron a las riendas de su montura, la cual se paro en seco resbalando sobre el suelo mojado. —?Donde? —Atisbo en la penumbra—. No veo a nadie. —Ahi —senalo Indigo—. A mitad de camino entre Carn Caille y el limite del bosque. —La lejana figura era la de un hombre, como pudo comprobar ahora; estaba envuelto en una capa y era imposible distinguir ningun detalle de su cuerpo o rostro, pero su figura y forma de andar no eran las de una mujer. Y volvia a moverse ahora—. Nos ha visto. Viene hacia nosotras.

La yegua de Brythere se sacudio de repente, y la reina dio un violento tiron a las riendas.

—?Quieta, bestia estupida! —Luego dirigio una amplia sonrisa a Indigo—. Apenas puedo distinguirlo. Debes de poseer una vista excelente, supongo que por haber pasado la vida en el mar. ?Ah, bien!, seguiremos adelante. No puede tratarse de Ryen porque iria a caballo, y no pienso dejarme intimidar por criados. Vamos.

Espoleo a la yegua al frente de nuevo y ambas echaron a trotar sobre la hierba. La lejana figura seguia dirigiendose hacia ellas, aunque ahora su trayectoria parecia algo irregular, como si el camino se hubiera vuelto accidentado.

Y, aunque no podia estar segura, a Indigo le parecio escuchar que el viento transportaba un sonido ahogado que se superponia al constante siseo de la lluvia. El sonido de alguien que gritaba...

—Montas muy bien para ser un marino, Indigo. —La voz de Brythere interrumpio de repente los pensamientos de la joven—. Supongo que no puedes recordar, ahora, donde aprendiste...

—No. —Indigo clavo los ojos en los de la reina.

—Es una lastima. Podria haber...

No termino de hablar. Habia vuelto a tirar de las riendas, obligando a la yegua a ir al paso a su pesar, e Indigo siguio adelante varios metros antes de darse cuenta y hacer lo propio para mirar a su espalda, perpleja.

—?Senora...?

Brythere tenia los ojos fijos en la figura que se acercaba, y que ahora seguia una trayectoria que les cortaria el paso antes de que llegaran a Carn Caille. La reina temblaba violentamente.

—?Detente! —siseo—. ?Deprisa!

Indigo obligo a su montura a detenerse, controlandola con firmeza cuando esta

intento resistirse. La reina permanecia rigida en su montura.

—?Quienes? —exigio Brythere, la voz ronca por el miedo—. ?Quien es?

—No lo se. —Curiosa, y desconcertada por su tono de voz, Indigo la miro de soslayo—. Un hombre, pero no puedo distinguir detalles desde aqui.

—?Viene hacia nosotras! —Brythere empezo a temblar otra vez—. ?Se esta colocando entre nosotras y la ciudadela!

Confusa, Indigo intento tranquilizarla.

—Pero... no es mas que un solo hombre, como dijisteis; probablemente uno de vuestros propios criados.

—?No! —exclamo Brythere—. ?No, es el ?Se que es el!

De pronto, espoleo los costados de su yegua con violencia y lanzo al animal a un galope continuado. Demasiado sobresaltada para reaccionar, Indigo vio como la yegua blanca, una mancha en la lluvia, volaba sobre el terreno a una velocidad suicida mientras la reina cabalgaba desesperadamente en direccion a las puertas de Carn Caille. Intentaba ganar a la figura tambaleante que ahora giraba para interceptarla; a trescientos metros de la ciudadela sus caminos se cruzaron, e Indigo vio que los brazos del hombre se agitaban en el aire intentando atrapar a Brythere. Llego demasiado tarde. La reina paso al galope a menos de tres pasos de sus manos; estas se cerraron en el vacio, y el hombre se desplomo pesadamente sobre el suelo.

Alarmada, Indigo espoleo su caballo hacia la figura caida. Brythere se detuvo algo mas adelante e hizo girar el caballo para mirar atras; su voz cubrio la distancia entre ambas, aunque Indigo no pudo oir lo que gritaba. Todo lo que pensaba era que el extrano podia haber chocado con el caballo de la reina y estar herido, pero al acercarse vio que se movia y se ponia en pie vacilante. Cuando estuvo lo bastante cerca para verlo con claridad comprendio que era lo que le sucedia. El hombre no estaba herido... pero si borracho. De nuevo en pie, se balanceaba como un arbolillo en un vendaval, y se esforzaba por sacar de entre los pliegues de su mugrienta capa un odre de vino sin tapon; derramo su contenido sobre si mientras luchaba neciamente, sin dejar ni un momento de farfullar en una ininteligible voz sin expresion. No obstante su estatura, mayor de lo normal, Indigo se dio cuenta de que era un anciano. Mechones de grasientos cabellos blancos se escapaban de debajo de la capucha de su capa, y las manos que se aferraban al odre estaban arrugadas y deformadas, Indigo sintio una oleada de repugnancia pero fue incapaz de seguir galopando y dejarlo ahi en ese peligroso estado. Hizo girar la cabeza de su montura y empezo a acercarse a el.

—?Indigo! —La voz de Brythere aullo enloquecida desde la distancia que las separaba—. ?Indigo no, no!

En el mismo instante en que la reina gritaba, Indigo vio que detras de ella las puertas de Carn Caille se habian abierto y salian varios jinetes. Brythere volvio a gritar, y un hombre voceo una respuesta; la voz parecia la de Ryen, y al dirigir una veloz mirada a la ciudadela Indigo vislumbro al rey a la cabeza de los jinetes que se acercaban. El anciano tambien habia visto a los jinetes, y proferido un alarido sorprendente, casi el ganido de dolor de un animal. Sus manos se inmovilizaron de golpe; el odre de vino cayo al suelo, y su contenido se derramo sobre la hierba. Luego, en lo que parecio ser un arranque de terror o rabia o ambas cosas, una voz cascada y frenetica surgio de debajo de la capucha y chillo a los hombres que se aproximaban.

—?Regresad! ?Dejadme! ?DEJADME EN PAZ!

Con una velocidad y agilidad sorprendentes, el anciano dio media vuelta y echo a correr, Indigo estaba detras de el; el hombre no la habia visto, y el caballo levanto las patas delanteras cuando el hombre se precipito directamente contra ellos. Profiriendo un nuevo ganido, el anciano se desvio a un lado a tiempo de evitar la colision, pero perdio el equilibrio, dio un traspie y estuvo a punto de caer. Mientras agitaba los brazos violentamente para recuperar el equilibrio, la capucha de la capa cayo hacia atras, y, justo antes de que se enderezara y echara a correr como una liebre, Indigo pudo verle el rostro.

Y la sorpresa la sacudio como un mazazo al reconocer al hombre que, la noche anterior en sus suenos, habia intentado asesinarla.

CAPITULO 12

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