de salvamento habia visto a un perro entre aquellos infortunados; el animal estaba vivo y consciente y nadaba valientemente en un esfuerzo por llegar a la orilla, pero tambien el se habia visto arrastrado. El mar arrojaria a la mayoria de los cadaveres a lo largo de la costa durante los proximos dias, pero por el momento los hombres de la orilla no tenian tiempo para llorar a los muertos. Lo que importaba ahora era auxiliar a los vivos.

A algunos, no obstante, ya no se los podia ayudar: tres davakotianos, dos hombres y una mujer; varios hombres procedentes del continente oriental; un anciano y arrugado scorvio, y un gran numero de otros, algunos ahogados, algunos destrozados contra las rocas antes de ser arrastrados a la orilla por las olas. De entre los supervivientes tres estaban malheridos, entre ellos una mujer cuya embarrada melena de cabellos castano rojizos cubria la senal de un terrible golpe en la cabeza, pero los restantes habian sufrido menos golpes, y mientras sacaban al ultimo hombre del agua uno o dos empezaron a dar senales de recuperar el conocimiento.

El vendaval empezaba ya a amainar. Su aullido se habia convertido ahora en un silbido hueco que se entremezclaba con el rugir del mar para silbar con fuerza en los oidos, y en aquellos momentos era casi imposible mantenerse erguido sin ser doblado por el viento. Por el este, una fina y maliciosa cuchilla de fria luz blanca que se abria paso por una abertura entre las nubes indicaba la llegada del amanecer, y a medida que la luz adquiria fuerza se fue haciendo mas patente el alcance del naufragio. El Buena Esperanza yacia sobre los arrecifes, con el casco partido en dos y los mastiles aplastados extendidos en direccion a la playa como dedos que intentaran desesperadamente encontrar un asidero. La playa estaba cubierta de restos; no tan solo palos y maderas procedentes del barco mismo sino tambien restos de su carga, barriles, fardos y caias, y grandes pedazos de hierro balanceados por el mar con el mismo descuido que si fueran astillas. En medio de los desechos y los montones de algas que cubrian los guijarros de la playa se veian una docena o mas de pequenos grupos de hombres, cada grupo trabajando obstinadamente para reanimar a un superviviente del naufragio. La marea habia cambiado y empezaba a descender, aunque las olas seguian bullendo y rugiendo; y, a medida que el terror y el tumulto del rescate tambien disminuian, aparecia la consabida fatiga. Mientras el alba daba paso al nuevo dia llego otro grupo procedente del pueblo; formando parte de el iban algunas mujeres que llevaban mantas y frascos de reconstituyentes a base de hierbas. Se abrigo convenientemente a los exhaustos nadadores, se los condujo por el sendero del farallon de regreso a casa a comer y descansar, y se dispusieron improvisadas camillas para trasladar al pueblo a las victimas del naufragio. Dos —un davakotiano y un scorvio grandullon y fornido— estaban totalmente conscientes y podian andar con un poco de ayuda, y poco a poco rescatadores y rescatados fueron abandonando desordenadamente la playa. En menos de una hora la ultima camilla iniciaba el ascenso por el camino del acantilado, menos peligroso ahora que el vendaval habia amainado. Nadie del grupo de rescate volvio la cabeza para contemplar el destrozado casco encallado en los arrecifes que habia sido el Buena Esperanza. La playa quedo a merced del azote del viento, de la atronadora marea que empezaba a descender y de las gaviotas carroneras.

—?Si, ya se; ya se lo que dices, y lo comprendo! —Vinar agito las manos con fuerza como si al hacerlo pudiera dar a su suplica mayor enfasis—. Pero lo que quiero saber es si ella se pondra bien. ?Quiero saberlo!

—?Vinar, dejalo estar! —El capitan Brek poso una mano sobre el brazo del corpulento marinero—. El medico hace todo lo que puede por Indigo, lo sabemos. No ha transcurrido ni un dia; no puedes esperar que despierte necesariamente ya.

—De todos modos, es mejor para ella que no recupere todavia el conocimiento —dijo el medico, un hombre de mediana edad y cabellos castanos—. La mejor respuesta a un golpe como este es dormir. —Dedico una ojeada a Vinar, luego a Brek, cuyos ojos revelaban su extremo agotamiento—. Los dos deberiais regresar a vuestros alojamientos y a vuestras camas. Os avisare en cuanto haya algo que contar, pero hasta entonces no podeis ayudarla ni a ella ni a los otros esperando aqui.

La mano de Brek se cerro con mas fuerza sobre el brazo de Vinar.

—Vamos. El medico tiene razon; no hacemos mas que molestar. Ven conmigo, y nos tomaremos una copa o dos, ?eh? Luego los dos seguiremos el consejo de este buen hombre y nos iremos a dormir.

A pesar de doblar a Brek en tamano, Vinar cedio ante la autoridad de su capitan. Sus azules ojos dedicaron una ultima mirada a la puerta cerrada tras la que yacia Indigo.

—De acuerdo, ire —repuso con un suspiro—. Pero si ella muere...

—Estoy seguro de que no tienes por que temer eso —contesto el medico con una sonrisa—. El golpe ha sido fuerte, pero no se ha roto el craneo y no hay senales de que se haya acumulado sangre bajo la herida. Creo que todo lo que ella necesita ahora es descanso, y cuidados y prudencia cuando despierte.

Vinar no se sentia satisfecho, pero dejo que Brek lo sacara de alli y lo condujera a la casa donde ambos se alojaban. Los habitantes del pueblo de pescadores habian acudido rapida y generosamente en ayuda de los supervivientes, y casi cada casa alojaba ahora de forma temporal a uno o mas de los tripulantes del Buena Esperanza. Habian transformado una de las casas en enfermeria, y alli los tres marineros malheridos, junto con varios otros que padecian conmocion y los efectos del agua y el frio, habian quedado al cuidado de dos medicos locales. La tempestad se habia extinguido por fin alrededor del mediodia, y, en medio del extraordinario silencio que a menudo sigue a tales tormentas, los hombres del pueblo habian descendido a la bahia para rescatar todo lo que pudieran del navio encallado en la playa. Ahora la oscuridad habia vuelto a caer, con un cielo despejado y una luna llena; los grupos de rescate habian regresado, los medicos habian hecho todo lo que podian por los heridos, y todo lo que quedaba era aguardar y esperar que poco a poco se recuperaran por completo.

El capitan Brek calculaba que mas de la mitad de su tripulacion habia sobrevivido. Era, como habia explicado al medico, poco menos que un milagro, y aunque lo afligia profundamente la perdida de vidas humanas, no por ello dejaba de dar fervientes gracias a la Madre del Mar por haber permitido que se salvaran tantos. Se habia enviado un mensajero al puerto de Ranna para comunicar el desastre y el numero de supervivientes, y habria literas disponibles en otros barcos para todos los que las quisieran una vez que estuvieran en condiciones de zarpar en direccion a sus paises de origen. Brek sabia que algunos desdenarian tal idea y simplemente se contratarian con otros patrones; el mismo tenia intencion de regresar a Huon Parita, donde estaba seguro de que se le ofreceria un nuevo barco. Ningun armador inteligente culpaba a un capitan —en especial a un capitan davakotiano, y uno con tanta experiencia como Brek— por la perdida de una nave; era uno de los peligros del mar y un riesgo que debia correrse. Brek no seria denigrado ni caeria en desgracia por el hecho de que sus esfuerzos por salvar el Buena Esperanza hubieran sido vanos. Pero le quedaria el recuerdo, y este siempre lo perseguiria.

Curiosamente, una de las cosas que mas lo entristecia era la perdida de Grimya. Tanto el como toda la tripulacion se habian encarinado con la loba durante el viaje, y tambien era muy consciente del vinculo que existia entre ella e Indigo. Resultaria una triste tarea dar la noticia a Indigo, quien sin duda lo tomaria muy mal. Sin embargo, no existia la menor duda de que Grimya se habia ahogado; si los hombres mas fuertes no habian podido hacer nada ante aquel mar embravecido, ?que posibilidades de supervivencia podria haber tenido un animal?

Brek y Vinar llegaron a la casa donde se hospedaban y entraron. La esposa de su anfitrion se encontraba alli; tras meter en la cama a sus hijos, les entrego recipientes de caldo caliente junto con hogazas de pan de avena. Luego, sin hacer caso de sus protestas, los condujo a la habitacion que compartian bajo el alero, y respondio a las nerviosas suplicas de Vinar con la promesa de que lo despertaria en cuanto el medico hiciera llegar noticias de la mujer. Brek se sumio al momento en un pesado y atribulado sueno, pero Vinar, por su parte, permanecio un rato sentado ante la pequena ventana, contemplando la tranquila noche mientras lo corroia la preocupacion. Por fin, ni siquiera el pudo resistir la influencia del agotamiento; su cabeza cayo al frente hasta reposar sobre sus brazos cruzados, y fue hundiendose en una inquieta inconsciencia.

La luna se ponia ya cuando Indigo desperto. Al empezar a moverse, murmurando y dando vueltas en su jergon, la muchacha que habia estado velandola toda la noche se puso en pie rapidamente y cruzo la habitacion para contemplarla a la luz de una vela protegida por una pantalla. Lo que vio la hizo abandonar de inmediato la habitacion para despertar al medico.

En cuanto recupero el conocimiento, lo primero que advirtio Indigo fue un sordo dolor punzante en la cabeza. ?Habia bebido demasiado?, se pregunto vagamente. No..., no era bebida; no recordaba haber bebido. Alguien habia irrumpido en su habitacion — no, no en su habitacion, no era eso—, pero habian entrado gritando y...

y..... —?Indigo? —Una voz de hombre sono con suavidad cerca de ella—. ?Eres

Indigo, verdad?

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