companeras de la congregacion que aquello era «extremadamente desagradable, ni mas ni menos que una de esas historias que se cuentan de la decadencia romana, amigas mias, y que si esa mujer se figura que va a meterse el pueblo en el bolsillo como si fuera la reina de Saba… porque no hay mas que ver como se pavonea con esa hija ilegitima suya como si… ?y los bombones? pues no son nada del otro jueves y encima, amigas, carisimos…». La conclusion general a la que habian llegado las senoras era que «aquello», lo que fuera, no iba a durar. Dentro de quince dias habria desaparecido del pueblo. Sin embargo, desde ayer se ha doblado el numero de mis clientes, entre ellos muchas amiguitas de madame Clairmont. Entraban con un brillo en los ojos, pero con cierta verguenza, diciendose mutuamente que lo hacian por curiosidad, por nada mas, que lo unico que querian era ver aquello con sus propios ojos.
Yo se cuales son sus apetencias. Se trata de un don especial, un secreto profesional como el arte de la quiromantica que lee en la palma de la mano. Mi madre se habria reido de mi viendo como desperdiciaba mis facultades, pero yo no queria sondear mas alla en sus vidas. No quiero conocer sus secretos ni sus pensamientos mas intimos. Tampoco sus miedos ni su gratitud. Con carinoso desprecio ella habria dicho de mi que era una alquimista civilizada y que practicaba una magia de andar por casa cuando habria podido hacer maravillas. Pero a mi me gusta esta gente. Me encantan sus pequenas e intimas inquietudes. ?Es tan facil leer en sus ojos y en sus bocas! Esta, con esa pizca de amargura, se deleitara con mis roscos de piel de naranja. Esta otra, con su sonrisa dulce, sabra apreciar mis corazones de albaricoque, de interior blando. A esa chica de cabellos volanderos le gustarian los mendiants. Esta mujer alegre y vivaracha sabria saborear los brasiles de chocolate. Para Guillaume las florentinas, que se comera en un plato en su pulcra casa de soltero. La apetencia de Narcisse por las trufas de chocolate doble demuestran que, debajo de su apariencia de pocos amigos, late un gran corazon. Esta noche Caroline Clairmont sonara con cenizas de toffee y se despertara irritada y famelica. Y para los ninos… virutas de chocolate, botones blancos con fideos de todos colores, pain d’epices de bordes dorados, frutas de mazapan en sus nidos de papel rizado, caramelos duros de cacahuete, racimos, galletas, todo un surtido de multiples formas en cajas de medio kilo… Vendo suenos, pequenos consuelos, dulces e inofensivas tentaciones que provocan toda una multitud de santos machacamientos entre avellanas y turrones…
?Que tiene de malo?
Por lo visto el cure Reynaud cree que algo de malo tendra.
– ?Ven aqui, Charly! ?Ven!
La voz de Guillaume adquiere un tono calido cuando habla con su perro, pero tambien un matiz de tristeza. Se compro el perro cuando murio su padre, segun me ha contado. Ocurrio hace dieciocho anos. Pero la vida de un perro es mas corta que la de un hombre, dice, y por esto han envejecido los dos a un tiempo.
– Lo tiene aqui -me indica una protuberancia debajo de la barbilla de Charly, mas o menos del tamano de un huevo de gallina-. Va creciendo -hace una pausa durante la cual el perro se despereza sensualmente mientras mueve una pata y deja que su amo le rasque la barriga-. El veterinario dice que no hay nada que hacer.
He empezado a comprender esa mirada de pena y de carino que veo en los ojos de Guillaume.
– Uno no sacrificaria a un anciano -me dice lleno de excitacion- si todavia tuviera… -lucha por encontrar las palabras justas-… una cierta calidad de vida. Charly no sufre. De veras que no -asiento con la cabeza, consciente de que quiere convencerme-. Los medicamentos mantienen a raya la enfermedad.
«De momento.» He oido las palabras aunque no las haya pronunciado.
– Cuando llegue la hora, se que tengo que hacer -su mirada es dulce pero se ha llenado de panico-. Sabre que debo hacer. No tendre miedo.
Le vuelvo a llenar el tazon de chocolate sin decir palabra y espolvoreo la espuma con cacao en polvo, pero Guillaume esta tan absorto en el perro que no se da cuenta siquiera. Charly sigue retozando panza arriba y mueve la cabeza de un lado a otro.
– M’sieur le Cure dice que los animales no tienen alma -dice Guillaume con voz suave-. Dice que yo deberia librar de penas a Charly.
– Todo tiene alma -le respondo-. Eso me decia mi madre. Todo.
Guillaume asiente con la cabeza, solo en su circulo de miedos y pesares.
– ?Que haria yo sin el? -pregunta con la cabeza vuelta hacia el perro, lo que hace que me percate de que se ha olvidado de mi presencia-. ?Que haria yo sin ti?
Detras del mostrador, cierro el puno obedeciendo a un impulso de ira silenciosa. Conozco esa mirada -miedo, remordimiento, avidez-, la conozco muy bien. Es la mirada que vi aquella noche en el rostro de mi madre el dia que hablo con el Hombre Negro. Estas palabras de Guillaume -«?Que haria yo sin ti?»- son las mismas que ella estuvo murmurando en mi oido a todo lo largo de aquella noche de dolor. Y cuando me miro en el espejo, la ultima cosa que hago al final de cada dia o cuando me despierto con el creciente temor… o el conocimiento… o la certidumbre de que mi hija se me escapa, de que la pierdo, de que voy a perderla como no encuentre El Lugar… tambien es esa mirada la que veo en mis ojos.
Echo los brazos al cuello de Guillaume. Su cuerpo se tensa un momento porque no esta acostumbrado al contacto con mujeres, pero en seguida se distiende. Noto todo el poder de esa tristeza suya que se escapa a borbotones de su cuerpo.
– Vianne -murmura con voz queda-, Vianne.
– No le importe sentirse de esa manera -le digo con decision-. Esta en su derecho.
A nuestros pies, Charly ladra indignado.
Hoy hemos recaudado casi trescientos francos. Por vez primera, lo bastante para quedar a la par. Se lo he comunicado a Anouk cuando ha llegado de la escuela, pero me ha parecido que no me prestaba atencion y que su expresion, normalmente animada, hoy estaba indiferente. Tenia los ojos cargados, oscuros como el cielo que anuncia tormenta.
Le he preguntado que le pasaba.
– Es Jeannot -dice con voz monocorde-. Su madre no le deja jugar conmigo.
Me acuerdo de Jeannot, disfrazado de Lobo el Mardi Gras de carnaval, un arrapiezo flacucho de siete anos, cabello hirsuto y expresion de desconfianza. Anoche, sin ir mas lejos, el y Anouk habian estado jugando en la plaza, corriendo de aqui para alla y profiriendo arcanos gritos de guerra hasta que la luz comenzo a declinar. Su madre es Joline Drou, una maestra de primaria, companera de Caroline Clairmont.
– ?Por que no? -digo con voz neutra-. ?Ha dicho por que?
– Dice que soy una mala compania para el -y me dirige una mirada aviesa-, porque no vamos a la iglesia… y porque abres la tienda los domingos.
Abro la tienda los domingos.
La miro. Me entran ganas de abrazarla, pero la veo tan rigida y hostil que me siento alarmada. Trato de hablarle con calma.
– ?Y que dice Jeannot? -le pregunto con voz suave.
– El no puede hacer nada, porque ella esta siempre vigilandolo -Anouk levanta la voz, que adquiere un tono estridente, al borde de las lagrimas-. ?Por que tiene que ocurrir siempre lo mismo? -pregunta-. ?Por que nunca…? - pero se interrumpe con esfuerzo, su pecho plano y jadeante.
– Pero tienes otros amigos…
Es la verdad. Anoche la vi con cuatro o cinco companeros mas, la plaza resonaba con su alboroto y con sus risas.
– Son amigos de Jeannot.
Se que quiere decir. Eran Louis Clairmont, Lise Poitou… los amigos de Jeannot. Sin el, el grupo no tardara en dispersarse. Siento una subita angustia por mi hija, la veo rodeada de amigos invisibles con los que pretendera llenar el vacio a su alrededor. Es egoismo por mi parte pensar que una madre puede colmar este espacio. Egoismo y ceguera.
– Podriamos ir a la iglesia, si tu quieres -le digo con voz suave-, pero ya sabes que esto no cambiaria las cosas.
Y en tono acusador me increpa:
– ?No? ?Por que? Ellos tampoco creen. A ellos Dios les importa un rabano. Van a la iglesia y sanseacabo.
Sonrio, no sin cierta amargura. No tiene mas que seis anos y ya consigue sorprenderme con certeros atisbos ocasionales.
– Quiza tengas razon -le digo-, pero ?quieres ser como ellos?