afincado en Marsella, importa el cacao directamente de America del Sur y tiene una fabrica donde lo convierte en chocolate de diversa concentracion.
Yo solo me sirvo del mejor. Los bloques de cobertura son poco mas grandes que ladrillos de construccion, una caja de cada uno por entrega, de los tres tipos: oscuro, con leche y blanco. Para transformarlo al estado cristalino hay que amasarlo, lo que le da una superficie dura y quebradiza y un brillo especial. Hay confiteros que lo compran ya amasado, pero a mi me gusta hacerlo yo. Es maravilloso manipular los bloques opacos de la cobertura y pulverizarlos a mano -jamas he usado batidoras electricas-en los grandes recipientes de ceramica, fundirlos despues, removerlos, comprobando con el termometro de azucar cada uno de esos entretenidos pasos hasta que se consigue el grado justo de calor para que se opere el cambio. Hay una especie de alquimia en la transformacion del tosco chocolate en esa especie de sabio oro falso, una magia de andar por casa que hasta mi madre habria sabido apreciar. Mientras trabajo se me van aclarando las ideas y respiro profundamente. Las ventanas estan abiertas y, de no ser por el calor de los fogones, de los recipientes de cobre, del vapor que despide la cobertura en fase de fusion, el aire que se cuela por ellas me daria frio. La mezcla de perfumes del chocolate, la vainilla, el cobre caliente y el cinamomo provoca mareo, esta cargada de sugestiones, transmite ese deje rudo y terrenal de las Americas, el aroma caliente y resinoso del bosque tropical. A traves de el viajo ahora, como hicieran en otro tiempo los aztecas con sus inquietantes rituales: Mexico, Venezuela, Colombia. La corte de Moctezuma. Cortes y Colon. El alimento de los dioses, burbujeante y espumoso, servido en tazones ceremoniales. El amargo elixir de la vida.
Quiza sea esto lo que capta Reynaud en mi tienda, un retroceso a epocas en que el mundo era un sitio mas grande y mas primitivo. Antes de Cristo -antes de que naciera Adonis en Belen o de que Osiris fuera sacrificado en la Pascua- se adoraba la habichuela del cacao. Se le atribuian propiedades magicas. En las gradas de los templos donde se hacian los sacrificios se tomaba aquel brebaje, sus extasis eran arrebatados y terribles. ?Eso es lo que se teme? ?La corrupcion por el placer, la transustanciacion sutil de la carne en recipiente de perversion? A el no le van las orgias de los sacerdotes aztecas. Y sin embargo, en los vapores del chocolate que ya se esta fundiendo hay algo que empieza a aglutinarse -mi madre lo llamaria vision-, algo asi como el dedo humeante de la percepcion que senala… senala…
?Ya esta! En un instante lo he captado. Sobre la brillante superficie se forma un torbellino de vapor y seguidamente otro, una pelicula palida que esconde a la vez que revela… Por un momento casi tengo la respuesta, el secreto que el esconde -incluso a si mismo- con tan temible prudencia, la clave que nos pondra a todos en movimiento.
Interpretar las visiones a traves del chocolate no es cosa facil. Son turbias, estan envueltas en los perfumes que exhala, unos vapores que enturbian la mente. Yo no soy como mi madre, que hasta el dia de su muerte retuvo un poder de prediccion tan grande que nos llevo a las dos a anticiparnos a el en desbocada y creciente confusion. Pero antes de que la vision se disipe estoy segura de haber visto algo: una habitacion, una cama, un viejo tendido en ella, sus ojos como agujeros despellejados en su rostro livido… Y fuego. Fuego.
?Eso he visto?
?Es ese el secreto del Hombre Negro?
Necesito conocer su secreto si hemos de quedarnos aqui. Y necesito quedarme. Cueste lo que cueste.
10
Miercoles, 19 de febrero
Una semana, mon pere. No hace mas que esto: una semana, aunque parezca que haya pasado mas tiempo. No entiendo por que tiene que perturbarme hasta ese punto, no hay duda sobre lo que es esta mujer. El otro dia fui a verla con el objeto de hacerla entrar en razon sobre la hora de apertura de la tienda el domingo por la manana. El sitio esta transformado, el aire embalsamado con mareantes aromas de jengibre y especias. Me esforce en no mirar los estantes donde se alinean los dulces, las cajas, las cintas, los lazos de color pastel, las almendras azucaradas en oleadas de oro y plata, las violetas confitadas y los petalos de rosa banados en chocolate. El sitio tiene mucho de tocador, reina en el una sensacion de intimidad, un perfume de rosas y de vainilla. En el cuarto de mi madre habia ese mismo ambiente, todo eran crespones, gasas y centelleos de luz que fulguraba en las facetas del cristal tallado, las hileras de frascos y jarrones de su tocador eran un ejercito de genios que esperaban la libertad. Hay algo malsano en toda esta concentracion de dulzores. Una promesa, satisfecha a medias, de cosa prohibida. Yo procuro no mirar ni oler.
Me saludo con bastante cortesia. La veo claramente en este momento, sus largos cabellos negros recogidos en un mono detras de la cabeza, los ojos tan oscuros que parece que no tenga pupilas, esas cejas absolutamente rectas que le dan un aire severo desmentido por el humor que refleja la curva risuena de sus labios, las manos cuadradas y funcionales, las unas muy cortas. No se pinta y, pese a esto, en su cara hay algo ligeramente indecente. Tal vez sea esa manera de mirar suya tan directa, la forma como sus ojos se entretienen observando y valorando lo que ven, ese pliegue permanente de ironia en sus labios. Y es alta, demasiado alta para ser mujer, tan alta como yo. Me mira a los ojos, con los hombros echados para atras y la barbilla desafiante. Lleva una falda larga, ondulante, color de fuego, y un jersey negro y cenido. Son colores que infunden sensacion de peligro, como si fuera una serpiente o un insecto dispuesto a picar que quisiera advertir con ellos a los enemigos.
Es mi enemiga. Lo adverti inmediatamente. Percibo su hostilidad y su desconfianza aunque me hable con voz contenida y en tono amable. Noto que me ha atraido hasta aqui para burlarse de mi, que sabe algun secreto que yo ni siquiera… pero esto es una tonteria. ?Que puede saber? ?Que puede hacer? Lo que ella ofende es mi sentido del orden, como un jardinero escrupuloso podria ofenderse al ver un sembrado de dientes de leon. La semilla de la discordia esta en todas partes, mon pere, y se desparrama, se desparrama.
Lo se. Pierdo la perspectiva. Pero debemos igualmente mantenernos vigilantes, usted y yo. Recuerde Les Marauds y los gitanos que desalojamos de las orillas del Tannes. Recuerde lo mucho que nos costo, cuantos meses esteriles de protestas y de cartas hasta que tomamos el asunto en nuestras manos. ?Recuerde los sermones que predique! Y que las puertas se me iban cerrando ante ellos una por una. Algunos comerciantes colaboraron al momento. Se acordaban de los gitanos que tuvimos aquella otra vez, las enfermedades, los robos y la prostitucion que trajeron consigo. Se pusieron de nuestra parte. Recuerdo que tuvimos que presionar a Narcisse que, por curioso que parezca, les habia ofrecido trabajo de verano en sus campos. Pero al final conseguimos echarlos a todos, a los hombres adustos y a las zarrapastrosas de sus mujeres, con su mirar descarado, y tambien a sus hijos descalzos y deslenguados y a sus perros famelicos. Se marcharon y por suerte dispusimos de voluntarios para limpiar toda la basura que nos dejaron. Bastaria una semilla de diente de leon para que regresaran, mon pere, usted lo sabe tan bien como yo. Y si ella es esa semilla…
Ayer hable con Joline Drou. Anouk Rocher va a la escuela local. Es una nina graciosa, con los cabellos negros como su madre y con una sonrisa espontanea e insolente. Parece que Joline encontro a su hijo Jean y a otros ninos jugando a no se que con esa nina en el patio de la escuela. Una influencia deleznable, por lo visto, adivinaciones y paparruchas parecidas, unos huesos y unos abalarios que arrojaba en el suelo… Ya le he dicho que las habia calado. Joline ha prohibido a Jean que vuelva a jugar con esa nina, pero es muy tozudo y se ha puesto enfurrunado. A esa edad lo unico que vale es la disciplina aplicada a rajatabla. Me he ofrecido a tener una conversacion con el nino, pero la madre se ha opuesto. Esa gente es asi, mon pere, son debiles, debiles. Cuantos habra que ya han roto las promesas que hicieron en cuaresma. Cuantos habra que ni siquiera pensaban observarlas. En lo que a mi se refiere, se que el ayuno me purifica. Solo ver la tienda del carnicero me revuelve el estomago; los olores cobran una intensidad tal que la cabeza me da vueltas. De pronto el olor a pan que sale por la manana de la tienda de Poitou me resulta insoportable, el tufo caliente de grasa que emana la rotisserie de la Place des Beaux-Arts es como un pozo que subiera directamente del infierno. Hace mas de una semana que no cato la carne, ni el pescado, ni los huevos, vivo de pan, sopas, ensaladas y tomo un solo vaso de vino los domingos y me siento purificado, pere, purificado… Ojala que pudiera hacer aun mas. Porque esto no es sufrir, esto no es penar. A veces pienso que me gustaria darles ejemplo, estar yo en aquella cruz y mostrarles que sangro, que padezco… Esa mujer, la bruja Voizin, se mofa de mi cuando pasa por mi lado con su cesta de comida. Es la unica de su familia de buenos feligreses que desprecia la Iglesia, me lanza una sonrisa burlona cuando se cruza conmigo y se aleja renqueando con el sombrero de paja sujeto a la cabeza con un panuelo rojo y ese baston con el que golpea las losas de la calle… Si aguanto ese tipo de cosas es solo por respeto a su edad, mon pere, y porque su familia se ha disculpado conmigo. Se ha