?verdad?

– Por supuesto que no. ?Y que les dijo?

– Que era un asunto confidencial. Asunto del Gobierno. Eso hara que trabajen mas aprisa.

– ?Y si el vicequestore se entera? ?Y si ellos se lo mencionan y le dicen que ha usado usted su nombre?

La sonrisa de la muchacha se hizo mas calida todavia.

– Les dije que el tendria que negar que estaba al corriente y que no le gustaria que le hablaran de ello. Ademas, me parece que estan acostumbrados a hacer cosas tales como controlar telefonos particulares y hacer listas de llamadas.

– Eso me parece a mi tambien -convino Brunetti. E incluso tenia la impresion de que se guardaban grabaciones de lo que ciertas personas decian durante esas llamadas, una idea paranoica que compartia con buena parte de la poblacion, pero no lo dijo a la signorina Elettra sino que le pregunto-: ?Existe alguna posibilidad de que nos las den hoy?

– Les llamare. A lo mejor esta tarde.

– ?Tendra la bondad de subirmelas si llegan, signorina?

– Naturalmente -respondio ella, volviendo a mirar el teclado.

El fue hacia la puerta, pero antes de llegar, tratando de aprovechar el clima de confianza de los ultimos minutos, dijo:

– Signorina, perdone la pregunta, pero siempre me ha intrigado por que vino a trabajar para nosotros. No todo el mundo renunciaria a un empleo en la Banca d'Italia.

Ella dejo de escribir, pero mantuvo los dedos en las teclas:

– Oh, me apetecia un cambio -respondio con naturalidad, y volvio a concentrarse en la escritura.

«Si, y los peces vuelan», pensaba Brunetti al subir a su despacho. Durante su ausencia, el calor se habia hecho torrido, por lo que abrio las ventanas unos minutos, aunque no del todo, para que no entrara la lluvia. Luego las cerro y volvio a su mesa.

La Capra y Semenzato: el misterioso personaje del Sur y el director del museo. El hombre acaudalado con pasion por el lujo y el director de museo bien situado para satisfacerla. Eran una pareja interesante. ?Que otros objetos podia tener en su poder el signor La Capra? ?Los tendria ya en su palazzo? ?Se habian terminado los trabajos de restauracion y, en tal caso, que cambios se habian hecho? Seria facil averiguarlo: no tenia mas que ir al ayuntamiento y pedir que le ensenaran los planos. Desde luego, lo que figurara en los planos quiza no se pareciera mucho a lo que se habia hecho en realidad, pero si preguntaba cual de los inspectores municipales habia firmado la licencia, podria hacerse una idea de la relacion.

Quedaba la cuestion de que objetos podia contener el recien restaurado palazzo, pero averiguarlo exigia otra clase de planteamiento. En Venecia, ciudad en la que palazzi como el de La Capra se vendian a razon de siete millones de liras el metro cuadrado, no existia el magistrado que librase una orden de registro sobre la base de una coincidencia de fechas en unas facturas de hotel.

Brunetti decidio probar primero la via oficial, lo que suponia hacer una llamada al otro extremo de la ciudad, a las oficinas del catasto, donde tenian que registrarse todos los planos, proyectos y cambios de propiedad. Tardo mucho en conseguir comunicacion con el despacho adecuado, y su llamada deambulo por los telefonos de funcionarios displicentes que, antes ya de que Brunetti tuviera ocasion de explicarles lo que queria, estaban seguros de que esa informacion debia darsela otra persona. Varias veces probo de hablar en veneciano, confiando en que el uso del dialecto le facilitara las cosas al demostrar a la persona que estaba al otro extremo del hilo que quien llamaba era no solo un policia sino un veneciano nativo. Las tres primeras personas le contestaron en italiano -no eran venecianas- y la cuarta, en un sardo cerrado y totalmente incomprensible, por lo que Brunetti tuvo que recurrir otra vez al italiano; pero ni aun asi. Finalmente, tras varias tentativas mas, encontro lo que buscaba.

Sintio viva alegria cuando oyo una voz de mujer que hablaba en el mas puro veneciano y, por si fuera poco, con marcado acento de Castello. Olviden lo que dijo Dante de que si el toscano tiene dulce sabor. Esta si que era lengua para el deleite.

Mientras esperaba pacientemente que la burocracia se aviniera a escucharle, Brunetti abandono la pretension de conseguir una copia de los planos, por lo que se limito a pedir el nombre de la empresa que habia hecho la restauracion. Era Scattalon, una de las mejores y mas caras de la ciudad. En realidad, esta firma tenia un contrato, mas o menos a perpetuidad, para proteger el palazzo de su suegro contra los no menos perpetuos estragos del tiempo y las mareas.

Arturo, el hijo mayor de Scattalon, estaba en el despacho, pero no estaba dispuesto a revelar a la policia datos de un cliente.

– Lo siento, comisario, pero se trata de informacion reservada.

– Lo unico que me interesa es poder hacerme una idea aproximada del importe de las obras, diez millones mas o menos -explico Brunetti, que no comprendia por que habia de ser reservada o confidencial esta informacion.

– Lo siento, pero es totalmente imposible. -En el otro extremo del hilo se apago el sonido, y Brunetti supuso que Scattalon habia tapado el micro con la mano para hablar con otra persona. Al momento decia-: Para dar esta clase de informacion, necesitamos una peticion judicial.

– ?Serviria de algo si yo le pidiera a mi suegro que hablara con su padre? -pregunto Brunetti.

– ?Y quien es su suegro? -pregunto Scattalon.

– El conde Orazio Falier -dijo Brunetti saboreando por primera vez en su vida cada una de las sonoras silabas que se deslizaban por su lengua.

Nuevamente se ahogo el sonido al otro extremo, pero Brunetti aun percibia un ronco murmullo de voces masculinas. El telefono golpeo ligeramente una superficie dura, se oyeron ruidos de fondo y otra voz que decia:

– Buon giorno, dottor Brunetti. Tiene que perdonar a mi hijo. Es nuevo en la empresa. Acaba de salir de la universidad y todavia no esta familiarizado con el negocio.

– Desde luego, signor Scattalon, lo comprendo perfectamente.

– ?Que informacion desea, dottor Brunetti? -pregunto Scattalon.

– La cifra aproximada de lo que el signor La Capra invirtio en la restauracion de su palazzo.

– Desde luego, dottore. Un momento, voy a buscar la carpeta. -El telefono fue puesto otra vez en la mesa, pero Scattalon no tardo en volver. Dijo que no sabia a cuanto habia ascendido el precio de compra, pero calculaba que, durante el ultimo ano, su empresa habia facturado a La Capra por lo menos quinientos millones, en concepto de mano de obra y materiales. Brunetti supuso que esta era la cifra in bianco, el importe oficial que se declararia al Gobierno. Como no conocia a Scattalon, no podia preguntar al respecto, pero era de suponer que la mayor parte del trabajo se habia pagado in nero, con lo que Scattalon se evitaba tener que declarar y pagar impuestos por el ingreso. Brunetti calculo que a lo indicado habria que sumar por lo menos otros quinientos millones de liras, embolsados, si no por el propio Scattalon, por otros industriales a los que se hubiera pagado en negro.

Respecto a los trabajos en si, Scattalon no pudo ser mas explicito. Tejado y cielo raso nuevos, refuerzo de la estructura con vigas de acero (con la consiguiente multa que hubo que pagar por ello), eliminacion del revoque de las paredes, enyesado, cambio de la instalacion de agua y electricidad y de los sistemas de calefaccion y aire acondicionado, construccion de tres escaleras nuevas, colocacion de parquet en los salones principales y doble vidrio en las ventanas de todo el edificio. Brunetti, aun siendo profano en la materia, comprendia que la obra tenia que haber costado mucho mas de lo que Scattalon decia. En fin, alla se las compusiera con el fisco.

– Tenia entendido que habia proyectado una sala para su coleccion -invento Brunetti-. ?No acondicionaron ustedes un espacio para pinturas o… -aqui hizo una pausa, confiando en acertar-… ceramicas?

Scattalon, tras una breve vacilacion, durante la cual debio de sopesar sus obligaciones para con La Capra y con el conde, respondio:

– Habia en la tercera planta una sala que podia servir como una especie de galeria. Pusimos cristal a prueba de balas y rejas en todas las ventanas. Esta en la parte de atras del palazzo -agrego Scattalon- y las ventanas miran al Norte, por lo que recibe luz indirecta, pero son grandes, por lo que la habitacion

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