comprobar cada pieza antes de que la policia de aduanas italiana sellara cada caja y luego la jaula.
– ?Ella hubiera reconocido una falsificacion? -pregunto Brunetti.
La respuesta de Brett tardo en llegar.
– Si; ella hubiera visto la diferencia. -Durante un momento, el penso que iba a decir mas, pero callo. Miraba la lluvia.
– ?Cuanto tardarian en embalarlo todo?
Brett reflexiono un momento antes de contestar:
– Cuatro o cinco dias.
– ?Y entonces que? ?Adonde fueron las jaulas?
– Fueron a Roma con Alitalia, pero se quedaron alli mas de una semana porque en el aeropuerto habia huelga. De Roma fueron a Nueva York, donde la aduana americana las retuvo. Finalmente, fueron embarcadas en un avion de las lineas aereas chinas y llevadas a Pekin. Cada vez que las jaulas se cargaban y descargaban de un avion, se inspeccionaban los sellos y en los aeropuertos extranjeros habia guardias que las vigilaban.
– ?Cuanto tiempo transcurrio desde que las piezas salieron de Venecia hasta que llegaron a Pekin?
– Mas de un mes.
– ?Y cuanto, hasta que usted las vio?
Ella se revolvio en el sofa antes de contestar, y sin mirarle dijo:
– Como ya le he dicho, no volvi a verlas hasta este invierno.
– ?Donde estaba usted cuando fueron embaladas?
– Ya se lo dije, en Nueva York.
– Conmigo -intervino Flavia-. Yo debutaba en el Met. Estrenabamos dos dias antes de que la exposicion se clausurara aqui. Pedi a Brett que me acompanara y ella vino.
Al fin Brett aparto la mirada de la lluvia y se volvio hacia Flavia.
– Y deje que Matsuko se encargara del embarque. -Volvio a apoyar la cabeza en el sofa y a mirar las claraboyas-. Me fui a Nueva York para una semana y me quede tres. Luego me fui a Pekin a esperar el embarque. Como no llegaba, volvi a Nueva York y gestione el despacho por la aduana de Estados Unidos. Pero entonces - agrego- decidi quedarme en Nueva York. Llame a Matsuko para decirle que me retrasaria y ella se ofrecio a ir a Pekin para revisar la coleccion cuando por fin llegara a China.
– ?Ella tenia que examinar las piezas que componian la expedicion? -pregunto Brunetti.
Brett asintio.
– Si usted hubiera estado en China, ?hubiera desembalado la coleccion personalmente?
– Es lo que acabo de decirle -respondio Brett secamente.
– ?Y hubiera descubierto la sustitucion en aquel momento?
– Naturalmente.
– ?Vio alguna de las piezas antes de este invierno?
– No. Cuando llegaron a China, desaparecieron en una especie de limbo burocratico durante seis meses, luego fueron exhibidas en unos almacenes y finalmente fueron devueltas a los museos que las habian prestado.
– ?Y fue entonces cuando se dio cuenta de que no eran las mismas?
– Si, y escribi a Semenzato. Fue hace unos tres meses. -Bruscamente, levanto la mano y golpeo el brazo del sofa-. Cerdos -dijo con la voz ahogada por el furor-. Cerdos canallas.
Flavia le puso la mano en la rodilla para calmarla.
Brett se volvio hacia ella y sin cambiar la voz le dijo:
– Flavia, no es tu carrera la que esta arruinada. El publico seguira acudiendo a oirte cantar hagas lo que hagas, pero esa gente ha destruido diez anos de mi vida. -Se interrumpio un momento y agrego, suavizando la voz-: Y toda la de Matsuko.
Cuando Flavia fue a protestar, prosiguio:
– Se acabo. Cuando los chinos se enteren, no me dejaran volver. Yo era responsable de esas piezas. Matsuko me trajo los papeles de Pekin y yo los firme cuando regrese a Xian. Daba fe de que estaban todas y de que se hallaban en el mismo estado que cuando salieron del pais. Hubiera debido estar alli comprobandolo todo, pero la envie a ella en mi lugar porque yo estaba en Nueva York contigo, oyendote cantar. Y eso me ha costado mi carrera.
Brunetti miro a Flavia, la vio enrojecer ante la colera creciente de Brett, vio la elegante linea que formaban hombro y brazo mientras miraba a Brett ladeando el cuerpo, contemplo la curva de su cuello y su menton. Quiza valia el sacrificio de una carrera.
– Los chinos no tienen por que enterarse -dijo el.
– ?Que? -preguntaron las dos a la vez.
– ?Dijo a esos amigos que hicieron las pruebas de que eran las muestras? -pregunto a Brett.
– No. ?Por que?
– Entonces, al parecer, nosotros somos los unicos que saben lo ocurrido. Eso, a no ser que usted lo dijera a alguien en China.
Ella denego con la cabeza.
– No se lo dije a nadie. Solo a Semenzato.
Aqui intervino Flavia para decir:
– Y no hay que temer que el se lo dijera a alguien, aparte de la persona a la que los vendio.
– Pero yo tengo que decirlo -insistio Brett.
Brunetti y Flavia se miraron. Los dos sabian lo que habia que hacer en este caso, y a ambos les costo un gran esfuerzo no exclamar: «?Americanos!»
Flavia decidio explicarselo:
– Mientras los chinos no se enteren, tu carrera estara a salvo.
Para Brett fue como si Flavia no hubiera dicho nada.
– Esas piezas no se pueden exhibir. Son falsas.
– Brett -dijo Flavia-, ?cuanto tiempo hace que han vuelto a China?
– Casi tres anos.
– ?Y nadie se ha dado cuenta de que no son autenticas?
– No -concedio Brett.
Aqui intervino Brunetti:
– Entonces no es probable que llegue a descubrirse. Ademas, podrian haberse sustituido en cualquier momento de los cuatro ultimos anos.
– Pero nosotros sabemos que no es asi.
– Eso es precisamente lo que yo digo,
– Eso no importa -dijo Brett, alzando de nuevo la voz con indignacion-. Ademas, antes o despues alguien lo descubrira.
– Y, cuanto mas tarde en llegar ese momento, mejor para ti, menos probable sera que asocien contigo lo ocurrido. -Hizo una pausa para dejar que sus palabras hicieran efecto y agrego-: A no ser que quieras echar por la borda diez anos de trabajo.
Brett estuvo mucho rato sin hablar. Los otros la observaban mientras ella consideraba todo lo dicho. Brunetti estudiaba su expresion y le parecia estar viendo la pugna entre sentimiento y razon. Cuando vio que ella iba a hablar, dijo impulsivamente:
– Claro que, si descubrimos quien mato a Semenzato, es probable que recuperemos los vasos originales. -No podia saberlo, pero habia visto la cara de Brett y sabia que iba a negarse a callar.
– Pero, aunque asi fuera, tendrian que volver a China, y eso es imposible.
– Imposible no -replico Flavia riendo. Al comprender que Brunetti seria mas receptivo, se volvio hacia el y explico-: Las lecciones magistrales.
Brett salto al instante:
– Dijiste que no, rechazaste la invitacion.
– Eso fue el mes pasado. ?De que me serviria ser