– He hablado con gente que lo conocia o que habia oido hablar de sus actividades, y parece ser que Semenzato estaba involucrado en ciertas cosas en las que un director de museo no deberia intervenir.
– ?Por ejemplo?
– Era socio comanditario de un negocio de antiguedades. Otros dicen que su opinion profesional estaba en venta. -Al parecer, Brett no necesitaba que le explicasen el significado de este ultimo.
– ?Y eso que importancia tiene?
– Si su intencion hubiera sido matarlo, hubieran empezado por ahi y luego hubieran venido a decirle a usted que se callara si no queria que le sucediera lo mismo. Pero no: empezaron por usted. Y, si eso hubiera resultado, Semenzato no se hubiera enterado, por lo menos oficialmente, de la sustitucion.
– Usted da por descontado que el estaba involucrado -dijo Brett. Al ver que Brunetti movia la cabeza afirmativamente, comento-: Eso es mucho suponer.
– No cabe otra explicacion -adujo el-. ?Como si no iban a saber donde encontrarla y estar al corriente de la cita?
– ?Y si, a pesar de lo que me hicieron, yo hubiera hablado con el?
A el le sorprendio que ella no lo hubiera deducido por si misma, y no deseaba revelarselo ahora. No contesto.
– ?Y bien?
– Si Semenzato estaba implicado en esto, lo que hubiera ocurrido si usted hubiera hablado con el es evidente - dijo Brunetti, reacio a ser mas explicito.
– Pues sigo sin entenderlo.
– En lugar de matarlo a el la hubieran matado a usted -dijo simplemente.
La miraba a la cara al decirlo. Vio el efecto, primero, en los ojos, espanto e incredulidad, y luego observo como apretaba los labios y se le crispaba la cara al comprender la enormidad de la revelacion.
Afortunadamente, Flavia eligio este momento para hacer su entrada en la sala, trayendo consigo ese aroma floral de jabon, champu o alguna de esas cosas que usan las mujeres para oler divinamente en el momento del dia menos indicado. ?Por que la manana y no la noche?
Vestia un sencillo vestido de lana marron, cenido a la cintura por varias vueltas de una faja color naranja anudada a un lado que le colgaba hasta mas abajo de la rodilla y ondeaba al andar. No llevaba maquillaje y, al mirarla, Brunetti se dijo que no le hacia ninguna falta.
–
El se levanto para estrecharsela. Flavia miro a Brett para incluirla en su ofrecimiento:
– Voy a hacer cafe. ?Quereis una taza? -Y con una sonrisa-: Es un poco temprano para champana.
Brunetti acepto y Brett rehuso la invitacion. Flavia dio media vuelta y se fue a la cocina. Su breve paso habia abierto un inciso en la conversacion, dejando en suspenso la ultima frase, pero ahora habia que volver a ella.
– ?Por que lo mataron? -pregunto Brett.
– No lo se. ?Quiza por diferencias con los otros implicados? ?Por una desavenencia acerca de lo que habia que hacer con usted?
– ?Esta seguro de que lo mataron por este asunto?
– Creo preferible trabajar con esta hipotesis -respondio el escuetamente. No le sorprendia que ella se resistiera a admitir su punto de vista. Ello supondria reconocer que estaba en peligro: muertos Matsuko y Semenzato, ella era la unica persona que podia denunciar el robo. Quien hubiera matado a Semenzato no creeria que ella no habia traido de China solo sospechas sino tambien pruebas y pensaria que matandolo a el borraba la unica pista. Si un dia llegaba a descubrirse el robo, no era facil que el Gobierno de la Republica Popular China sospechara de la codicia criminal de los capitalistas occidentales sino que probablemente buscaria a los ladrones en su propio pais.
– En China, ?quien estaba al cuidado de las piezas seleccionadas para la exposicion?
– Tratabamos con un empleado del museo de Pekin, llamado Xu Lin. Es uno de sus principales arqueologos y una autoridad en Historia del Arte.
– ?Viajo el con las piezas?
Ella movio la cabeza negativamente.
– No; su pasado politico se lo impedia.
– ?Por que?
– Su abuelo era terrateniente, por lo que el estaba considerado politicamente indeseable o, cuando menos, sospechoso. -Observo la expresion de sorpresa de Brunetti-. Ya se que parece irracional. -Hizo una pausa y agrego-: Es irracional, desde luego, pero asi son las cosas. Durante la Revolucion Cultural, este hombre paso diez anos cuidando cerdos y abonando con estiercol los campos de coles. Pero, terminada la Revolucion, volvio a la universidad y, como era un estudiante brillante, no pudieron evitar que obtuviera ese empleo en Pekin. De todos modos, no le permiten salir del pais. Los unicos que viajaron con la expedicion fueron altos funcionarios del partido que querian salir al extranjero para ir de compras.
– Y usted.
– Si; y yo. -Al cabo de un momento, anadio en voz baja-: Y Matsuko.
– ?Asi que usted es la unica a la que pueden hacer responsable del robo?
– Desde luego, soy la responsable. No van a acusar a los funcionarios del partido, que venian en viaje de placer, si pueden echar la culpa de todo a una occidental.
– ?Que cree usted que ocurrio?
Ella agito la cabeza a derecha e izquierda.
– No hay nada que tenga sentido y, si algo lo tiene, no puedo creerlo.
– ?Y es? -Lo interrumpio la llegada de Flavia con una bandeja. Paso por su lado, se sento en el sofa al lado de Brett y dejo la bandeja en la mesa delante de ellos. En la bandeja habia dos tazas de cafe. Dio una a Brunetti, tomo la otra y se arrellano en el sofa.
– Le he puesto dos terrones. Creo que es asi como le gusta.
Ajena a la interrupcion, Brett prosiguio:
– Alguien de aqui debio de abordar a alguno de los funcionarios del partido. -Aunque Flavia no habia oido la pregunta que habia dado pie a esta explicacion, no trato de disimular su reaccion a la respuesta. Se volvio a mirar fijamente a Brett en hosco silencio y luego intercambio una mirada con Brunetti. Como ninguno de ellos decia nada, Brett admitio-: De acuerdo. De acuerdo. O a Matsuko. Quiza fue Matsuko.
Antes o despues -Brunetti estaba seguro-, se veria obligada a retirar el «quiza».
– ?Y Semenzato? -pregunto Brunetti.
– Es posible. En todo caso, alguien del museo.
– ?Alguno de esos funcionarios del partido hablaba italiano? -pregunto el repentinamente.
– Si, dos o tres.
– ?Dos o tres? -repitio Brunetti-. ?Cuantos habia?
– Seis. El partido cuida bien de los suyos.
Flavia resoplo.
– ?Y lo hablaban bien? ?Lo recuerda?
– Bastante bien -respondio ella laconicamente. Despues admitio-: No lo bastante bien como para eso. Yo era la unica que podia entenderme con los italianos. Si hubo algun trato, tuvo que hacerse en ingles. -Brunetti recordo que Matsuko se habia licenciado por Berkeley.
Flavia, exasperada, salto:
– Brett, ?cuando te dejaras de estupideces y te daras cuenta de lo que ocurrio? A mi no me importa lo tuyo con la japonesa, pero tu tienes que ver las cosas con claridad. Es tu vida lo que esta en juego. -Acabo de hablar tan repentinamente como habia empezado, se llevo la taza a los labios y, al encontrarla vacia, la dejo en la mesa con un golpe seco.
Se hizo un largo silencio hasta que, finalmente, Brunetti pregunto:
– ?Cuando pudo haberse hecho la sustitucion?
– Despues de la clausura de la exposicion -dijo Brett con voz insegura.
Brunetti miro a Flavia que, en silencio, se contemplaba las manos cruzadas en el regazo.
Brett suspiro profundamente y dijo casi en un susurro:
– De acuerdo. De acuerdo. -Apoyo la cabeza en el respaldo del sofa y se quedo mirando las gotas de lluvia que repicaban en el cristal de la claraboya. Al fin dijo-: Ella vino a supervisar la operacion de embalado. Tenia que