– Hableme de las piezas que vio en China, las que cree que son falsas -dijo sin preambulos.
– ?Que quiere saber?
– Todo.
– Eso es mucho.
– Necesito saberlo todo de las piezas que cree que fueron robadas. Y tambien como pudo hacerse.
Ella empezo a responder inmediatamente:
– De cuatro estoy segura, la otra es autentica. -Aqui su expresion cambio y lo miro confusa-: De como se hizo no tengo ni idea.
Ahora fue el el desconcertado.
– Pues ayer alguien me dijo que en un libro que ha escrito le dedica todo un capitulo.
– Oh -hizo ella con un alivio audible-, se referia a eso, a como se hicieron. Crei que preguntaba como las robaron. De eso no tengo ni idea, pero puedo decirle como se fabrican las piezas falsas.
Brunetti no queria aludir a la implicacion de Matsuko, por lo menos, por el momento, y se limito a preguntar:
– ?Como?
– Es un proceso bastante simple. -Su voz cambio, adquiriendo el tono firme y rapido del especialista-. ?Sabe algo de alfareria o ceramica?
– Muy poco -reconocio el.
– Las piezas robadas eran todas del siglo II antes de Cristo -empezo a explicar, pero el la interrumpio:
– ?Hace mas de dos mil anos?
– Si. Ya entonces los chinos tenian una ceramica muy bella y unos metodos de fabricacion muy sofisticados. Pero las piezas que faltan son muy simples, por lo menos, lo eran entonces, cuando se fabricaron. No estan vidriadas y suelen tener figuras de animales pintadas a mano. Colores primarios: rojo y blanco, a menudo, sobre fondo negro. -Se levanto y fue a la libreria. Estuvo un rato de pie delante del mueble, moviendo la cabeza ritmicamente al leer los titulos. Finalmente, extrajo un libro de un estante situado frente a ella y lo llevo hacia donde estaba Brunetti. Lo abrio por el indice, busco la pagina y paso el libro abierto a Brunetti.
El vio la foto de una vasija en forma de calabaza, tapada, sin referencia de escala. La decoracion estaba dividida en tres franjas horizontales: el cuello y la tapadera, una ancha zona central y una tercera franja que llegaba hasta la base. En la zona central, sobre la parte mas ancha de la pieza, se veia la figura de un animal con la boca abierta que tanto podia ser un lobo estilizado como un zorro o incluso, un perro, de color blanco, con el cuerpo erguido y la cabeza vuelta hacia la izquierda, las patas traseras abiertas y las delanteras extendidas a cada lado. La sensacion de movimiento creada por la figura se reflejaba en una serie de curvas geometricas y espirales que se repetian a lo largo de la parte frontal de la vasija y, presumiblemente, de su parte posterior no retratada. El borde estaba picado y desportillado, pero la imagen central se hallaba intacta y era muy bella. El epigrafe solo indicaba que pertenecia a la dinastia Han, lo que a Brunetti no le decia nada.
– ?Son cosas como esta las que encuentran en Xian? -pregunto.
– Esta pieza procede del oeste de China, pero no de Xian. Es una pieza singular. Dudo que en Xian encontremos algo parecido.
– ?Por que?
– Porque han pasado dos mil anos. -Parecia creer que esta era suficiente explicacion.
– Digame como la copiaria usted -dijo el, sin apartar la mirada de la foto.
– En primer lugar, necesitariamos a un buen ceramista, una persona que hubiera tenido ocasion y tiempo de estudiar las piezas originales, que las hubiera visto de cerca, que hubiera trabajado con ellas, quiza que hubiera colaborado en una excavacion o en una exposicion. Eso le habria permitido ver los fragmentos originales y conocer el espesor de las distintas piezas. Luego, un buen pintor, alguien que pudiera copiar un estilo, captar la intencion, y reproducir el dibujo con exactitud, a fin de que la pieza pareciera la misma que habia estado expuesta.
– ?Seria dificil conseguir eso?
– Muy dificil. Pero hay hombres y mujeres que se preparan muy bien para eso y lo hacen magnificamente.
Brunetti puso el dedo justo encima de la figura central.
– El dibujo parece desgastado, realmente viejo. ?Como imitan eso?
– Es relativamente facil. Entierran las piezas. Hay quienes incluso las sumergen en aguas negras. -Al ver la instintiva mueca de repugnancia de Brunetti, explico-: Eso corroe la pintura, que asi envejece antes. Luego hacen saltar pequenos fragmentos, generalmente, del borde o de la base. -Ella senalo una pequena muesca que se veia en el borde del vaso de la foto, justamente debajo de la tapadera cilindrica, y otra de la base, donde esta descansaba en la superficie de la mesa.
– ?Es muy dificil? -pregunto Brunetti.
– Hacer una pieza que engane al profano no es dificil, pero si lo es dar gato por liebre a un especialista.
– ?Como usted? -pregunto el.
– Si -respondio ella sin molestarse en exhibir falsa modestia.
– ?Como las distingue? -pregunto Brunetti y, matizando la pregunta, anadio-: ?Que es lo que le indica que se trata de una falsificacion? ?Que es eso que otras personas no pueden ver?
Antes de responder, ella hojeo el libro, deteniendose de vez en cuando a contemplar una foto. Luego, lo cerro y miro a Brunetti.
– Esta la pintura, si el color es el que se usaba cuando supuestamente se fabrico la pieza. Y el trazo, si denota vacilacion en la ejecucion. Eso indica que el pintor estaba tratando de copiar el dibujo y tenia que pararse a reflexionar para adaptarlo a unos canones. Los artistas originales no tenian que preocuparse por eso, ellos pintaban lo que querian, y su trazo es fluido. Si no les gustaba, probablemente, rompian la olla.
A el le llamo la atencion esta denominacion familiar.
– ?Olla o vaso?
Ella se echo a reir.
– Ahora dos mil anos despues, son vasos, pero para los que las fabricaban y las usaban eran, sencillamente, ollas.
– ?Para que se usaban? -pregunto Brunetti-. En aquel tiempo.
Ella se encogio de hombros.
– Para lo que la gente ha usado siempre los cacharros: para guardar el arroz, llevar agua, almacenar grano. Ese del animal tiene tapadera, lo que indica que querian que lo que hubiera dentro estuviera preservado, probablemente, de los ratones. Eso apunta a arroz o a trigo.
– ?Que valor pueden tener? -pregunto Brunetti.
Ella se recosto en el respaldo del sofa y puso una pierna encima de la otra.
– No se como contestar a eso.
– ?Por que no?
– Porque, para que haya un precio, tiene que haber un mercado.
– ?Y?
– No hay mercado para esas piezas.
– ?Por que no?
– Porque existen muy pocas. La del libro esta en el Metropolitan de Nueva York. Quiza haya tres o cuatro mas en museos de otras partes del mundo. -Cerro los ojos un momento, y Brunetti la vio repasar mentalmente listas y catalogos. Cuando los abrio le dijo-: Solo recuerdo tres: dos en Taiwan y una en una coleccion privada.
– ?Ninguna mas?
Ella movio la cabeza negativamente.
– Ninguna. -Pero anadio-: Por lo menos, que este expuesta o forme parte de una coleccion conocida.
– ?Y en colecciones privadas?
– Quiza. Pero alguno de nosotros habria oido hablar de ellas, y en ningun libro hay referencias. Creo que puede decirse que no hay mas que esos.
– ?Cuanto puede valer una de las piezas que estan en los museos? -pregunto el y, al ver que la mujer empezaba a mover la cabeza negativamente, atajo-: Ya se, ya se, es imposible ponerle precio exacto, pero, ?podria darme una idea del valor?
Ella tardo en responder.
– El precio seria el que pidiera el vendedor o el que el comprador estuviera dispuesto a pagar. ?Cien mil…? Los