interesante? Sabia organizar juegos, entendia de regimenes, sabia administrar medicinas y habia escuchado suficientes batallitas de los residentes como para tener unos conocimientos medianamente buenos sobre la segunda Guerra Mundial, pero no creia que ninguna de esas cosas pudiera persuadir a Bobby Tom de cambiar de idea.

– Tengo una vista excelente. Puedo leer las senales de trafico a distancias increibles.

– Me estremeces, querida.

Ella sonrio con entusiasmo.

– ?Eres consciente de lo fascinante que es la historia del Septimo de Caballeria?

El le dirigio una mirada debilmente compasiva.

?Como podia hacerle cambiar de idea? Por lo visto la noche anterior, el estaba interesado solo en dos cosas, futbol y sexo. Su conocimiento de deportes era minimo, y en lo que respecta al sexo…

Sintio un nudo en la garganta cuando una idea peligrosa e inmoral se abrio paso en su cerebro. ?Que pasaria si ofrecia su cuerpo como trueque? Inmediatamente se horrorizo. ?Como podia haber pensado tal cosa? Ninguna mujer inteligente, moderna y feminista consideraria… vamos, faltaria mas… Para nada… Esa era definitivamente la consecuencia de tener demasiadas fantasias sexuales.

– ?Por que no? -Susurraba un diablillo en su oido-. ?Para quien te reservas?

– ?Es un libertino! -Recordo la lujuriosa parte de su naturaleza que se empenaba en reprimir-. De todas maneras, no estaria interesado en mi.

– ?Como lo sabras si no lo intentas? -Replico el diablillo-. Has sonado con algo asi durante anos. ?No te prometiste que tener experiencia sexual seria una de las prioridades de tu nueva vida?

Una imagen paso como un relampago por su mente; Bobby Tom Denton descansando su cuerpo desnudo sobre el de ella. La sangre corrio a toda velocidad por sus venas y erizo su piel. Podia sentir sus manos firmes en los muslos, abriendolos, bajo su toque…

– ?Pasa algo, senorita Gracie? Te has puesto colorada. Como si alguien te hubiera contado un chiste verde.

– ?Solo piensas en el sexo! -gimio ella.

– ?Que?

– ?Pues me niego a acostarme contigo solo para que me dejes acompanarte! -Consternada, cerro la boca de golpe. ?Que habia dicho?

Sus ojos brillaron.

– ?Caramba!

Ella se quiso morir. ?Como podia avergonzarse de esa manera? Trago saliva.

– Perdona si he llegado a la conclusion incorrecta. Se que soy fea y que no puedes estar interesado sexualmente en mi. -Se le puso la cara todavia mas roja al darse cuenta de que estaba empeorando las cosas-. De todas maneras no estaria interesada… -agrego precipitadamente.

– Ay, Gracie, yo no veo a nadie feo.

– Estas siendo amable y lo agradezco, pero eso no cambia los hechos.

– Oye, ahora has avivado mi curiosidad. Puede que tengas razon sobre eso de ser fea, pero es dificil de asegurar dada la manera en que te cubres. Que yo sepa, puedes tener el cuerpo de una diosa escondido bajo ese vestido.

– Oh, no -dijo ella con brutal honradez-. Te puedo asegurar que mi cuerpo es muy ordinario.

Otra vez curvo la comisura de su boca.

– No me malinterpretes, pero confio en mi juicio un poco mas que en el tuyo. Soy un experto.

– Ya lo he notado.

– Creo que ya te comente anoche lo que me parecian tus piernas. -Ella se sonrojo y busco una respuesta apropiada, pero tenia tan poca experiencia en hablar sobre si misma con un hombre que no supo que decir.

– Tu tambien tienes unas piernas muy bonitas.

– Vaya, gracias.

– Y tambien el pecho.

El rompio en carcajadas.

– Joder, senorita Gracie, voy a llevarte un rato solo por lo entretenida que eres.

– ?Lo haras?

El se encogio de hombros.

– ?Por que no? Me he aburrido mucho desde que me retire.

Ella apenas podria creer que hubiera cambiado de idea. Lo oyo reirse entre dientes mientras recuperaba su maleta y le pedia a Bruno que devolviera el coche de alquiler. Sin embargo, su diversion se habia desvanecido cuando se volvio a sentar detras del volante y le dirigio una severa mirada.

– Pero no te llevo hasta Texas, asi que quitate la idea de la cabeza. Me gusta viajar solo.

– Entiendo.

– Solo un par de horas. Hasta la frontera. En cuanto me empieces a irritar, te dejo en el aeropuerto mas cercano.

– Estoy segura que no sera necesario.

– No apuestes por eso.

capitulo 3

Bobby Tom condujo por las autopistas de la ciudad del viento como si fueran propiedad suya. Era el senor de la ciudad, el rey del mundo, el amo del Universo. Mientras en la radio tronaba Aerosmith, el tamborileaba los dedos sobre el volante, llevando el compas de “Janie’s Got a Gun”.

Con su Thunderbird rojo descapotable y su stetson gris perla, llamaba facilmente la atencion. Para asombro de Gracie, los conductores empezaron a reconocerlo a su paso, sonaron bocinas y bajaron ventanillas para saludarlo. El devolvio los saludos y siguio su camino.

Ella sentia sobre su piel la caricia del calido viento y la absoluta delicia de la velocidad en una autopista de una gran ciudad en un Thunderbird rojo con un hombre que no era en absoluto respetable. Mechones de pelo escapaban de su trenza y azotaban sus mejillas. Deseo tener un echarpe rosa de algun disenador para poder envolverlo alrededor de su cabeza, unas gafas de sol modernas ante los ojos y un lapiz de labios de color escarlata. Queria pechos grandes y llenos, un vestido cenido y unos tacones altos muy sexys. Queria una pulsera de oro en el tobillo.

Y, quiza, un tatuaje muy discreto.

Se recreo ante esta tentadora vision de si misma transformada en una mujer salvaje mientras Bobby Tom contestaba las llamadas recibidas con anterioridad en el telefono del coche. Algunas veces el uso el altavoz del coche; otras se llevo el telefono a la oreja y hablo en privado. La mayoria de sus llamadas eran sobre diversos contratos comerciales y los efectos en sus finanzas, y tambien sobre diversas obras de caridad en las que estaba involucrado. Muchas de las llamadas, observo, eran de gente pidiendole dinero. Aunque contesto esas llamadas con el telefono pegado a su oido, tuvo la impresion de que en cada uno de los casos, acabo ofreciendo mas dinero del que le pedian. Despues de menos de una hora con el, habia llegado a la conclusion de que Bobby Tom Denton era presa facil.

Cuando llegaron a las afueras de la ciudad, hablo con alguien llamado Gail y se dirigio a ella con esa perezosa voz arrastrada que envio escalofrios a la receptiva columna de Gracie.

– Solo queria que supieras cuanto te echare de menos. Ahora mismo tengo los ojos llenos de lagrimas.

El levanto el brazo para saludar con la mano a una mujer que conducia un Firebird azul que paso zumbando a su lado. Gracie, una conductora prudente, agarro la manilla de la portezuela al percatarse que el estaba conduciendo el coche con la rodilla.

– Bien, es cierto…, lo se, carino, yo tambien desearia que hubieramos podido hacerlo. El rodeo no viene por Chicago demasiado a menudo. -Cerro los dedos sobre la parte superior del volante, sosteniendo el telefono entre la

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