Estaba preparandose para presionarlo cuando la casa llamo su atencion. Era una estructura sencilla y blanca, tan diferente de su residencia de Chicago que le resulto dificil creer que ambos lugares pertenecieran a la misma persona. Subiendo cuatro escalones de hormigon se accedia a un porche con una barandilla blanca, un balancin de madera e incluso una escoba apoyada cerca de la puerta. Las anchas tablas del entarimado estaban pintadas en el mismo color verdeoscuro de la puerta. No estaban cerradas ninguna de las contraventanas de las ventanas dobles que daban a la arboleda exterior. No habia luces llamativas, ni aldabas brillantes como adorno en el exterior. Nada que ocultara o disfrazara una casa pequena, robusta y funcional.
Y entonces Bobby Tom abrio la puerta principal y ella entro.
– Oh, Dios mio.
El se rio entre dientes.
– Estas conteniendo la respiracion, ?no es cierto?
Con admiracion miro a su alrededor, observando el vestibulo en tonos pastel y en tres pasos lentos entro en la sala que habia a la izquierda.
– Es preciosa.
– Suponia que te gustaria. Le pasa a la mayoria de las mujeres.
Ella sintio como si acabara de entrar en una casa de munecas de tamano real, un mundo pastel, en rosa y crema, en lavanda y verde mar. Volantes, flores y cenefas podrian haber sido apabullantes, pero todo habia sido ejecutado con tal exquisitez que queria acurrucarse con suavidad en uno de los sofas de rayas rosas y blancas, con un te de menta, un gato de angora y una novela de Jane Austen.
El cuarto olia a rosas. Sus manos ardian por explorar las texturas contradictorias entre las cortinas de encaje, la suave cretona, el cristal tallado. Queria acariciar los cojines de muare con sus flecos y meter las manos en los lazos que mantenian en su lugar la sobrefalda estampada con flores de la mesa. ?Podria reprimir la tentacion de tocar el exuberante helecho que rebosaba en una maceta de mimbre blanca que estaba situada entre ambas ventanas? ?O de percibir entre sus dedos los petalos secos que habia en un cenicero sobre la repisa de la chimenea?
Y luego le palpito el corazon cuando Bobby Tom se desplazo hacia el centro de la habitacion. Deberia parecer estupido en medio de tales delicadezas, pero en lugar de eso, parecia mas inmensamente masculino que nunca. El contraste entre la exquisitez frivola de la habitacion y su inflexible fuerza hizo que se derritiera. Solo un hombre sin ningun tipo de duda sobre su virilidad podria caminar con tal seguridad en medio de un ambiente tan femenino.
El lanzo su stetson sobre un divan y senalo con la cabeza hacia un arco a sus espaldas.
– Si realmente quieres ver algo impresionante, echa una ojeada a mi dormitorio por ahi atras.
Pasaron varios segundos hasta que pudo apartar la mirada de el. Con piernas temblorosas se encamino al pequeno vestibulo pintado en el tono rosa perla del interior de las conchas que habia al fondo de la sala. Se paro en la puerta, el se habia desplazado tan sigilosamente que ella no supo que lo tenia detras hasta que hablo.
– Venga. Di lo que estas pensando.
Ella contemplo una cama de gran tamano con brillantes postes dorados y el dosel mas increible que habia visto nunca. Un cordon sostenia en lo alto una espumosa cortina, como si fuera una telarana llena de flores rosa y lilas.
Sus ojos centellearon.
– ?Tienes que esperar que el principe te bese cada manana para poder despertarte?
El se rio.
– Siempre tengo la tentacion de deshacerme de ella, pero nunca tengo tiempo.
Era una habitacion de cuento de hadas, con su cama con dosel, las columnas doradas, la cortina rosa y los cojines acolchados. Dormir alli debia ser como hacerlo en el castillo de la Bella Durmiente. Despues de vivir entre paredes beiges y caminar sobre largos pasillos de terrazo, deseaba poder quedarse alli el resto de su vida.
El telefono comenzo a sonar en el despacho, pero el lo ignoro.
– Hay un pequeno apartamento sobre el garaje donde puedes alojarte. Tambien tengo alli el gimnasio.
Ella lo miro con asombro.
– No me voy a quedar aqui.
– Por supuesto que lo haras. No tienes otro sitio donde quedarte.
Por un momento, ella no supo de que hablaba y luego recordo la conversacion que habia mantenido con Willow esa manana. Windmill Studios le habia pagado los gastos mientras era ayudante de produccion, pero Willow habia dejado claro que en su nuevo puesto no disfrutaba de ese privilegio. Gracie habia estado tan contrariada por todo lo demas que no habia considerado el problema que se le presentaba.
– Encontrare un motel barato -dijo ella firmemente.
– Con tu sueldo, tendria que ser mas que barato; tendria que ser gratis.
– ?Como sabes cual es mi sueldo?
– Willow me lo dijo. Y me hizo preguntarme por que no compras un bote de limpiacristales y te pones en un semaforo a limpiar parabrisas. Te garantizo que ganarias mas dinero.
– El dinero no lo es todo. Estoy dispuesta a hacer un pequeno sacrificio para demostrar mi valia al estudio.
Otra vez el telefono comenzo a sonar, y otra vez el lo ignoro.
– En caso de que lo hayas olvidado, se supone que nosotros dos estamos comprometidos. La gente de por aqui me conoce demasiado bien para creer que podrias vivir en cualquier otro sitio.
– ?Comprometidos?
Apreto los labios irritado.
– Recuerdo claramente que estabas a mi lado cuando le dije a todas esas mujeres de la caravana que habias pasado el examen de futbol.
– Bobby Tom, esas mujeres no se lo tomaron en serio. O al menos no lo haran cuando se lo piensen dos veces.
– Eso es porque no nos hemos puesto a convencerlas.
– ?Estas diciendome que quieres en serio que la gente crea que estamos comprometidos? -Casi chillo, ante sus resurgidas esperanzas, solo para ser firmemente deshechadas por su instinto de supervivencia. Las fantasias solo eran para sonarlas, no para vivirlas. Todo eso seria un juego para el, pero no para ella.
– ?No es eso lo que acabo de decir? En contra de lo que puedes pensar, no hablo solo para oir el sonido de mi voz. Para todos los de Telarosa, tu eres la futura Sra. de Bobby Tom.
– ?Te puedo asegurar que no lo soy! Desearia que no hubieras dicho eso. ?La Sra. de Bobby Tom! ?Como si la mujer que se casara contigo no fuera mas que un apendice tuyo!
El solto un larguisimo suspiro.
– Gracie… Gracie… Gracie… Cada vez que creo que nos estamos entendiendo, haces algo que me demuestra que me equivoco. Lo mas importante de tu trabajo como mi ayudante particular es asegurarte que tengo algo de paz y tranquilidad mientras estoy aqui. Exactamente, ?como esperas que ocurra cuando cada Torn, Dick o Harriet que me conocen desde que naci saben de una mujer soltera que quieren que conozca?
Como para probar su teoria, el timbre de la puerta comenzo a repicar. El lo ignoro de la misma manera que habia ignorado su telefono.
– Dejame explicarte algo. Ahora mismo hay al menos una docena de mujeres entre aqui y San Antonio que tratan de aprenderse de memoria el ano en que Joe Theismann jugo la Super Bowl y cuantas yardas penalizan a un equipo si el capitan no aparece para tirar la moneda. Asi es como estan las cosas. Sin ir mas lejos, te garantizo que ahora mismo quien esta en la puerta es una mujer o alguien que quiere presentarme a alguna. Esto no es Chicago, donde puedo controlar a las mujeres que se acercan a mi. Esto es Telarosa, y estas personas me poseen.
Ella trato de apelar a su sentido comun.
– Pero nadie en su juicio se va a creer que tu te casarias conmigo. -Los dos sabian que era cierto y no habia nada que replicar. El campanilleo se detuvo y comenzaron a golpear la puerta, pero el no se movio-. Pero una vez que te arreglemos un poquito, lo haran.
Ella lo miro con suspicacia.
– ?Que significa eso de “arreglemos”?
– Pues justo eso. Vamos a contratar un asesor… uno de esos que transforman a la gente en el programa de Oprah.