El abrio los ojos desmesuradamente y luego los entorno.
– ?Acaso ese tal Greybourne le ha dicho a usted algo inapropiado? ?Acaso ha demostrado ser el tipo de malas maneras que me parece que es? Ya le dije que no confiara en el.
?Como podia explicarle a Albert que no era en lord Greybourne, sino en ella misma, en quien no podia confiar?
– El comportamiento de lord Greybourne ha sido ejemplar -«ocasionalmente», penso-. Sin embargo, no es correcto por mi parte estar a solas con el en un almacen. Ya hay demasiados rumores circulando por ahi. Y no quisiera anadir ninguno mas.
La expresion enfadada de Albert se relajo.
– De modo que yo sere como una especie de acompanante.
– Exactamente. Y a la vez nos ayudaras a buscar el pedazo de piedra que nos falta. Puede que pasemos alli toda la manana, y luego regresaremos a casa. Le pedire a Charlotte que nos prepare una cesta con queso y panecillos, y despues podremos ir los cuatro juntos al parque esta tarde.
– Voy a decirle a Charlotte que hemos cambiado de planes, y luego pedire una calesa.
Albert salio de la habitacion y el chirrido de su bota se perdio por el suelo de madera. Meredith suspiro relajada. Ahora ya no tenia que enfrentarse con la perspectiva de pasar unas cuantas horas a solas en compania de lord Greybourne. Su corazon intento elevar una protesta, pero su cabeza lo acallo con firmeza. Era mejor asi. Y asi era como tenian que ser las cosas. Cualquier otra era imposible.
Philip doblo el
– ?Tan espantoso es? -pregunto la voz de Andrew desde la puerta del pasillo.
– No debe de ser tan malo, supongo, ya que no tengo nada que objetar a la conclusion de que soy «un mentiroso, un tarado y un… incapaz» -dijo encogiendose de hombros.
– Especialmente desagradable, entonces -anadio Andrew.
– Si.
Por los ojos de ebano de Andrew cruzo un destello de malicia.
– Acaso esa incapacidad para cumplir es la verdadera razon por la que no has besado al objeto de tus afectos.
– ?Sabes quien es mas metomentodo que tu? -pregunto Philip bromeando.
– ?Quien?
– Nadie.
Riendo entre dientes, Andrew se acerco hasta el aparador y se sirvio una racion de huevos revueltos y varias finas lonchas de jamon, y se sento enfrente de Philip.
– He pensado que hoy podrias acompanarme al almacen -dijo Philip manteniendo un tono de voz calmado.
– ?En lugar de ir al museo para seguir buscando en las cajas que hay alli? -pregunto sorprendido levantando la vista de su plato-. ?Por que?
– Bueno, me habias dicho que Edward pensaba volver a ir al museo esta manana, y yo podria necesitar tu ayuda en el almacen.
– ?No va a estar alli miss Chilton-Grizedale?
– No estoy seguro. No hemos quedado de ninguna manera para hoy.
– ?Pero supones que ira al almacen?
– Es posible. De todos modos, ella no puede ayudarme a abrir las cajas mas pesadas, y ademas adolece de tu experiencia en antiguedades.
Andrew meneo la cabeza pensativo mientras masticaba lentamente un bocado de huevos revueltos. Despues de tragar rozo con la servilleta el borde de sus labios.
– Ya veo. No quieres arriesgarte a quedarte a solas con ella.
Maldita sea, ?desde cuando demonios se habia vuelto tan transparente? Se sentia como un maldito trozo de cristal. Sabiendo que no tenia sentido negarlo, hizo un gesto afirmativo con la cabeza.
– Asi es, mas o menos, si.
Andrew volvio a bajar la vista y a concentrarse en su plato, no sin antes dedicarle a Philip una media sonrisa burlona, a la vez que producia un sonido gutural que parecia la carcajada de un asno.
– Sera un placer acompanarte -dijo Andrew-. Tengo el presentimiento de que va a ser una manana muy interesante.
Philip, con la ayuda de Andrew, acababa de sacar la tapa de madera de dos cajas cuando el sonido de unas bisagras le anuncio que alguien acababa de llegar. Para su sorpresa, su corazon empezo a galopar como si fuera un caballo que acaba de salir del establo cuando llego hasta el la voz de miss Chilton-Grizedale.
– Lord Greybourne, ?esta usted ahi?
– Si, aqui estoy. -Cielos, ?ese ronco y oxidado sonido era el de su voz? Carraspeo para aclararse la garganta y lo intento de nuevo-: En el mismo sitio de ayer.
Para su sorpresa, escucho el murmullo de varias voces, como si ella estuviera conversando con alguien. Los tacones de unos zapatos de mujer resonaban en el suelo de madera acompanados por otro par de pisadas mas contundentes. Un hombre, penso. Un hombre que cojea.
Al cabo de un instante miss Chilton-Grizedale salia de detras de un monton de cajas acompanada de Albert Goddard. Philip se dio cuenta de que Goddard se quedaba detras de miss Chilton-Grizedale como si fuera un serio centinela guardando las joyas de la Corona.
Aquel dia ella vestia un sencillo traje marron, claramente en concordancia con la polvorienta tarea que tenian entre manos. Su brillante mirada de un azul profundo se encontro con la de el, y por un instante sintio como si le hubieran dado un punetazo en el corazon. Sin embargo ella, que seguramente tenia mas experiencia en esas lides, simplemente inclino la cabeza en direccion a el.
– Lord Greybourne.
Su mirada se dirigio hacia donde estaba Andrew, unos cuantos metros mas alla, y para sorpresa de Philip, su rostro se ilumino como si fuera una lampara de gas.
– Senor Stanton, ?que alegria verle de nuevo!
– Lo mismo digo, miss Chilton-Grizedale.
Ella se hizo a un lado para dejar pasar a Goddard, quien avanzo con paso decidido.
– Dejeme que le presente a mi amigo, el senor Albert Goddard, quien, como ya le dije ayer, se ha ofrecido para ayudarnos a buscar la piedra. Albert, este es el amigo de lord Greybourne, el senor Stanton. A lord Greybourne ya lo conociste ayer.
– Me alegro de verle de nuevo, Goddard -dijo Philip, dirigiendole una sonrisa al joven.
Le alargo la mano y, para su sorpresa, este se le quedo mirando de una manera feroz. Cuando Philip pensaba que Goddard tenia la intencion de ignorarlo, le agarro la mano y se la estrecho con indiferencia.
– Lord Greybourne -dijo, o mas bien gruno.
Philip se dio cuenta de que Goddard saludo a Andrew de una manera mucho mas efusiva. Estaba claro que Andrew era siempre el blanco de todas las salutaciones amistosas.
– He pensado que Albert y yo podriamos trabajar en la misma caja y de esa manera puedo ensenarle nuestro sistema, lord Greybourne -dijo miss Chilton-Grizedale-. Si es que cuento con su aprobacion.
– Por supuesto.
Era un plan excelente. Eso la mantendria completamente alejada de el. Ademas, con Andrew y Albert alli, el trabajo seria mas comodo y rapido, y no habria ninguna necesidad de estar muy cerca de miss Chilton-Grizedale. Deberia estar muy contento. Entonces, ?por que demonios no lo estaba?
Cada uno de ellos se dirigio hacia su respectiva area de trabajo, pero enseguida Philip se dio cuenta de que en lugar de estar concentrado unicamente en el contenido de su propia caja, casi toda su atencion estaba centrada en la conversacion en voz baja, interrumpida por ocasionales risas sensuales, que mantenian miss Chilton-Grizedale y Goddard. De hecho, por mucho que intentaba ignorarlos, no fue capaz ni de darse cuenta de que Andrew estaba parado justo a su lado, tan cerca de el que practicamente no lo vio hasta que su nariz estuvo a punto de tropezar con la nariz de su amigo.
– Vaya, Andrew -dijo dando vanos pasos apresurados hacia atras-. ?Que es lo que pretendes acercandote de esa manera tan sigilosa?