avanzando y lord Greybourne se dejo arrastrar por el, aunque a una velocidad mucho mas lenta, como si no tuviera ningunas ganas de acercarse demasiado. Aun asi, alli estaba, y no habia manera de evitarla, mientras Meredith se ponia muy recta y colocaba una sonrisa en sus gruesos labios.

Cuando llegaron a una distancia a la que podian hablarse, ella dijo:

– Buenas tardes, lord Greybourne.

Ella habia intentado seguir caminando, para que el encuentro no fuera mas alla de un intercambio de saludos, pero se habia olvidado de Hope, a la que le encantaban los perros. Hope enseguida llego corriendo para acariciar al energico animal. La nina se agacho a su lado y al momento fue bombardeada por freneticos lametazos del cachorro por toda la cara.

– Gracias al cielo que han pasado por aqui -dijo lord Greybourne deteniendose a su lado-. De lo contrario este perro habria sido capaz de llevarme corriendo hasta Escocia. Me parece que se cree que es un caballo de granja y yo un arado que ir arrastrando detras de el.

Su cabello estaba erizado en extranos rizos, seguramente a causa de la brisa y de sus dedos impacientes. Su chaqueta de color negro oscuro no solo estaba arrugada, sino llena de numerosos pelos dorados del cachorro, asi como sus pantalones. Y por supuesto que su panuelo habria estado ladeado, en el caso de que lo hubiera llevado. En lugar de eso, su garganta sobresalia desnuda por el arrugado cuello de su camisa. Tenia un aspecto desenfadado y realmente masculino capaz de derretir a cualquier femina.

?Derretir? Por el amor de Dios, ?ella no estaba derretida!, estaba horrorizada por su atuendo. Por supuesto que lo estaba.

Se irguio y pregunto con su tono de voz mas neutro:

– ?Se le ha volado el panuelo por una rafaga de brisa inesperada, lord Greybourne?

– No. -La miro fijamente y le lanzo una impenitente sonrisa y un guino-. No llevaba panuelo.

Para no caer en la tentacion de devolverle una sonrisa realmente contagiosa, aparto la vista de el y se quedo mirando hacia abajo, hacia Hope, quien reia desenfrenadamente jugando con el euforico cachorro, que no paraba de hacer cabriolas. Se fijo en que el perro llevaba una pata vendada, y algo cruzo por su memoria cuando lo observo con mas detenimiento. Le parecia familiar. Su mirada se poso luego en el baston de lord Greybourne. La punta de plata del baston con aquel extrano dibujo…

Las piezas enseguida empezaron a encajar en su mente. Su corazon comenzo a acelerarse con fuertes y profundos latidos, mientras el recuerdo se iba haciendo mas claro en su memoria. Al alzar la vista, se encontro con que el la miraba con una irresistible expresion que provoco en ella la urgente necesidad de abanicarse.

– Usted rescato este perro -dijo ella-. En Oxford Street.

Recordaba perfectamente como habia reaccionado ante aquella escena: el extrano aleteo que le habia recorrido todo el cuerpo para refugiarse luego en su vientre. Recordaba de que manera habia pensado en aquel hombre como un valiente, un hombre extraordinario. Y recordo que se movia como un rapido y agil animal de presa. Elegante, fuerte, heroico. Y que se habia preguntado que aspecto tendria.

Bueno, ya no tenia que seguir preguntandose. Aquel valiente, heroico y extraordinario hombre estaba ahora a solo unos pasos de ella. Otro aleteo la recorrio de la cabeza a los pies. ?Ay de mi!

Para su sorpresa, un claramente incomodo sonrojo apagado empezo a ascender por el cuello de el. Philip se coloco las gafas bien y pregunto:

– ?Estaba usted alli?

– Yo estaba dentro de la tienda de la modista, con lady Sarah. Oi el alboroto y fui a mirar por la ventana. Vi a alguien derribando a aquel hombre forzudo, pero como no consegui verle la cara, no pude darme cuenta de que se trataba de usted. -Senalo hacia el baston-. Pense que el dibujo de la punta me parecia muy extrano, pero no me di cuenta de que era el mismo baston hasta que le vi a usted con el cachorro herido.

– No hice nada mas que lo que hubiera hecho cualquier otro en circunstancias similares.

Meredith no le discutio, pero creia que ninguna otra persona habria actuado con semejante valentia en su lugar. No, conocia demasiado bien la naturaleza humana para creer que alguien -dejando aparte a algun noble- se hubiera arriesgado a enfrentarse con aquel hombre gigantesco e irritado para salvar un perro callejero. Excepto lord Greybourne. Sus miradas se encontraron, y algo calido empezo a derretirse dentro de ella como la miel en un dia de verano. Se quedo sin aliento, y eso fue todo lo que pudo hacer para evitar exhalar un efusivo suspiro femenino.

– Miss Chilton-Grizedale, me parece que esta vez ha sido usted la que ha olvidado los buenos modales. ?Me permite el atrevimiento de pedirle que me presente a sus amigas? -Su mirada sonriente oscilaba entre Hope y Charlotte.

La consternacion hizo que a Meredith le ardieran las mejillas, pero intentando calmarse dijo:

– Por supuesto, lord Greybourne: le presento a mi querida amiga la senora Charlotte Carlyle.

Charlotte hizo una timida y rapida reverencia.

– Lord Greybourne…

– Encantado, senora Carlyle.

– Y el pequeno diablillo que parece haberse convertido en el nuevo mejor amigo de su cachorro es la hija de la senora Carlyle, Hope.

Lord Greybourne se hinco de rodillas en el suelo al lado de Hope, quien estaba sentada sobre la hierba. El cachorro, cansado ya de tanto ejercicio, estaba tumbado en el regazo de la nina, al lado de la muneca de Hope. Los caninos ojos del perro estaban cerrados de arrobamiento, mientras Hope le acariciaba suavemente el lomo.

– Hola, Hope -dijo el con una sonrisa-. Parece que le caes muy bien a mi perro.

– Oh, si, y a mi tambien me gusta mucho el -contesto ella ofreciendole a lord Greybourne una sonrisa angelical-. Es muy besucon. No ha parado de besarnos a mi y a la princesa Darymple -le confio senalando con la cabeza hacia la muneca.

– Si, bueno, suele ser muy carinoso con las encantadoras jovencitas y con las princesas. Me lo ha dicho el.

Charlotte se agacho y rozo los brillantes bucles dorados de Hope.

– Este caballero es lord Greybourne, Hope.

– Hola, ?es usted amigo de mi mama o es un amigo de tia Merrie? -pregunto.

– Soy amigo de tu tia Merrie.

– ?Va a casarle a usted? -pregunto ella inclinando solemnemente la cabeza.

Philip se quedo pasmado, mirando a la nina desconcertado.

– ?Perdon?

– Eso es lo que hace tia Merrie. Casa a la gente.

– Ah, ya entiendo. Bueno, en ese caso… si, va a casarme. -Miro hacia arriba, hacia el rostro encendido de miss Chilton-Grizedale, y mientras le mantenia la mirada, anadio en voz baja-: Eso espero.

Al sentir el peso de la mirada de la nina, se obligo a dirigir de nuevo su atencion hacia ella. Sus grandes ojos estaban abiertos como platos.

– ?Es usted el hombre del maleficio?

– Me temo que si.

Poniendose de pie, la nina le palmeo en el brazo, en lo que el imagino que era un gesto de confianza, y le dijo:

– No hace falta que se preocupe. Tia Merrie le ayudara. Y si ella no puede, tio Albert ha dicho que esta dispuesto a vestirse de novia y casarse con usted.

Philip no sabia realmente si tenia que sentirse horrorizado o divertido. Gano la diversion, asi que sonriendo dijo:

– Espero que no tengamos que llegar tan lejos.

– Eso espero tambien yo, porque quiero que tio Albert se case con…

Hope dejo la frase sin concluir al notar que su madre le pasaba una mano por los dorados cabellos. Maldicion. A el le habria gustado que Hope acabara la frase. ?Estaba acaso a punto de decir «tia Merrie»?

Agachandose al lado de su hija, la senora Carlyle le dijo en voz baja:

– Hope, ?recuerdas lo que te ha dicho mama sobre escuchar las conversaciones de los demas?

Hope se agarro a su cuello.

– Si, mama. Se supone que no debo escuchar.

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