– Imagino que las ruinas deben de ser magnificas.
Al instante se formo una imagen en su mente, tan vivida que se sintio como si estuviese de nuevo en la antigua ciudad.
– Entre las muchas ruinas que he estudiado, Palmira es una de las mas sobresalientes, sobre todo por su impresionante ubicacion. El contraste de los colores es fascinante, y casi imposible de describir, me temo. Durante el dia, las ruinas adquieren un color blanquecino a causa del sol despiadado, y se recortan contra un cielo infinito de un azul tan deslumbrante que hace dano a la vista. Al atardecer, las sombras caen sobre las ruinas mientras el cielo se ilumina con vivos azules y amarillos, que a
El se volvio y la miro. Ella estaba observandole con ojos sonadores, como si estuviera viendo en ese momento las ruinas de Palmira al igual que el lo hacia.
– Suena extraordinario -susurro ella-. Increible. Maravilloso.
– Si, es todo eso. Y mucho mas.
Su mirada se detuvo en el rostro de ella, recorriendo cada una de sus facciones unicas, y deteniendose por ultimo en su encantadora boca. Deseaba tocarla. Besarla. Con una intensidad que no podia seguir ignorando durante mucho tiempo.
Aparto la vista de ella, y echo una ojeada a los alrededores.
– Venga -dijo el tomandola amablemente por el codo y dirigiendola hacia un sendero apartado de los edificios y las columnas-. Hace un noche tan hermosa que podriamos pasear un poco, y charlar un rato antes de reunimos con Andrew y Catherine en el restaurante. Estoy dandole vueltas a varias cosas, y es posible que usted pueda satisfacer mi curiosidad.
Su mirada se dirigio de nuevo hacia ella. Ella parpadeo y la expresion ausente se borro de sus ojos.
– Por supuesto, senor. Al menos lo intentare. ?De que se trata?
– De usted, miss Chilton-Grizedale. ?Como llego a convertirse en casamentera?
Ella dudo por un segundo, y luego dijo:
– De la forma usual. Desde muy joven poseia una cualidad innata para descubrir que jovenes harian buena pareja entre los conocidos de mi familia, y me divertia haciendo insinuaciones al respecto de mis elecciones. Lo mas sorprendente es que buena parte de mis elecciones llegaron a hacerse realidad. Cuando me hice mayor, leia las paginas de sociedad y mentalmente formaba parejas entre los miembros de la nobleza. Podia llegar a leer las amonestaciones y de repente decir: ?Cielos, no! ?No deberia casarse con ella! La senora tal seria una pareja mucho mas apropiada para el. Pronto empezaron a pedir mi consejo algunas madres de la zona, para que les encontrara un buen partido a sus hijas. Luego me traslade a Londres, y poco a poco mi reputacion fue aumentando.
Al igual que le habia pasado por la tarde en el parque, se dio cuenta de que no eran sus palabras las que no sonaban a verdaderas, sino la manera como las decia. Era como si estuviera recitando un discurso aprendido de memoria. Tuvo la clara impresion de que si volviera a hacerle la misma pregunta dentro de dos meses, recibiria la misma respuesta exacta, palabra por palabra. Y al contrario que muchas de las mujeres que el habia conocido, se dio cuenta de que era muy reacia a hablar de si misma. Ella le lanzo una mirada de soslayo.
– El hecho de que su padre me contratara en su nombre, para que le encontrara una novia apropiada, ha sido el encargo mas prestigioso que me han hecho hasta la fecha.
– Pero aunque usted sea capaz de encontrar a una mujer que quiera casarse conmigo, solo podre hacerlo si soy capaz de romper el maleficio.
– No quiero tener una perspectiva pesimista al respecto de romper el maleficio. Y no puedo imaginar que exista una sola mujer que no este dispuesta a casarse con usted.
El aminoro la marcha y la miro fijamente.
– ?Ah, si? ?Y eso por que?
Esta pregunta la puso claramente nerviosa.
– Bueno, porque usted tiene… -alzo una mano como si intentara cazar las palabras que volaban por el aire- un titulo. Y es rico.
La decepcion y algo que se parecia sospechosamente al dolor lo embriagaron. ?Eso es todo lo que ella veia en el?
– ?Y esos son los unicos criterios que utiliza cuando concierta matrimonios que funcionen?
– Por supuesto que no -dijo ella esbozando una sonrisa-. Tambien ayuda mucho que aun conserve usted todos los dientes y todo el pelo.
– ?Y si no tuviera todos los dientes y todo el pelo?
– Aun asi no puedo imaginar a una sola mujer que no se casaria con usted.
– ?Por que?
– ?Acaso esta intentando que le haga algun cumplido, senor? -Su voz tenia un inconfundible tono de burla.
Maldita sea. De eso se trataba. Para su verguenza. Sabia que estaba lejos de ser un hombre atractivo. Sabia que los anos que habia pasado viajando habian empanado el brillo de sus modales. Sabia que lo que al el le interesaba podria aburrir hasta la saciedad a cualquier mujer. Y sin embargo, deseaba oir de su boca lo que ya sabia. Estaba claro que ella trataba de mantener la conversacion en un tono cordial, mientras el intentaba llevarla hacia algun rincon oscuro. Deberia estar avergonzado de si mismo. Aterrorizado. Y se habia estado esforzando por demostrar sus limpios sentimientos, para despues intentar besarla.
– ?No tiene ningun cumplido que ofrecerme, miss Chilton-Grizedale?
Ella dejo escapar un suspiro teatral.
– Supongo que puedo buscar alguno, si se me presiona.
– Dejeme imaginar. Mis orejas no son ni de soplillo ni estan caidas como las de un perro de caza.
Ella rio.
– Exactamente. Y su nariz no tiene ninguna herida.
– Cuidado. Tantos cumplidos juntos se me van a subir a la cabeza.
– Entonces sera mejor que no puntualice que no tiene usted ni pizca de barriga. O que sus ojos son… -Su ultima frase quedo cortada como si la hubieran seccionado con un hacha.
– Mis ojos son ?que?, miss Chilton-Grizedale.
Ella dudo durante varios latidos de su corazon, y luego susurro:
– Tiernos. Sus ojos son tiernos.
Palabras simples y encantadoras que seguramente no deberian haberle producido ese extrano calor.
Meredith se atrevio a lanzarle una sonrisa. El la estaba mirando con una intensidad que hizo que se le secara la garganta. Consciente de como la miraba, trago saliva y anadio:
– Ahora es su turno, senor.
– ?Para que le haga cumplidos? Muy bien. Yo creo que usted es…
– ?No! -La palabra exploto en sus labios, seguida de una risa nerviosa-. ?No! -repitio ella en voz mas baja-. Queria decir que era su turno para explicarme como se siente dentro de su actual profesion de anticuario. -Si, eso era lo que queria decir, pero una parte de ella no pudo evitar preguntarse que es lo que el habia estado a punto de decir.
– Ah, bueno, es interesante que lo haya expresado usted de esa manera, porque literalmente yo «cai» enamorado de las antiguedades. Cuando no era mas que un chico de cinco anos, me cai en un pozo en la finca de Ravensley, nuestra propiedad familiar en Kent.
– Oh, cielos, ?se lastimo usted?
– Solo se lastimo mi orgullo. Por suerte el pozo era poco profundo; pero yo de nino era bastante patoso. Recuerdo que una de las institutrices se referia a mi como «el barco accidentado buscando un puerto en el que amarrar». Por supuesto, eso lo decia entre dientes; pero yo era torpe, no sordo.
El matiz de pena en el tono de su voz era inconfundible, y a ella eso le recordo inmediatamente el retrato que colgaba sobre la chimenea en el salon de la casa de su padre. Un nino regordete, con gafas, al borde de la madurez. Ni siquiera el tenia reparos en reconocer que habia sido un nino fofo y con gafas, uno de esos a los que la institutriz les pone motes. Ella se sintio solidarizada con el, a la vez que irritada en su nombre.
– Imagino que su padre pondria a aquella institutriz de patitas en la calle sin darle el favor de una carta de
