anhelos, que hicieron desaparecer su sutileza, humillando sus delicadezas. Entonces sus manos -normalmente tan quietas, pacientes y tranquilas, que podian pasarse horas reuniendo pedazos de ceramica rota- se pusieron a moverse impacientes y sin descanso de arriba abajo por la espalda de ella.
Ella se apreto mas a el, frotandose delicadamente contra su ereccion, y un estremecimiento le recorrio todo el cuerpo. El tenia que detenerse. Ahora. Cuando aun quedaba una remota posibilidad de hacerlo. Con un esfuerzo que a Philip le costo la vida, bajo la cabeza y la miro.
Ella tenia los ojos cerrados, y una respiracion rapida y jadeante salia por sus entreabiertos labios. Su negro cabello caia en cascadas sobre sus hombros. El deseo lo embriagaba, pero apreto las mandibulas para forzarse a si mismo a no dejarse arrastrar por el desesperado deseo de besarla de nuevo. Ella abrio los ojos y sus miradas se cruzaron.
Maldita sea. Aunque agradecia la intimidad que les ofrecia la oscuridad, tambien la maldecia por no permitirle observar los matices de su semblante. Queria ver sus ojos, su piel, sus pupilas dilatadas. ?Se habrian tenido sus mejillas de rojo?
Ella seguia apretada contra el, recordandole por fuerza su dolorosa ereccion. Solo Dios sabia cuanto la deseaba, con una ferocidad completamente desconocida para el. ?Era solo porque habia estado tanto tiempo sin tener entre sus brazos a una mujer? ?O era esa mujer en concreto la que despertaba en el tan dolorosa excitacion?
Cerro los ojos un instante e intento imaginar que tenia entre sus brazos a cualquier otra mujer que le acariciaba el pelo con las manos, pero no lo consiguio. Imposible. Solo la veia a ella. No se trataba de que cualquier mujer pudiera satisfacerle. Solo esa mujer en concreto podia hacerlo.
El silencio se hizo mas profundo y sintio la necesidad de decir algo. Pero ?que? Sin duda, un verdadero caballero habria sabido disculparse y habria conseguido su perdon, pero el hecho de que el la hubiera conducido de manera deliberada hacia una zona oscura de Vauxhall con la expresa intencion de besarla empanaba sus maneras caballerescas. «?Las empanaba?» Su voz interior se mofo de el. «Estan tan oxidadas que ya no tienen arreglo.» ?Y como podia disculparse por algo de lo que no estaba arrepentido?
Aun asi, las palabras que resonaban en su cerebro, «Te deseo, te deseo», probablemente era mejor no pronunciarlas. De modo que acaricio un oscuro bucle de su frente y susurro la unica palabra que rondaba por la punta de su lengua.
– Meredith.
El sonido de su nombre, musitado con una voz tan llena de excitacion, la saco de la niebla sensual que la rodeaba. Parpadeo varias veces y la realidad volvio de golpe. Todos sus nervios temblaban de excitacion hirviendo de placer. La femenina carne del interior de sus muslos estaba humeda y tensa, y con una dolorosa palpitacion que se hacia mas clara por la presion que sentia contra su vientre. La obvia ereccion de el anulaba los rumores de que no podia… cumplir -algo que por otra parte ella no habia creido jamas. Y esa manera de besar…
Que Dios la ayudara, la habia besado en su mas profunda sensibilidad. ?Cuantas veces habia sonado despierta, preguntandose como seria ser besada de ese modo, tratando de sofocar esa curiosidad y ese deseo? Ella sabia muy bien adonde conducian esas cosas, y era un camino que siempre se habia negado a seguir. Aun asi, habia dejado que lord Greybourne la condujera hasta un lugar apartado y oscuro, sabiendo que el podria intentar besarla. Y deseando desesperadamente que lo hiciera.
Pero no habia supuesto que la haria sentirse… de aquella manera. Tan viva. Tan dolorida. Tan deseosa. Y tan vacia cuando el se detuvo. Habia deseado conocer el sabor y la sensacion de sus besos. Ahora ya lo conocia. Y queria mas. Pero eso era completamente imposible.
Habria querido sentirse ofendida, haberle llamado canalla, pero su honor no le permitia una falsedad de ese tipo, ni tampoco podia culparle a el de lo que habia pasado entre ellos dos con su consentimiento. Deberia haberle detenido. Pero no lo habia hecho. Y ahora, como siempre le habia pasado, simplemente tendria que vivir con las consecuencias de sus actos. Pero en este caso sus acciones podrian echar por tierra aquella respetabilidad por la que tanto y tan duro habia luchado. ?En que diablos estaba pensando para arriesgar todo eso por un simple beso a escondidas?
Acumulando toda la dignidad que le fue posible, separo sus dedos de su recio y sedoso pelo, aparto la otra mano de su calido pecho y dio un paso atras, lejos del circulo de sus brazos.
Colocando con destreza su desarreglado cabello en un mono pasable, se volvio a colocar el gorro en su sitio y se lo ato bajo la barbilla.
– Deberiamos volver atras -dijo ella, sintiendose mucho mas relajada ahora que llevaba de nuevo el pelo recogido. Ahora que el ya no la tocaba.
– No creo que eso sea posible.
– Lady Bickley y el senor Stanton estaran preocupados por nuestra prolongada ausencia.
– No me refiero a eso. -Acercandose a ella le paso un dedo por la mejilla, inmovilizandola con el susurro de una caricia-. Pero creo que tu ya lo sabes. Creo que sabes, como yo se, que no podemos borrar sin mas lo que acaba de pasar entre nosotros. Que de ahora en adelante, todo entrara en dos categorias: antes de habernos besado y despues de haberlo hecho.
Aquellas palabras, pronunciadas en una voz tan profunda y ardiente, amenazaban con hacer que se tambaleasen aun mas su ya inseguras rodillas. Dando un paso atras, fuera de su alcance, alzo la barbilla y adopto su tono de voz mas arisco.
– Eso no tiene sentido. Podemos olvidarlo, y eso es todo lo que haremos.
– Yo no olvidare, Meredith. Ni aunque viva cien anos.
Por el amor de Dios, ella tampoco podria olvidarlo. Pero uno de los dos tenia que ser sensato.
– Por favor, entienda que yo asumo la parte de culpa que he tenido en esto. -Intento reir de manera desenfadada y quedo bastante impresionada del resultado-. Esta claro que la atmosfera romantica de este lugar nos ha afectado a los dos. No deberiamos hacer un mundo de un beso sin importancia.
– ?De verdad crees lo que estas diciendo? ?Que no ha sido nada mas que el ambiente? ?Que no ha pasado nada importante entre nosotros? -El avanzo, y aunque no llego a tocarla, su cercania hizo que a ella el corazon le latiera con mas fuerza-. ?Realmente crees que esto no va a volver a suceder?
– Si. -Incluso a sus propios oidos esta palabra sono forzada-. Una vez se puede pasar por alto como una enajenacion pasajera. Dos veces seria…
– Colocarlo todo en una categoria diferente.
– Una categoria que se llama «un error de proporciones colosales».
– Me alegro de que este de acuerdo conmigo. -Mas tranquila por haber llegado a un acuerdo, ella echo a andar antes de que el cambiara de opinion o siguiera hablando de su beso, un tema que ella deseaba olvidar-. Ya es hora de que nos reunamos con los demas.
El hizo una leve inclinacion de cabeza y echaron a andar en silencio hacia el restaurante.
Meredith se mantenia a cierta distancia de el, procurando no llegar ni a rozarlo. No podia salir nada bueno de aquella atraccion imposible que sentia por el. Ellos dos pertenecian a mundos diferentes. El estaba destinado a casarse con una mujer de su misma clase social -en cuanto hubiera roto el maleficio. Y si no era capaz de romper el maleficio, no podria casarse-. De todas formas, ella no podria ser para el nada mas que una diversion temporal, un juguete al que dejar tirado cuando el juego hubiera acabado, y ella nunca se permitiria a si misma ser eso para ningun hombre. Desde el fondo de su mente le llego una imagen de su madre, y apreto los ojos con fuerza. Nunca deberia cometer el mismo error que habia cometido su madre. Nunca haria lo que habia hecho su madre.
Charlotte abrio unos centimetros la puerta de su dormitorio y echo una ojeada al pasillo. La luz que centelleaba por debajo de la puerta del dormitorio de Albert indicaba que este por fin habia decidido encender las velas y retirarse a descansar. Asegurandose de que estaba sola, salio corriendo hasta la cocina para prepararse una caliente y humeante taza de te. Entreabrio la puerta de la cocina y se metio dentro como si acabara de saltar un muro de piedras. Albert estaba apoyado contra el mostrador de madera con una galleta en una mano y una taza en la otra. Su aparicion en la puerta de la cocina hizo que su mano se detuviera helada a medio camino de su boca. Ella se quedo tan desconcertada y aturdida como el.
El corazon de Charlotte empezo a golpear con fuerza contra sus costillas. Albert tenia el cabello castano claro completamente desordenado, como si hubiera abusado de su habito de peinarselo con las manos. El destello de las llamas que ardian en la chimenea recortaba su silueta entre sombras oscuras, acentuando la barbilla sombreada de varios dias sin afeitarse. Ella bajo la mirada, y le parecio que su corazon dejaba de latir de
