recomendacion.

– ?Es eso lo que usted habria hecho?

– Sin dudarlo. No puedo soportar a la gente que hace o dice cosas que pueden ser dolorosas para quienes se supone que estan bajo su cuidado, o quienes dependen de ellos. Quienes son mas pequenos o mas debiles que ellos. Es la peor forma de traicion. -Sus manos se apretaban en un puno mientras esas palabras salian de su boca, sin poder detenerlas, con una voz alta y energica. Preocupada por la intensidad de sus palabras, y esperando no haber llegado demasiado lejos, anadio en un tono mas tranquilo-: Asi que estaba usted en el fondo del pozo…

– Si, donde encontre una cienaga de lodo sucio. Eso freno mi caida, pero tambien se trago uno de mis zapatos. Cuando tire de mi pie, oi un horrible sonido de succion. Luego emergio el pie, llevando puesto solo el calcetin. Meti las manos en el lodo y me di cuenta de que no tenia mas de treinta centimetros de profundidad. Hundido bajo el fango habia algo duro que supuse que era una piedra. Rebusque en el barro para sacar mi zapato, y encontre algo duro y redondo. Lo saque del fondo y, tras limpiarlo, descubri que se trataba de una moneda. Busque por los alrededores y encontre tres mas. Esa noche ensene las monedas a mi padre. Eran de oro y parecian ser muy valiosas. A la manana siguiente fuimos a Londres, al Museo Britanico.

»El conservador del museo en persona examino las piezas, y nos explico que creia que se trataba de monedas que se remontaban a la epoca en que los romanos invadieron Inglaterra, en el cuarenta y tres antes de Cristo. Dijo que probablemente un soldado romano debio de esconder las monedas en el pozo, y que seguramente murio en la guerra antes de poder volver a recuperarlas. Esa escena inflamo mi imaginacion, y desde entonces he seguido fascinado por el estudio de los restos del pasado y de las civilizaciones antiguas. Durante los siguientes anos hice incontables excavaciones en los terrenos de nuestra propiedad, y mientras la mayoria de las familias iban a tomar las aguas a Bath, mi padre me llevaba a Salisbury Plain o a ver Stonehenge, o a Northumberland, para explorar la muralla de Adriano. Asi que, al igual que usted, yo tambien descubri de muy joven cual era mi vocacion.

Ella dudo un momento, y luego dijo con cautela:

– Ya se que no es asunto mio, senor, pero parece que usted estaba bastante unido a su padre cuando era un muchacho. Aunque ahora no hay duda de la tension que existe entre los dos.

Su observacion produjo un momento de silencio, y ella se pregunto si lo habria ofendido.

– Nuestras relaciones cambiaron desde que fallecio mi madre -dijo el al fin.

– Ya veo -murmuro ella, aunque no lo entendia-. Lo siento.

– Yo tambien.

– Espero que puedan dejar a un lado sus diferencias antes de que… sea demasiado tarde.

– Eso mismo espero yo. Sin embargo, no estoy seguro de que sea posible. Algunas heridas no se cierran jamas.

– Si, lo se. Pero me atreveria a pedirle que hiciera cuanto este en su mano para reanudar sus relaciones con su padre. No sabe usted lo afortunado que es por tener un padre.

– ?Su padre ha muerto?

La pregunta golpeo a Meredith como una bofetada, haciendola ver que habia dejado que la conversacion derivara hacia unos derroteros por los que no tenia ganas de pasar.

– Si, esta muerto. -Al menos ella suponia que lo estaba. O eso era lo que se habia dicho a si misma. Determinada a cambiar de tema, pregunto-: ?Que paso con las monedas que encontro en el pozo?

– Done tres de ellas al museo, y me quede con otra.

– ?Todavia la conserva?

– Si, claro. ?Quiere verla?

– Me gustaria mucho.

El se detuvo, y le rozo ligeramente el brazo para que ella lo mirara. Para su sorpresa, el empezo a desanudarse el panuelo.

– ?Que… que esta usted haciendo?

– Ensenarle la moneda. -Con el panuelo desabrochado, abrio los extremos de su nivea camisa mostrandole el cuello. Se introdujo la mano en el pecho y extrajo de debajo de la camisa una cadena, al final de la cual colgaba un pequeno objeto esferico. Pero no se saco la cadena por la cabeza, en lugar de eso, se acerco a ella y dejo el disco colgando.

Ella estaba completamente quieta. Estaban parados en una curva oscura del camino iluminada solo por la ligera luz de la luna que se colaba entre los arboles. El ruido, la musica, la gente y las lamparas que iluminaban el parque estaban a bastante distancia de ellos, dejandoles en una burbuja de intimidad. Una brisa fragante hizo que su vestido rozara las botas de el. No los separaban mas de dos pasos. Dos pasos que podian borrarse en un solo paso. Un paso que haria que sus mejillas se juntaran. Ella podia oir la respiracion de el. ?Podria oir el los latidos de su corazon?

Sus ojos se posaron en la moneda que el mantenia entre los dedos. Incapaz de detenerse, ella alzo la mano y se dio cuenta de que estaba temblando. El dejo caer la moneda en la palma de su mano. Al hacerlo, sus dedos rozaron los de ella provocando que un calor le recorriera el brazo.

Caliente. El oro estaba caliente por haber reposado hasta hacia solo unos pocos segundos sobre su piel. Los dedos de ella se cerraron involuntariamente sobre la moneda, absorbiendo su calor, apretandola contra la palma de la mano. Abrio los dedos con lentitud y se quedo mirando fijamente el disco dorado.

– Me temo que no puedo verla muy bien.

El se acerco mas a ella. Ahora solo les separaban unos centimetros.

– ?Mejor asi?

– Oh, si.

Pero era mentira. Ahora era mucho peor. Ahora ella podia distinguir perfectamente su olor. Sentir el calor que emanaba de su cuerpo. Ver el movimiento de su garganta cuando tragaba saliva. Su mente le ordeno que se apartara, pero sus pies rehusaron moverse. Manteniendo aun la moneda en la mano, ella lo miro. La escasa luz no le permitia darse cuenta de la absorta y profunda manera con que el miraba sus labios.

Philip rodeo su rostro con ambas manos, y suavemente le acaricio las mejillas con los pulgares.

– Es tan suave -murmuro-. Tan increiblemente suave.

Luego bajo la cara lentamente, para darle la oportunidad de que se apartara, de que acabara con esa locura suya. En cambio, ella cerro los ojos y espero…

Philip rozo con sus labios los labios de ella, luchando contra el pujante deseo de sencillamente tomarla entre sus brazos y devorarla. En lugar de eso, se acerco lentamente a ella, hasta que su cuerpo se pego al suyo apretando la palma de la mano, que todavia sujetaba la moneda, contra su pecho. Paso la punta de su lengua por el labio inferior de ella, y ella abrio los labios, invitandole a que se introdujera en el calido cielo de su boca.

Exquisito. Ella sabia exactamente igual que olia: dulce, seductora y exquisita. Como algo salido de una pasteleria. El deseo bombeo por sus venas como una droga, atrapando sus sentidos. Un profundo y femenino gemido salio de la boca de ella, mientras el le rozaba el cuello con los dedos para absorber la vibracion y deslizaba la otra mano por su espalda, apretandola mas contra el, aplastandola contra su cuerpo.

Ella solto la moneda y apoyo su mano contra el pecho de el. Necesitaba sentir los latidos de su corazon golpeando contra sus costillas. La boca de Philip exploro los sedosos secretos de aquella exquisita boca femenina, y la deliciosa friccion de su lengua apretando contra la suya hizo que le temblaran las rodillas.

Mas. Tenia que acariciarla mas. Sin separarse de su boca, tiro de las cintas que sujetaban su gorro bajo la barbilla y luego se lo echo hacia atras, dejando libre su cabello. Enredo sus dedos entre los sedosos bucles, sembrando el suelo de horquillas que caian con un ruido sordo. Era dulce y embriagadora.

Agarrando suavemente su cabello entre los punos echo su cabeza hacia atras, acercando su boca a la mandibula y la vulnerable curva de su cuello. Sintio con satisfaccion que el pulso de ella se aceleraba al sentir el roce de sus labios, y acaricio con su lengua aquel frenetico latido. Ella se puso de puntillas con un suspiro, tamizando con los dedos de una mano el cabello de su nuca, mientras la mano que estaba apoyada en su pecho se movia hacia arriba hasta que las yemas de sus dedos tocaron la piel desnuda de la base de su garganta, alli donde se abria la camisa.

La sensacion de los dedos de ella sobre su piel, acariciando su cabello, lo desarmo. Buscaba los labios de ella con un deseo irrefrenable, que se encendia aun mas con su calida respuesta. La sensacion de aquel cuerpo apretado contra el suyo y el sabor de ella en su propia boca le golpeo con montones de deseos calientes y de

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