prefiero casarme con alguien que… me guste. Alguien a quien desee.
– Una sabia decision. Yo no me podria imaginar casandome con alguien a quien no conozco. Por supuesto, me sentiria indudablemente mucho mejor si tu sintieras algo mas que… atraccion por miss Chilton-Grizedale.
– Apenas la conozco.
– Por lo que yo he visto, la conoces todo lo que hace falta conocerla. Pero que te guste y que la desees es sin duda un buen comienzo. Dado que los gestos romanticos no son tu fuerte, estare encantado de ofrecerte unos cuantos consejos.
Philip le miro circunspecto.
– Contrariamente a lo que tu crees, ya he hecho algunos de esos gestos.
«?Algunos?», puntualizo su voz interior, «no definitivamente». Pensar en ellos no significaba haberlos llevado a cabo. Pero es que no habia encontrado aun a la mujer adecuada que le inspirase esos gestos. Hasta ahora.
– Y para acabar, he invitado a Meredith a cenar conmigo manana por la noche.
– ?Una cena? Estare encantado de asistir.
– Lastima, porque no estas invitado.
– Ah, ?y de que tipo de fiesta se trata? No hace falta que te preocupes, me esfumare si asi lo deseas. Volvere al salon de boxeo Jackson para caballeros. Lo pase bastante bien alli anoche, y me gustaria repetir la experiencia. -Una lenta sonrisa elevo uno de los extremos de la boca de Andrew-. Partirle la cara a alguien en el cuadrilatero es una buena manera de sacarse de encima las decepciones. Ya sabes como me gustan las buenas peleas.
– ?Anoche? -La mirada de Philip se fijo en la mano de Andrew y se dio cuenta de que estaba hinchada, con los nudillos llenos de rasgunos-. Pensaba que te habias quedado en la cama.
– Y asi fue. Pero me senti mejor despues de tomarme la pocion de Bakari y sali a dar una vuelta por la ciudad. Recorde que tu habias mencionado el club Jackson en alguna ocasion y decidi hacer una visita al establecimiento.
– Mi padre me ha dicho esta manana que creyo verte por la calle, pero yo le asegure que no podias ser tu. No sabes lo que me alegro de que no haya dos como tu dando vueltas por Londres. -Arqueo una de las cejas-. No se por que Bakari no me comento que habias salido.
– Sali sin que me vieran los criados de las escaleras, para no molestar a quienes estaban en la fiesta.
– Nos habria alegrado que te unieras a nosotros.
– Es muy amable por tu parte, te lo aseguro; pero tenia miedo de que si me unia a la velada, todas las mujeres que estaban alli para observarte a ti podrian haber quedado prendadas de mi fascinante encanto americano. -Tosio modestamente contra una mano-. No queria deslucir tu presencia.
– Creeme que habrias sido bienvenido por la mayoria de ellas, excepto por una.
– Hum, si. Miss Chilton-Grizedale. Puede que hayas dejado prendada a mas de una jovencita antes, pero estoy seguro de que ahora te das cuenta de que hay una gran diferencia.
– Si, esta vez me importa -dijo Philip asintiendo lentamente.
– Pero cortejarla puede representar un desafio, especialmente cuando todas sus energias estan centradas en encontrarte una esposa.
Una lenta sonrisa hizo que los labios de Philip se doblaran hacia arriba mientras alzaba su copa de vino.
– Si, pero no tendra que preocuparse mas por eso, dado que ya he elegido a una. Ademas, ya sabes cuanto me gustan los desafios. -Echo un vistazo al reloj de la pared-. Y hablando de desafios, ?estas con animos para una busqueda en las cajas del almacen esta noche?
– Por supuesto.
– Excelente. Y como el East End nos viene de camino, podremos parar en algun bar para tomar una copa.
– Eso suena muy bien. ?Acaso andas buscando algo… aparte de problemas?
– Informacion.
– ?Sobre…?
– Un deshollinador llamado Taggert.
A la manana siguiente, con los ojos arenosos por la falta de sueno, Meredith entro en una calesa, mirando hacia delante, mientras Albert manejaba las riendas. El iba sumido en sus pensamientos, cosa que ella le agradecia, mientras que su propia preocupacion la hacia mantenerse en silencio.
Philip. Maldicion, tenia que dejar de pensar en el. Pero ?como? La noche pasada, el habia ocupado todos los rincones de su cerebro -lo cual ya era bastante malo, pero la manera en que ocupaba sus pensamientos era de lo mas perturbador.
Estuvo imaginando como le arrancaba la ropa, y luego pasaba sus manos por la calida carne de el, explorando cada musculo y cada rincon de su cuerpo. A continuacion, Philip le devolvia el favor, arrancandole el vestido, acariciandola por todas partes con la boca y las manos, y acababa haciendole el amor con suave, languida y exquisita delicadeza.
Esas imagenes habian estado rondando por su imaginacion toda la noche, y habian invadido sus suenos cuando ya habia conseguido dormirse. Se habia tumbado en la cama, sola, con el corazon saliendosele del pecho, el cuerpo tenso de deseo y decepcion, y la carne entre sus muslos humeda y dolorida. En el pasado, en aquellas ocasiones en que tales sensaciones la habian asaltado -experimentar la pasion de un beso masculino, sentir unas manos sobre su piel, la sensacion de un hombre dentro de su cuerpo- su amante imaginario habia sido siempre alguien sin nombre, un producto de su imaginacion. Y alguien completamente desestimable. Pero Philip no era un producto de su imaginacion. Era un hombre de carne y hueso que la atraia a todos los niveles. Le gustaba. Le gustaba su sonrisa facil y su comportamiento burlon. La inteligencia que evidenciaban sus calidos ojos marrones. La pasion que sentia por las antiguedades. Admiraba la parte de el que habia rescatado un cachorro abandonado y admiraba el carino con el que habia tratado a Hope, su aceptacion y profunda comprension del problema de Albert. No le habia pasado desapercibido que Philip habia asignado a Albert tareas que se acomodaran a su discapacidad. Porras, ya no encontraba sus salidas de tono y su falta de cortesia -que, gracias a Dios, empezaban a ser menos frecuentes- como algo fuera de lugar. En el poco tiempo desde que lo conocia, habia sabido animar su sentido del humor, su curiosidad, su imaginacion, y, que Dios la ayudara, su cuerpo. Si ella hubiera estado buscando un hombre para si misma, sin duda no tendria que seguir buscando mucho mas…
La realidad cayo sobre ella como un jarro de agua fria. No estaba buscando un hombre. E incluso aunque asi fuera, Philip, por muy interesado que estuviera por ella, era una opcion imposible. ?Como podia haberlo olvidado? Gracias al cielo, despues de su conversacion la noche de la fiesta en su casa, el se dio cuenta claramente de que ella no era una mujer apropiada para el, como lo probaba el hecho de que hubiera organizado la cena de aquella noche. Habia dejado de perseguirla, y habia vuelto a la lista de jovenes damas para encontrar a seis que pudieran interesarle. Excelente.
Una sensacion incomoda como un calambre le recorrio el estomago. ?Excelente? Eso no era mas que una mentira como un templo. No estaba en absoluto contenta. Se sentia miserablemente celosa y hubiese querido abofetear a cualquier mujer que se atreviera a tocarlo. La idea de el haciendo el amor con una de aquellas perfectas, jovenes, nubiles y rubias bellezas le daba ganas de ponerse a gritar.
Una ola de resentimiento la invadio ahogandola en su estela. Un resentimiento por no poder permitirse desear una relacion con un hombre como Philip. Por no poder contarle la verdad y por la razon que le impedia hacerlo. Resentimiento porque las decisiones que habia tomado hacia anos, y que no dudo en tomar, todavia marcaban hoy su vida y lo harian hasta que exhalara el ultimo aliento. Resentimiento por saber que nunca podria ser para el nada mas que una amante. Aunque un arreglo de ese tipo la pudiera satisfacer fisicamente, la destruiria emocionalmente, forzandola a abandonar la respetabilidad por la que tanto y tan duro habia luchado, por no mencionar el dolor que le provocaria una relacion como aquella cuando acabara, como inevitablemente sucederia. Ella sabia muy bien en que acababan ese tipo de relaciones. Y el destino con el que se enfrentaba una amante descartada. Meredith no podia permitirse que eso le pasara a ella. No cuando habia ido tan lejos para evitarlo. Nunca mas.
Seguramente, despues de la cena de esa noche Philip elegiria a la novia. En cuanto el problema del maleficio estuviera resuelto, que sin duda seria muy pronto -se negaba a pensar en otra posibilidad-, tendria lugar la boda. Solo era una cuestion de dias, y ya no tendria que volver a ver jamas a Philip. Y
