por no haber encontrado ni rastro del pedazo que faltaba de la «Piedra de lagrimas». Dejando a un lado el desanimo, Philip se limpio las manos con un trapo y se acerco a Goddard.
– ?Tiene un momento? -le pregunto, indicando con la cabeza el despacho.
En los ojos de Goddard se dibujo la sorpresa, pero este asintio. Una vez que los dos hombres hubieron entrado en el despacho, Philip cerro la puerta. Vio que Goddard se quedaba de pie en el centro de la habitacion, y al momento se dio la vuelta mirandole de manera interrogativa.
– ?Y bien? -pregunto el joven.
– Me he enterado de algo que imagino que le interesara saber.
Los ojos de Goddard miraron hacia otro lado, y Philip trato de imaginar que tipo de secretos queria ocultarle.
– ?Y por que piensa que me parecera interesante?
– Porque tiene que ver con un deshollinador de chimeneas llamado Taggert.
En los ojos de Goddard se reflejo una expresion de alivio e interes. Pero estas dos emociones se vieron reemplazadas enseguida por cierta amargura acompanada de un destello de miedo.
– ?Taggert? -refunfuno Goddard-. Lo unico que me puede interesar saber de ese mal nacido es que este muerto.
– Lo esta. Murio el ano pasado en la carcel para morosos, en la que habia pasado los dos ultimos anos de su vida.
Goddard se quedo palido.
– ?Como lo ha sabido?
– Hice unas cuantas preguntas a las personas adecuadas.
– ?Las personas adecuadas? La unica manera de que usted y Taggert tuvieran conocidos comunes seria que el hubiera robado a alguno de sus amigos ricos.
– No he ido preguntando a ninguno de mis amigos ricos. Me encontre con varios conocidos de Taggert en un bar cerca de los muelles.
– ?Y por que ha estado preguntando por Taggert? -dijo Goddard mirandole con recelo.
– Porque pensaba que le gustaria saber algo mas de el. Porque yo en su lugar querria saber, necesitaria saber. No hubiera aceptado tenerlo siempre en la recamara de mi mente, pensando en si algun dia me encontraria. O en si me cruzaria con el por la calle. Y sintiendome siempre tentado a echarle las manos al cuello y matarlo en ese mismo momento. No habria querido que el tuviera ese poder sobre usted. Ya esta muerto, Goddard, ya no puede hacerle dano ni a usted ni a ningun otro nino.
Goddard parecia confundido.
– ?Como sabia que…?
– Porque es exactamente asi como yo me habria sentido en su lugar.
Goddard dejo caer los brazos a los lados del cuerpo y trago saliva. Un brillo de humedad afloro en sus ojos, y los apreto para contenerlo.
– Queria saber -murmuro el-. Pero tambien tenia miedo de ponerme a averiguar. Estaba horrorizado de que, de alguna manera, le llegaran noticias de que yo estaba preguntando por el y me descubriera. Podia haber intentado hacerle dano a miss Merrie. O a Charlotte, o a Hope. Aquel hombre era un demonio, un mal nacido sin corazon, y no podia arriesgarme a que de alguna forma se metiera en nuestras vidas. Pero aquello me estaba devorando, aunque solo fuera desde lo mas profundo de mi memoria. ?Estaria escondido detras de la esquina? ?Me reconoceria si me viera? No dejaba de pensar en el. Que Dios me ayude… no podia sacarmelo de la cabeza
– Ya no tiene que seguir pensado mas en el. Es usted libre, Goddard.
El joven abrio los ojos, pero no hizo un solo movimiento para secarse las lagrimas que le corrian ya por las mejillas, y Philip aparento que no las veia.
– La verdad es que no se que decirle… excepto que le estoy muy agradecido.
– No tiene que darme las gracias -dijo Philip, e inclinando la cabeza se dirigio hacia la puerta para marcharse. Pero la voz de Goddard le detuvo.
– ?Por que lo ha hecho? ?Por que se ha arriesgado yendo a un lugar tan peligroso por mi, alguien a quien apenas conoce?
Philip se quedo observando su rostro durante varios segundos y luego suspiro. Solo podia decirle la verdad.
– Porque la historia que me conto sobre como le habia tratado Taggert me afecto profundamente. No solo por los horrores que sufrio usted, sino porque hizo que los menosprecios y las humillaciones que yo sufri cuando era un nino, que hasta entonces me habian parecido muy importantes, empalidecieran de insignificancia.
– ?Quien podria humillar a un tipo rico como usted? -pregunto Goddard arqueando las cejas.
– Otros tipos ricos, Goddard. Pero tambien hay otra razon.
– ?Cual?
– Tu le importas mucho a ella y ella me importa mucho a mi.
En el momento en que Meredith le entrego el gorro y el chal de cachemira a Bakari, aun mantenia sus emociones bajo control. Estaba convencida de que podria mantenerse a distancia de su anfitrion, concentrandose en el decurso de la conversacion y en las otras invitadas femeninas. Y luego se escaparia de alli lo antes posible.
Siguio a Bakari por el pasillo, y se sorprendio al ver que pasaban de largo la puerta del comedor y la del salon. Se detuvieron ante la ultima puerta.
– ?A que habitacion vamos? -dijo ella desconcertada.
– Estudio privado. -Sus ojos oscuros buscaron los de ella por un segundo con una expresion inescrutable-. Espero que le guste.
Antes de que ella pudiera preguntarle nada mas, Bakari golpeo la puerta de madera de roble. Una voz apagada contesto desde dentro de la habitacion y Bakari abrio.
– Miss Chilton-Grizedale -anuncio solemnemente indicandole a ella que debia pasar.
Con la mas impersonal de sus sonrisas en los labios, Meredith cruzo el umbral y al instante se quedo helada.
?Estudio privado? Aquella habitacion no parecia en absoluto un estudio. De hecho, le parecia haber entrado en una tienda opulenta. Tapices de seda y de saten de mil colores cubrian las paredes, colgando desde el techo y derramandose con lujo por el suelo. Con una de sus manos acaricio la cortina de seda de color burdeos que estaba colgada en la pared mas cercana a ella. Excepto en la tienda de madame Renee, Meredith nunca habia visto tanta abundancia de telas hermosas.
Su mirada recorrio lentamente la habitacion. Una magnifica alfombra, con un intrincado dibujo, como nunca habia visto otro igual, cubria el suelo. Un acogedor fuego ardia en la chimenea, llenando la sala de sombras intrigantes. Habia media docena de mesas bajas repartidas por la habitacion, y la luz parpadeante de una docena de candelabros de diferentes tamanos se reflejaban en su superficie oscura y brunida. Habia una mesa baja y rectangular al lado del fuego. Sobre ella, varios platos de plata con tapa, asi como cubiertos y copas de cristal para dos comensales. Habia almohadones mullidos con cenefas de topacios, rubies, zafiros y esmeraldas alrededor de la mesa, invitando acogedores a tumbarse en ellos hasta llegar a unas profundidades decadentes.
Solo habia dos muebles en la habitacion: en una esquina un biombo finamente labrado, y una hermosa
– Buenas noches, Meredith.
Su voz profunda hizo que ella sintiera un respingo en la espalda, y aunque intentaba responder al saludo, no fue capaz de conseguir que le saliera la voz. Justo cuando estaba a punto de conseguirlo, lo vio moverse hacia ella con una elegancia y un sigilo que inmediatamente le hizo pensar en un animal de presa caminando por la selva.
Sus ojos se abrieron como platos ante la vision de el. En lugar de la limpia camisa de lino y el panuelo, vestia una ancha camisa que parecia de seda, que le cubria la parte superior del cuerpo dejando su bronceado cuello desnudo. Por debajo de la camisa llevaba… Meredith tuvo que tragar saliva.
En lugar de unos pantalones elegantes, vestia unos anchos bombachos de color azul oscuro que parecian