introduciendose lentamente la oliva y los dedos de ella entre los labios humedos.

El deseo que ella tanto habia intentado refrenar volvio a asaltarla, hirviendo en sus venas y acelerando su pulso. Deseaba tanto sentir esa piel en su boca que le dolian los labios.

– Y ahora -dijo el-, para acabar la cena, solo falta esto.

Del centro del plato el tomo una fruta del tamano de una naranja, pero con una piel de color rojo purpura.

– ?Que es?

– Una granada.

– Nunca habia visto una, aunque habia oido hablar de ella -dijo Meredith observando con interes.

– Se la llama tambien «fruta del paraiso», y a lo largo de la historia aparece en mitos y leyendas de diferentes culturas, asi como en el arte y en la literatura.

– En realidad, la primera vez que la oi mencionar fue en Romeo y Julieta -dijo ella-. El canto de una alondra le dice a Romeo que esta a punto de amanecer y que debe abandonar a su amada. Pero Julieta le dice: «de noche, canta en ese granado; creeme, amor, era el ruisenor».

– Si, recuerdo ese fragmento. Ella le asegura que no era la alondra la que le cantaba, sino el ruisenor… porque no queria que el se fuera. ?Te gusta Shakespeare?

«Habla, contesta, di algo, algo que pueda disipar esta insostenible tension», le dijo su voz interior.

– Si. Y Romeo y Julieta es mi favorita. Siempre me ha gustado dejarme atrapar por un libro, olvidando cualquier otra cosa que no sea estar inmersa en una historia que me transporta a otro lugar y a otro tiempo…

Su voz se fue perdiendo mientras una imagen de ella a los doce anos se formaba en su mente. Alguien se habia dejado un libro en su casa y ella lo encontro. Romeo y Julieta. Enseguida lo incluyo en su tesoro de objetos. Aquella noche, como habia hecho muchas otras noches, se escondio en el armario que habia bajo la escalera y estuvo leyendo a la luz de una vela, en ese caso viajando hacia el pasado de Verona y la desgarradora historia de un amor que no pudo ser. Las hermosas palabras hacian que se apagaran los ruidos que no queria escuchar, permitiendola escapar, por unas pocas horas, de aquel lugar del que tan desesperadamente deseaba huir.

– ?Estas bien, Meredith?

Aquella pregunta pronunciada en voz baja la trajo de nuevo al presente. Parpadeo para borrar las persistentes telaranas del pasado.

– Si, estoy bien.

– Parecias muy triste.

– Romeo y Julieta es una historia triste -dijo ella forzando una sonrisa. Y no deseando hablar de historias de amor imposible, le pregunto-: ?Y como se come la granada? ?Como si fuera una manzana?

– No. Hay que abrirla y comerse las semillas. -Con la fruta todavia en la mano, tomo de la mesa un pequeno cuenco lleno de diminutas semillas rojas como perlas-. En el interior de la fruta hay gran cantidad de semillas; la granada ha sido durante mucho tiempo simbolo de la fertilidad, de la generosidad y de la vida eterna. Los antiguos egipcios eran incinerados con granadas con la esperanza de que resucitarian. -Metiendo la mano en el cuenco, saco una semilla. Parecia como una diminuta gota de te en su dedo. Se la acerco a ella a la boca-. Hay una pequena semilla comestible dentro de esta pepita. Pruebala.

Tras dudar un instante, Meredith acepto el ofrecimiento, con los labios rozando la punta de su dedo como en un beso. Ella entorno los ojos mientras el arrastraba el dedo por su labio inferior al retirar la mano. Con un temblor en los labios, Meredith mordio suavemente la semilla. Una diminuta explosion de sabor salpico su lengua y se le abrieron los ojos de golpe.

– ?Es enganoso, verdad? -dijo el con una sonrisa. -Cierto. No esperaba que algo tan pequeno contuviera tanto sabor. Es acido y dulce a la vez. El tomo otra semilla con la yema del dedo. – ?Te gusta, Meredith?

Su nombre, pronunciado con aquella ronca y profunda voz, la estremecio como una caricia. La pregunta en si misma era bastante simple, pero a juzgar por el brillo que despedian sus ojos, no habia duda de que Philip estaba preguntando si le gustaba algo mas que el sabor de la fruta. Queria saber si le gustaba estar con el, asi, siendo alimentada por el, alimentandole a el. Tocando sus dedos con los labios, saboreando sus dedos con la boca. Y por mucho que quisiera que fuese de otra manera, solo habia una respuesta posible a todas esas preguntas.

Pero ?iba a admitirlo? Podia hacer ver que no habia entendido el sentido profundo de la pregunta. Deberia hacerlo. Pero el ambiente de intimidad que los rodeaba, la opulenta decoracion, la deliciosa comida y bebida, los detalles personales de su vida que el habia compartido con ella, el deseo que emanaba de el, todo eso no hacia mas que provocarle una especie de hipnotismo que borraba los limites entre lo que deberia y no deberia… o lo que era prudente o imprudente. Si, tenia que disimular. Pero no podia.

– Si, Philip, me gusta.

Los ojos de Philip brillaron aun mas al oir aquella susurrada respuesta.

Sin decir una palabra, el aparto el cuenco, dejo la granada de nuevo en el plato y se puso en pie.

Antes de que ella pudiera dejar a un lado la desilusion, y empezara a sentir el alivio que deberia suponerle un gesto que significaba que la cena se habia acabado, el se detuvo a su lado y se agacho lentamente hasta sentarse en su mismo cojin, detras de ella.

– Estira las piernas, Meredith. -Su suave peticion le rozo el oido, provocando un estremecimiento de placer en la parte baja de su espalda.

Hizo lo que el le pedia, y luego se quedo rigida como un palo, asustada de que cualquier otro movimiento pudiera animarle -o desanimarle- mas todavia. El se acomodo detras de ella, colocandose muy cerca y estirando sus largas piernas hacia delante, en la misma direccion que las de ella. La parte interior de las piernas de el tocaba la parte exterior de las de ella, de la cadera hacia abajo, mientras que su pecho le rozaba la espalda. Un estremecimiento le recorrio toda la espalda poniendole de una manera inexplicable la carne de gallina, pues no tenia ni pizca de frio. De hecho, jamas habia sentido menos frio en toda su vida. Se sentia rodeada por el, con el calor de su cuerpo envolviendola como si la hubieran cubierto con un calido edredon de terciopelo.

– Despues de la comida -dijo el con las palabras rozando la parte posterior de su cuello-, la relajacion es esencial. -El empezo a frotarle los hombros con un movimiento suave y firme que la lleno de placer-. Estas muy tensa, Meredith. Relajate.

?Relajarse? ?Mientras el la tocaba? A pesar de que le parecia imposible, de repente sintio que no podia mantener por mas tiempo aquella postura rigida contra las magicas manos musculosas de Philip moviendose sobre ella.

– Mucho mejor -dijo el-. Asi es como se complacen todos los caprichos de un princesa vestida de seda… se la alimenta sobre cojines y luego se le da un masaje hasta que toda la tension de su cuerpo se disipa.

Sus dedos se movieron masajeando lentamente hacia la parte superior de su cuello, y luego poco a poco empezaron a extraer las horquillas de su cabello. Ella alzo la cabeza, su mente buscaba una palabra de protesta, pero sus labios rehusaban colaborar. Liberado de las horquillas que lo aprisionaban, su pelo le cayo por los hombros hasta cubrirle la espalda.

– Vista asi, rodeada de satenes y sedas, con el pelo cayendote sobre los hombros, podrias ser la misma reina Nefertiti,

Aquellas palabras rozaron su nuca, y los labios y el calido aliento de el acariciaron su extraordinariamente vulnerable piel. Un nuevo escalofrio, cargado de deseo sensual, vibro a lo largo de toda su espalda.

– ?Sabes lo que significa «Nefertiti», Meredith?

Incapaz de pronunciar una palabra, ella nego con la cabeza.

– Significa «ha llegado la mujer hermosa». Los egipcios antiguos celebraban los encantos femeninos en los poemas que componian en honor al objeto de sus afectos. He traducido varios de los poemas que he ido descubriendo en mis viajes. Hay uno que es especialmente hermoso. ?Te gustaria oirlo?

Una vez mas, ella solo pudo asentir con la cabeza. El se coloco mas cerca, con su pecho apretado contra la espalda de ella, y ella cerro los ojos absorbiendo aquella sensacion, dejandose penetrar por el placer, Con su aliento moviendo un mechon del cabello de Meredith, Philip empezo a susurrar:

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