luz dorada de la chimenea, se le aparecia como una salvaje tentacion, como una sirena encantadora a la que no se podia resistir.
Meredith abrio los ojos y sus miradas se cruzaron.
– Separa las piernas, Meredith.
Ella obedecio sin decir una palabra, y el deslizo la yema de su dedo por una carne femenina que estaba lisa, humeda e hinchada… por su causa. Ella cerro los ojos con fuerza.
– Oh, cielos… -Apenas dos susurrantes palabras escaparon de sus labios y ella separo aun mas las piernas.
Mirando su cara, estudiando la miriada de expresiones que se mezclaban en su semblante, el empezo a excitarla con un movimiento lento y circular. Poco a poco sus caderas comenzaron a ondular en respuesta, rozando su ereccion con cada uno de esos movimientos, hasta que el sintio que estaba a punto de estallar. Sus dedos empezaron a moverse a un ritmo mas rapido, y la respiracion de ella se fue haciendo cada vez mas entrecortada, asi como sus movimientos, como si tratara de encontrar algun alivio. Philip se tumbo sobre ella y la beso profundamente, metiendo la lengua en la calidez de su boca, a la vez que introducia primero un dedo, y luego otro, en el calor profundo de su cuerpo.
Ella se quedo rigida durante un instante, y el aprovecho para absorber el sabor de aquella boca con su lengua y la sensacion de aquella carne caliente y humeda apretandole los dedos, imaginandosela alrededor de su ereccion. El sudor le caia por la frente; con un gemido la beso aun mas profundamente, imitando con la lengua la manera como se arqueaba el cuerpo de ella y moviendose al unisono dentro de ella con los dedos. Las manos de Meredith se aferraron a los hombros de Philip y se hincaron en su carne. Su cuerpo apreto aun con mas fuerza los dedos de el, a la vez que se arqueaba en un extasis de excitacion. Apartandose de su boca, Philip se la quedo mirando, absorbiendo la sensacion de los espasmos de ella alrededor de sus dedos, y quedandose obnubilado ante la erotica vision de la agonia de su orgasmo.
Un largo gemido salio de la boca de Meredith y los dedos que apretaban los hombros de Philip relajaron la tension. El saco los dedos de dentro de ella, mientras ella dejaba escapar un profundo y susurrante suspiro. El almizclado aroma de su excitacion le lleno la cabeza, y cerro los ojos apretando las mandibulas para no dejarse llevar por el deseo arrebatado de enterrarse en su sedoso y humedo interior.
La niebla sensual que envolvia a Meredith se fue disipando poco a poco, dejandola en un perdido limbo, en un estado que jamas antes habia experimentado, y que su imaginacion nunca habria llegado a concebir. Forzandose a abrir los parpados, Meredith se quedo quieta, observandolo. El estaba tumbado de lado, con la parte superior de su cuerpo desnuda, y perfectamente inmovil excepto por un pequeno musculo que palpitaba sobre su mandibula cerrada. La estaba mirando fijamente, y los ojos le ardian de emocion. El tomo la mano que ella tenia apoyada aun en su hombro y la beso en la palma, apretandola despues contra su pecho. Sus latidos repicaban contra los dedos de ella.
Lo miro de arriba abajo. Tenia el cabello revuelto a causa de las caricias de sus dedos, la camisa medio abierta y colgando hacia un lado, y, que Dios la ayudara, ella no deseaba otra cosa mas que arrancarle aquella camisa para explorar cada uno de sus rincones con sus dedos, con mas profundidad. Su mirada se dirigio mas abajo, fijandose en como su ereccion empujaba contra sus pantalones bombachos de una manera altamente cautivadora. Ella estaba deseando tocarle, arrancarle aquella barrera de tela y verlo, y sentirlo dentro de ella compartiendo con el la mas intima de las caricias. Y era obvio que el estaba deseando lo mismo. Pero no lo habia hecho. Y aquella verdad la golpeo en el rostro como una bofetada -ella no habria sido capaz de detenerle si el le hubiera hecho el amor. Mas aun, si en aquella circunstancia hubiera podido hablar, le habria pedido que le hiciera el amor.
Esa realidad se dio de bruces con la persistente telarana de deseos que todavia empanaba su sensatez, bombardeandola con una pletora de recriminaciones. Por Dios, ?en que habia estado pensando? En un abrir y cerrar de ojos habia perdido la respetabilidad y se habia convertido en el tipo de mujer que siempre se habia prometido que jamas seria.
Apartando la mano de su pecho, se movio hasta quedarse sentada. Un fuego al rojo vivo tenia sus mejillas mientras se colocaba de nuevo el canesu cubriendole el pecho y luego se estiraba la falda. Una imagen de si misma, con las piernas separadas y la espalda arqueada ofreciendosele lascivamente con todo el cuerpo, cruzo por su mente. La educacion contra la que tan duro habia luchado, y que ella creia que habia borrado por completo, la habia derrotado en el primer momento en que se habia puesto a prueba. Penso que deberia sentirse agradecida por el autodominio de el, porque estaba claro que ella no poseia ninguno.
Tenia que irse. Inmediatamente. Antes de que dijera o hiciera cualquier otra cosa que la humillara aun mas. Porque incluso ahora, con la fria realidad de sus actos cara a cara, no deseaba otra cosa que caer de nuevo entre sus brazos y dejar que la magia volviera a empezar otra vez. Aquella embriagadora caricia le habia arrebatado el control y la habia vuelto vulnerable de una manera que la aterrorizaba.
Lagrimas calientes se formaron en sus ojos, y apreto los labios para refrenar el llanto que ascendia por su garganta. Frenetica, intentaba recogerse el pelo con una trenza anudada en un mono, a la vez que trataba de encontrar sus horquillas. Cuando ya habia recogido varias se las empezo a colocar en el cabello.
– Meredith, detente -dijo el incorporandose y agarrandola por las munecas, interrumpiendo sus esfuerzos por arreglase el cabello. Ella tiro de los brazos, pero el no la solto. Luego ella dejo escapar un profundo suspiro, tratando de alejar el panico que amenazaba con apoderarse de ella.
Reuniendo lo poco que quedaba de su dignidad, se obligo a mirarlo a los ojos.
– Por favor, dejame marchar. Me quiero ir.
– Ya lo veo. Pero no puedo dejar que te vayas… no asi. Tenemos que hablar.
– No tengo nada que decir… excepto que lo siento.
– ?Por que demonios te disculpas?
– Por mi… comportamiento. -Por el amor de Dios, le era casi imposible mirarlo a los ojos.
El la miro con preocupacion y, soltando una de sus manos, rozo dulcemente uno de los bucles que le caian sobre la frente.
– Dios mio, Meredith, no tienes nada de que disculparte. Has estado… extraordinaria. Si alguien debe pedir disculpas, ese soy yo; pero, que Dios me perdone, no puedo disculparme por algo que ha sido tan hermosa. Lo unico que lamento de esto es que obviamente sentiras remordimientos por lo que hemos compartido.
– ?Y como no iba a nacerlo? Ha sido un error.
A Philip se le oscurecio la mirada.
– No ha sido un error. Ha sido increible. E inevitable, dada la atraccion que existe entre nosotros dos. Pero es posible que fuera precipitado. -El le rozo una mejilla con los dedos-. Aunque yo, obvia y desesperadamente, queria hacerte el amor, no tenia esta noche ninguna intencion de seducirte.
– ?Ah si? ?Y entonces para que te tomaste tantas molestias? -dijo ella abarcando con la mirada toda la habitacion.
– Para cortejarte. Apropiadamente.
– En lo que hemos hecho no ha habido nada de apropiado, Philip.
Y ella lo sabia. Lo sabia desde el momento en que entro en aquella habitacion. Desde que decidio quedarse. A nadie mas que a si misma podia culpar por el resultado de la velada. Cielos. Habria sido tan comodo echarle la culpa a otro, o a cualquier otra cosa. A el, pero el no habia tomado nada que ella no le hubiese dado libremente. Al vino, pero ella solo habia bebido un vaso.
– Te aseguro que mis intenciones eran honradas. Pero cuando te tuve entre mis brazos, me temo que me olvide de todo lo demas. -Philip la agarro de la barbilla con una mano-. Tu me embriagas, Meredith. Toda tu me cautivas. Si, deseo hacerte el amor, pero quiero aun mucho mas que eso.
Meredith se quedo rigida y lo miro fijamente con pavor. Sus palabras, su seriedad, la afirmacion de que habia preparado aquella cena para cortejarla apropiadamente y de que sus intenciones eran honradas… acabaron por hacer que la sangre se le subiera a la cabeza.
Por Dios, ?acaso estaba intentando pedirle que se casara con el?
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