Meredith se puso de pie en un salto, intentando ocultar la preocupacion que sentia. Abandonando la idea de arreglarse el pelo, busco su bolso por la habitacion, con cada una de las fibras de su cuerpo pensando en escapar antes de que el pusiera voz a una proposicion imposible. Philip se levanto y la agarro por los hombros.

– Meredith…

Ella le coloco dos dedos contra los labios interrumpiendo sus palabras. Intentando mantener la calma en la voz, dijo:

– No digas nada mas.

– ?Por que no? -El dolor y la consternacion se reflejaban en sus ojos.

«Porque se que un simple no no te satisfara, se que querras mas explicaciones. Y yo no puedo pensar en una mentira que te pueda convencer en mi actual estado de confusion. Y no puedo decirte la verdad. Y porque ahora es obvio adonde nos conduce lo que dices: a mi tumbada boca arriba», penso.

– Porque yo… yo no estoy dispuesta a oir nada mas. Necesito tiempo. Tiempo para pensar, y eso no lo puedo hacer en tu presencia. Tu me… me distraes mucho.

Poco a poco la tension fue abandonando el rostro de Philip.

– Tu me afectas a mi de la misma manera. Y por eso…

– ?No! -grito ella enrojeciendo de miedo, un miedo que se hacia aun mayor por la indudable pena y confusion de la mirada de Philip-. Por favor, Philip. Por favor. No digas nada mas. Ahora no.

Su mirada fija la ponia completamente fuera de si.

– Tu sabes que es lo que quiero pedirte, Meredith.

No se atrevia a aceptar lo que sabia hasta que el se lo hubiera confirmado.

– Si. Pero no aqui. No ahora. Yo… necesito pensar.

El se quedo estudiando su expresion durante unos minutos.

– De acuerdo, pero tenemos que hablar de esto, Meredith.

– Pero ahora no -dijo ella asintiendo con la cabeza. «No hasta que pueda poner en orden mis pensamientos y pueda volver a levantar mis defensas contra ti», penso.

– Volvere a buscarte en cuanto haya pedido que preparen el carruaje -dijo Philip abandonando la habitacion y cerrando la puerta suavemente tras el al salir.

En cuanto Meredith se quedo sola, escondio la cara entre las manos.

Por Dios, ?que habia hecho?

Albert descorrio las pesadas cortinas de terciopelo azul y miro por la ventana del salon. Sin siquiera un rayo de luz de luna, nada diferenciaba de la negrura su propia silueta reflejandose en su mirada. Oyo el reloj de pared que anunciaba la medianoche. Seguramente miss Merrie estaria a punto de regresar de su cena en sociedad. ?Se decidiria lord Greybourne por alguna de las muchachas elegidas para hacerla su esposa? ?O se dejaria guiar por su corazon?

Una imagen de Charlotte se formo en su imaginacion. Apretando los ojos reposo la frente en el frio cristal y dejo escapar un largo suspiro. Hacia horas que ella habia subido al piso de arriba para acostar a Hope y no habia vuelto a bajar. Obviamente tambien ella se habia ido a dormir.

Al instante, la primera imagen desaparecio y fue reemplazada por otra de Charlotte tumbada en la cama, con su rubia cabellera desparramada sobre la almohada y destellos de luces sobre su dorada piel. Su cuerpo se estremecio y apreto los dientes tratando de borrar aquella sensual imagen, pero sin conseguirlo. Alzando los brazos, ella decia «Albert…». Un gemido de deseo no satisfecho se le escapo de la boca.

– Albert…, ?estas bien?

Sus ojos se abrieron como platos y miraron hacia arriba. Reflejada en la ventana, la vio a ella de pie en el pasillo.

El color le subio a las mejillas. Tragandose una maldicion, trato de aplacar su obvia excitacion, pero no le fue posible. Y, por todos los diablos, se habia dejado la chaqueta y el gaban en la habitacion. No habia manera de que ella no notara en que estado se encontraba.

– Estoy bien. -Aquellas palabras le salieron con un extrano tono ronco.

Vio su reflejo, vio como ella dudaba, rogando con todas sus fuerzas que se marchara y le dejara solo, pero en lugar de eso, Charlotte fruncio el entrecejo y se encamino lentamente hacia el.

– No pareces estar muy bien. Te oi lamentarte… ?te has hecho dano?

– No. -Esta palabra salio de su garganta como un murmullo.

Su corazon se aceleraba mas y mas a cada paso que ella daba, y no paro de avanzar hasta que estuvo a su lado. Su delicado y exquisito perfume le envolvio, y el apreto los dientes y aferro los punos contra el cuerpo. Aunque ella se habia ido a la cama hacia horas, todavia llevaba puesto su vestido gris de dia. Gracias a Dios, porque si se hubiera levantado en camison…

«Por todos los demonios, no pienses en ella en camison.» Se dio cuenta de que ella lo observaba fijamente y se quedo mirando con aire decidido por la ventana, pero no sirvio de nada, pues la podia ver perfectamente reflejada en el cristal. Su encantador perfil. Sus labios gruesos. Su cabello suave. Sus curvas femeninas. Que Dios le ayudara. Quiza si la ignoraba ella se iria. Antes de que pudiera ver el efecto que le estaba produciendo.

– He bajado para prepararme una taza de te. ?Quieres una?

– No.

Esta palabra le salio mucho mas estridente de lo que habria pretendido, y ella le vio estremecerse; se dio cuenta de como la miraba de reojo y como se le ponia expresion de sorpresa al oir el tono de su propia voz. Maldita sea, estaba haciendo muchas cosas raras. Tenia que apartarse de ella. Inmediatamente. Al intentar escapar escaleras arriba se dio la vuelta demasiado rapido. Demasiado deprisa. Como le pasaba a menudo, tropezo con su maldito pie, y se habria dado de bruces en el suelo si ella no lo hubiera sujetado de los antebrazos para que no cayera.

Albert se enderezo y se encontro a si mismo de pie a menos de medio metro de ella, quien lo sujetaba con fuerza por los antebrazos. El rubor por la humillacion a causa de su torpeza se convirtio inmediatamente en un calor enteramente diferente, que irradiaba en el deseos y anhelos a traves del lugar que tocaban aquellas manos. En algun rincon oculto de su corazon una vocecilla le grito que se alejara de ella. Pero el, al contrario, se quedo parado mirandola a los ojos. A aquellos hermosos ojos grises que lo miraban fijamente con una expresion que no sabia definir, pero que hizo que se le cortara la respiracion. Por Dios, la sensacion de esas manos, incluso a traves de la camisa, encendian un fuego dentro de el. Estaba tan cerca. Y olia de una manera tan deliciosa. Y el la amaba tan desesperadamente. Y, que Dios le ayudara, la deseaba tan profundamente…

El habia intentado alejarse. Por supuesto que lo habia hecho. Pero el anhelo y el deseo contra el que llevaba luchando desde hacia tanto tiempo le vencio, y dio un paso adelante. Tomo su palido rostro con una de sus manos, la rodeo con la otra por la cintura para apretarla contra si y, con el corazon golpeando contra las costillas, se acerco a ella hasta que pudo tocar sus labios con la boca, besandola con todo el amor que abrigaba en su corazon durante un euforico momento. Hasta que se dio cuenta de que solo uno de los dos participaba en aquel beso. Interrumpio abruptamente su beso, y se quedo quieto y helado.

Ella no se movio en su apretado abrazo, pero el color de su rostro cambio y lo miraba con los ojos abiertos de estupor. Tan solo estupor. Ni calor, ni deseo, ni ternura.

El la solto de su abrazo como si lo estuviera quemando y dio dos pasos atras. Y entonces vio una expresion nueva que inundaba los ojos de ella.

Compasion.

Cielos. Cualquier cosa menos eso. Enfado, disgusto, odio. Pero no compasion. No pena por el virginal lisiado que habia hecho el mas completo de los ridiculos. Y que habia destruido anos de amistad con un simple acto inconsciente. ?Como habia podido ser tan increiblemente estupido?

– Yo… lo siento, Charlotte. Por favor, perdoname.

Ella no dijo nada, solo se quedo rigida, con los brazos colgando a los costados, mirandolo con aquella misma expresion apenada y aturdida que era como un cuchillo clavandosele en el corazon. Albert dio media vuelta, cruzo la habitacion tan aprisa como su pierna coja se lo permitia y no se detuvo hasta llegar a la seguridad de su dormitorio. Sentado en el borde de su cama, apoyo los codos contra las temblorosas piernas y luego se agarro la cabeza con las manos.

Dios todopoderoso, nunca nada le habia herido de aquella manera. Ni los punetazos de Taggert, ni su pierna, nada. Y cuando pensaba que ya nada podria mortificarlo mas, las lagrimas se le agolparon en los ojos y empezo a temblar espasmodicamente. Maldita sea, no habia llorado asi desde que era un nino. Pero aquellas eran lagrimas

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