la cabeza.

– ?Como se te puede haber ocurrido algo asi, Philip? Me habias dado tu palabra…

– De casarme. Y lo hare. En cuanto haya roto el maleficio.

Los labios de su padre se apretaron formando una delgada linea de desaprobacion, borrando de un plumazo la fragil unidad que apenas hacia un momento habian conseguido mantener los dos.

– No es de nuestra clase, Philip. Por Dios, esa mujer es comerciante. ?Que sabes de su familia? ?Que sabes de su procedencia? ?Quienes son sus padres? -Antes de que Philip pudiera decir una sola palabra, su padre anadio-: Yo no conozco el nombre de sus padres, pero se una cosa de ellos. Son don nadie. Personas sin importancia.

– Eso no me importa. Puede que no sea una hija de la clase alta, pero es completamente respetable. Ademas, es una persona buena, generosa, interesante y, como tu has dicho, inteligente, y sobre todo me hace feliz.

– Estoy seguro de que esa muchacha es un encanto. Hazla tu amante y casate con una mujer apropiada.

Philip agarro una mano a su padre y comprobo su temperatura.

– ?Con «apropiada» quieres decir alguien que aporte dinero, prestigio y quiza algunas propiedades al matrimonio?

– Exactamente -dijo su padre mirandole aliviado.

– Me temo que no tengo la intencion de sacrificar mi felicidad para aumentar la ya bastante abultada lista de propiedades familiares, padre.

Se hizo el silencio entre ellos durante varios segundos.

– Los anos que has pasado en el extranjero te han cambiado, Philip. Nunca pense que serias capaz de deshonrar tu herencia de esa manera.

– No veo ningun deshonor en casarme por amor en lugar de hacerlo por dinero. Y ahora, aunque no quiero parecer brusco, debo dejarte; y considero que este asunto queda asi zanjado. Lamento que te hayan herido y me siento mas aliviado de verte bien.

– Creeme, este asunto no se ha zanjado en absoluto.

– Esta entera y completamente zanjado. Me voy a casar, y me temo, padre, que tu no tienes nada que objetar a la persona que yo haya elegido. Aunque me gustaria mucho que nos dieras tu bendicion, tengo la intencion de casarme con ella, tanto si lo apruebas como si no. Te volvere a visitar en cuanto me sea posible.

Philip salio rapidamente de la habitacion y bajo apresuradamente las escaleras hacia el salon, donde se despidio de Catherine y recordo a Evans las instrucciones que le habia dado de que no dejara entrar a nadie en la casa. Se puso el abrigo y salio a la calle con el baston bajo el brazo. Su casa estaba solo a un pequeno paseo de la de su padre, y se dirigio hacia alli a pie para encontrarse con Meredith.

Que Dios ayudara a aquel mal nacido si se le ocurria acercarse a Meredith. «Si lo haces, maldito mal nacido, te aconsejo que disfrutes de tus proximas horas, porque esas seran las ultimas para ti», penso mientras caminaba.

Sentada en un banco de piedra en su sendero favorito de Hyde Park, Meredith respiraba la brisa fria de la manana, que transportaba un aroma de flores y tierra y animaba a los pajaros a cantar. Su mirada se paro en Charlotte, Albert y Hope, quienes estaban mirando un grupo de mariposas que volaban formando una madeja de colores a poca distancia de ellos.

Los ojos de Meredith se llenaron de lagrimas ante la vision de sus amigos. Lagrimas de alegria, porque estaba claro que Charlotte y Albert se amaban profundamente, y era obvio lo felices que eran juntos. Y si tenia que ser completamente honesta consigo misma, lagrimas de envidia, porque ella tambien queria sentir ese tipo de amor, pero nunca podria hacerlo realidad.

Cuando esa manana le dijeron que estaban planeando casarse, ella se habia quedado por un momento asombrada y en silencio. ?Charlotte y Albert? ?Por que nunca se le habia ocurrido pensar en algo asi? Pero enseguida, dandole vueltas a la idea en la cabeza, se dio cuenta de lo buena pareja que hacian. Tenian muchas cosas en comun, ambos conocian y aceptaban el pasado del otro, y Albert no habria podido querer mas a Hope si hubiera sido su propia hija. De repente recordaba las miradas que los dos se dirigian a escondidas, miradas que ella habia creido que eran de preocupacion o cansancio, pero en las que se reflejaba una tension muy diferente. Ni en una sola ocasion se le habia ocurrido pensar que podria tratarse de ese «otro» tipo de preocupacion. Por el amor de Dios, ?que tipo de casamentera era si no era capaz de descubrir el amor cuando lo tenia delante de sus propias narices?

Una risa fria escapo de entre sus labios y parpadeo varias veces para contener las lagrimas. Obviamente, ella no era en absoluto una buena casamentera, porque una buena casamentera nunca habria estado tan loca como para enamorarse del hombre para el cual se suponia que debia encontrar una esposa apropiada.

A lo largo de la noche de insomnio del dia anterior habia estado enfrentandose con frialdad y serenidad a los hechos, pero no habia encontrado el valor para esconderse detras de montanas de racionalidad, o mirando hacia otro lado.

El hecho inquietante era que se habia enamorado -aun a su pesar- como una loca. Y por si el hecho de por si no fuera lo suficientemente preocupante, ademas se habia enamorado de un vizconde, del heredero de un condado, lo cual entraba en la categoria de «inequivocamente estupido».

Philip necesitaba una esposa, y le parecia evidente que habia planeado pasar por alto sus diferencias de clase y pedirla en matrimonio. Su corazon dio un brinco sintiendose enfermo de perdida y remordimiento. Ella habria dado cualquier cosa, cualquiera, con tal de poder aceptar. Pero, como dolorosamente sabia, habia entre ellos mucho mas que las claras diferencias de clase, y eso la dejaba muy lejos de ser una esposa apropiada para Philip. Y aunque le dolia tener que hacerlo, era el momento de decirle que, incluso si era capaz de romper el maleficio, ella no podria ser nunca su esposa.

Se puso de pie y camino junto a Albert, Charlotte y Hope hacia la calesa que habian dejado al lado de la entrada del parque, casi enfrente de la casa de Philip. No tenia mas que cruzar la calle para encontrarse con el.

– ?De verdad no quiere que la esperemos? -pregunto Albert mientras subia a Hope al asiento de la calesa.

– No, gracias -dijo Meredith con una expresion que pretendia pasar por una sonrisa jovial-. No se cuanto tiempo voy a estar hablando con lord Greybourne.

– Pero ?como volveras a casa tia Merrie? -pregunto Hope.

– Le pedire a lord Greybourne que me busque un medio de transporte. -Cuando parecia que Albert iba a objetar algo, ella anadio rapidamente-: Estoy segura de que lord Greybourne planea ir al almacen para continuar con la busqueda, y seguramente tendre que acompanarle. -Se sintio un poco culpable de haber dicho aquella mentira, porque sabia que despues de su conversacion con Philip no volveria a verle nunca mas.

Cuando los tres se hubieron acomodado en la calesa, Albert tomo las riendas.

– Bueno, nos veremos mas tarde -dijo Charlotte con la mirada radiante de felicidad.

A Meredith se le hizo un nudo en la garganta y, desconfiando de su voz, simplemente le contesto con una sonrisa e inclinando la cabeza.

– Adios, tia Merrie -dijo Hope saludando con la mano.

– Hasta luego, carino -consiguio decir, y luego le lanzo un beso.

La calesa avanzo por Park Lake, y Meredith se quedo mirandola hasta que se perdio de vista. Se quedo alli de pie durante otro buen minuto, inconsciente del movimiento de los transeuntes que pasaban a su lado, tratando desesperadamente de reunir el valor suficiente para no escuchar la voz interior que le decia que todo lo que queria estaba dentro de aquella casa. Y que nunca podria tenerlo. Y dado que nunca lo tendria, ya era hora de aclarar todas sus mentiras con Philip.

Tomando aire con resolucion, miro hacia su destino y empezo a cruzar la calle. No habia dado mas de media docena de pasos cuando oyo que una voz familiar le gritaba desesperada:

– ?Meredith!

Sorprendida, se detuvo. Miro a su alrededor y vio a Philip corriendo hacia ella, con la cara convertida en una mueca de panico.

– ?Meredith, cuidado!

De repente oyo el retumbar de unos cascos de caballo sobre los adoquines y miro por encima de su hombro. Un carruaje, tirado por cuatro caballos negros lanzados a pleno galope, se dirigia directamente hacia ella. Se

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