asusto tanto al ver el coche que se le echaba encima que el terror la dejo paralizada durante varios segundos. Unos segundos que, como se dio cuenta en un destello, podrian haberle costado la vida.

16

Philip corrio como nunca lo habia hecho en toda su vida, con todos sus musculos en tension intentando llegar a tiempo hasta ella. Vio el terror que brillaba en sus ojos, la vio quedarse quieta durante unos breves y vitales segundos antes de que se moviera. Muy tarde… demasiado tarde.

El salto hacia ella, la agarro por la cintura levantandola del suelo y empujandola hacia delante. Aterrizaron cerca del borde de la calle, apinados en un cumulo de miembros tras esquivar el impacto justo en el momento en que el carruaje pasaba a toda marcha rozandoles y haciendo saltar sobre ellos la gravilla. Y haciendoles sentir la vibracion de las ruedas y los cascos que pasaban a solo unos escasos centimetros.

Con el corazon latiendole con fuerza y llenando sus pulmones de aire, Philip se aparto de ella. Habia intentado echarse a un lado para protegerla del impacto, pero habian caido al suelo juntos de golpe. Moviendola con cuidado, la hizo rodar hasta ponerla boca arriba.

Sintio que se le encogia el estomago al ver un pequeno rasguno que cruzaba una de las mejillas de ella y un delgado corte en la sien del que manaba sangre. La barbilla la tenia llena de polvo y ya empezaba a dar muestras de magulladuras. Su vestido estaba rasgado en algunos lugares y lleno del polvo de la calle, lo mismo que su cabello. Ella se lo quedo mirando fijamente, con sus ojos, normalmente de un azul cristalino, apagados, pero al menos consciente.

– Dios mio, Meredith.

Sus dedos temblorosos se posaron sobre la herida de la mejilla. Una parte racional de su mente le iba cantando la letania de cosas que deberia hacer -comprobar que no tuviera ningun hueso roto, sacarla de la cuneta del camino-, pero otra parte de su cerebro estaba inmovilizada por un miedo aterrador. Y furiosa. Se volvio y comprobo que el carruaje practicamente habia desaparecido de la vista. Dios mio, un segundo mas, solo un segundo mas y la habrian aplastado aquellos cascos y ruedas veloces.

– Por favor, di algo -le imploro el. Ella pestaneo y parte de las telaranas de sus ojos se disiparon.

– Philip.

El tuvo que tragar saliva para recuperar la voz.

– Estoy aqui, querida.

– ?Estan ustedes bien, senor? -pregunto un caballero que se habia acercado corriendo hasta ellos.

– Yo estoy bien. Pero aun no se como esta ella.

Philip no miro hacia arriba, pero se dio cuenta de que un pequeno grupo de personas se habia congregado a su alrededor, todos ellos murmurando sobre lo poco seguro que era cruzar una calle aquellos dias, sobre como habia aparecido aquel carruaje a toda marcha como si saliera de ninguna parte y sobre que esplendido rescate habia llevado a cabo el.

– Meredith, quiero que te quedes tranquila mientras compruebo que no te has roto ningun hueso. -Le examino los brazos y las piernas, y luego presiono suavemente sobre sus costillas-. No parece que tengas nada roto -dijo con voz algo mas tranquila.

Agarrandola entre sus brazos, se levanto intentando apagar la preocupacion que sentia por su silencio. Si estuviera completamente bien, su Meredith seguramente se habria quejado a gritos por que la tomara en brazos como si fuera un saco de patatas, especialmente en publico. Y Dios sabia que hubiera dado cualquier cosa por oir una reprimenda de ese tipo, por saber que ella estaba realmente bien.

– Se pondra bien -les dijo a la docena de personas que habia a su alrededor.

Se oyo un colectivo suspiro de alivio, pero Philip no tenia mas tiempo que perder. Cruzo rapidamente Park Lake, luego subio las escaleras de su casa y golpeo la puerta con el pie. Un joven criado llamado James abrio la puerta con una expresion de enfado en la cara.

– A ver, veamos quien… -Sus airadas palabras se interrumpieron de golpe mientras Philip cruzaba a toda prisa el umbral.

– Miss Chilton-Grizedale esta herida. Necesito agua caliente y vendas. Muchas vendas. -Se dirigio por el pasillo a su estudio privado, llevando su preciosa carga muy apretada al pecho-. Tambien hay un cuenco del unguento de Bakari en la cocina. El cocinero sabra donde. Traigamelo. Y tambien quiero que preparen un bano en mi dormitorio.

– ?Debo mandar llamar al medico, senor?

– Todavia no. No tiene ningun hueso roto, y yo tengo bastante experiencia en curar heridas. Ya le hare saber si es necesario que venga el medico.

Tras abrir la puerta del estudio privado de Philip, James salio corriendo a hacer todo lo que le habian mandado. Philip se acerco al sofa que habia delante de la chimenea y deposito cuidadosamente a Meredith sobre los cojines. Arrodillandose a su lado, aparto un mechon de polvoriento cabello de su mejilla magullada.

– Mueve un poco los brazos y las piernas -le pidio Philip-. ?Te duele algo?

Al cabo de un momento ella movio la cabeza.

– No me duele nada, aunque estoy un poco magullada por todas partes -dijo ella mirandole con los ojos muy abiertos, observando con interes su rostro. Incorporandose, paso la punta de sus dedos por la barbilla de el.

– Tienes un rasguno horrible -le susurro ella.

Maldicion, le faltaban las palabras. Nunca en toda su vida se habia sentido tan mal. Estaba asustado.

– Estoy bien. -Su voz sonaba como si se hubiera acabado de tragar un punado de clavos oxidados.

– Y tus gafas. Estan dobladas y… ladeadas.

– Tengo otro par.

– Debo darte las gracias. -La oyo tragar saliva-. Me has salvado la vida.

– Casi. La imagen del carruaje corriendo hacia ti me perseguira durante las proximas cinco decadas. Por lo menos. -Levantando la mano de ella le beso la punta de los dedos-. Venia de regreso de casa de mi padre cuando te vi de pie al otro lado de la calle. Empezaste a cruzar… -Le recorrio un escalofrio-. En tu nota decias que Goddard te acompanaria. ?Por que estabas sola en la puerta del parque?

– No habia venido sola. Acababan de marcharse Albert, Charlotte y Hope. Venia hacia aqui, hacia tu casa. Queria hablar contigo.

Se cruzaron una larga y profunda mirada. La expresion de ella le dio una pequena esperanza de que le iba a gustar lo que tenia que decirle. Bueno, el tambien tenia unas cuantas cosas que decirle a ella. Y en cuanto le hubiera puesto el vendaje, Meredith iba a tener que escucharle. Pero antes debia contarle lo que habia pasado. Le conto brevemente el ataque que habian sufrido la noche anterior Catherine, su padre y Andrew.

– Meredith, ese carruaje que casi te atropella no ha sido casual. El que lo hizo sabe la importancia que tienes para, mi, y ha intentado hacerte dano a ti por lo mucho que me importas.

Antes de que ella pudiera contestar, sono un golpe en la puerta. Sin apartar la mirada de ella, Philip dijo:

– Pase.

James entro llevando en las manos una bandeja con dos jarros de agua, un monton de vendas de lino y un cuenco de ceramica azul cubierto con un panuelo.

– El bano que ordeno estara preparado enseguida. ?Necesita ayuda, senor? -pregunto dejando la bandeja en el suelo al lado de Philip.

– No, gracias.

El joven abandono la habitacion. Philip se quito la sucia y desgarrada chaqueta, se subio las mangas de la camisa y se coloco bien las gafas. A continuacion corto varios trozos de uno y empezo a limpiar cuidadosamente la suciedad de la cara de Meredith.

– Un bano te sentara bien -dijo ella con una mueca de dolor cuando el le toco la herida de la sien-. Estas muy sucio.

– Gracias. Ya sabes como me gustan ese tipo de halagos. Pero el bano es para ti.

Ella abrio los ojos como platos.

– ?Para mi? ?Yo no puedo banarme en tu casa!

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