Si hubiera sido capaz, en ese momento le habria sonreido. Habia vuelto el decoro de Meredith.
– Seguramente si que podras. Un remojo en agua caliente ayudara a que se te pase el dolor muscular.
– No tengo los musculos doloridos -dijo ella apretando los dientes.
– Puede que ahora no te duelan, pero te doleran. Caimos en el suelo dandonos un golpetazo terrible. Ademas, que me llames sucio es lo mismo que si un perro llamara a un gato despeinado.
– Oh, querido, quieres decir que estoy…
– Mugrienta. Me temo que asi es.
Ella intento incorporarse, pero el la hizo volver a reclinarse amablemente sobre los cojines.
– No te muevas. Necesito examinarte y limpiarte los rasgunos de la cara. Cuando te hayas banado, te vendare. Mientras estes en el bano mandare que te arreglen el vestido. -Cuando parecia que ella iba a protestar, el coloco dos dedos sobre sus labios-. Sin discusiones. Dejame que cuide de ti.
Meredith miro sus ojos castanos, tan serios, tan formales, tan llenos de culpabilidad y preocupacion que no podia negarse a su peticion. Ademas, la verdad es que aun se sentia bastante debil. Y la mejilla le dolia como si el propio demonio le hubiera quemado la piel.
«Dejame que cuide de ti.» Ella no podia recordar a nadie que alguna vez le hubiera dichos tales palabras. Era algo extrano para ella, dejarse en manos de otra persona para que cuidara de ella; y realmente dejarse a «su cuidado» no era una idea que le desagradara en absoluto. Ademas le permitiria aplazar durante unos cuantos minutos las palabras que la iban a alejar de el para siempre.
Asintiendo con la cabeza, ella se acomodo en los cojines, meciendose entre el deseo de cerrar los ojos y absorber sencillamente la sensacion de el tocandola, y dejar los ojos bien abiertos para verle, para memorizar cada uno de sus rasgos, porque aquella iba a ser la ultima oportunidad que tendria de hacerlo.
Opto por mantener los ojos bien abiertos y observarlo mientras el le limpiaba y curaba con delicadeza las heridas y rasgunos. Lo hacia de manera metodica y cuidadosa, con los ojos fijos y las manos firmes. Un mechon de cabello sucio y revuelto le caia sobre la frente y los dedos de Meredith se abrieron para colocarselo hacia atras. Pero no era su turno de tocar.
Bajo la mirada hasta la herida que el tenia en la barbilla y su estomago dio un vuelco. Dios bendito, habia arriesgado su vida por salvarla a ella. Con el mismo espiritu heroico del que habia hecho gala el primer dia que ella lo vio a la puerta de la sastreria de madame Renee. ?Se trataria de un comportamiento de solo unos dias? No. Ella se sentia como si lo conociera desde siempre, y como si hubiera estado esperando por el todo el tiempo. Deseaba agarrar un trozo de lino y limpiarle la herida de la barbilla. Pero tampoco era su turno de cuidar.
La mirada de Meredith se dirigio hacia su boca, aquella hermosa y sensual boca que habia besado la suya con tierna perfeccion y calida pasion. Un flujo de recuerdos de aquella hermosa boca tocando la suya la invadio, imagenes que ella nunca podria borrar de su mente. Sus labios se estremecieron en un deseo irresistible de besarle. Pero tampoco era su turno de besar.
El le acerco un pedazo de lino al labio inferior despertandola de sus ensonaciones. Lo miro fijamente y vio en sus labios apretados el cuidado que ponia en su tarea. Un musculo se movia en su mandibula, y se dio cuenta de que Philip estaba sufriendo por su cercania de la misma forma que sufria ella. Esa idea deberia haberla horrorizado, pero en vez de eso la envolvio con una poco adecuada ola de feminidad. Un minuto mas tarde, el se volvio para colocar el lino utilizado en la bandeja. Se tomo un momento para limpiarse la cara y luego cogio una especie de unguento del cuenco de ceramica y se froto con el la barbilla. Cuando volvio la cara hacia ella sus miradas se cruzaron; a Meredith empezo a faltarle el aire y sintio que se ahogaba en aquellos intensos e irresistibles ojos.
– He terminado -dijo el con voz profunda-. Ni el rasguno de la mejilla ni el corte de la sien son graves, gracias a Dios, ni tampoco el morado que tienes en la barbilla. -Philip alzo el cuenco de ceramica azul-. Esta es una de las pociones de Bakari. Te ayudara a curarte. No se de que esta hecha, pero funciona de maravilla.
Arrodillado todavia al lado del sofa, le coloco el unguento, que en un primer momento picaba, pero que enseguida conseguia eliminar la sensacion de quemazon que sentia en su piel herida. Cuando acabo, dejo el cuenco a un lado en el suelo y le pregunto:
– ?Como te encuentras?
– Mucho mejor, gracias. -Ella sonrio para darle a entender que le estaba diciendo la verdad-. Pero ?y tu? ?Ese rasguno en tu barbilla…?
– Estoy bien. Estoy… -El dejo escapar un profundo suspiro y luego se paso las manos por el pelo-. No, no estoy bien. Me pone enfermo por dentro que te hayan lastimado, que hayas estado a punto de morir. Estoy furioso porque alguien intenta hacerme sufrir atacando a todas las personas que quiero. Asustado de pensar que pueda seguir haciendo mas dano antes de que lo detengan.
La agarro de las manos y presiono las palmas contra el pecho. A traves de la fina tela de su camisa, Meredith podia sentir su corazon latiendo profunda y rapidamente.
– Meredith, hoy he estado a punto de perderte. Antes de que hubiera tenido la oportunidad de decirte todas las cosas que quiero decirte. Y eso me ha hecho pensar en que nunca sabemos que nos depara el futuro. Cada minuto es un regalo, y no debemos desperdiciarlo, porque podria ser el ultimo. Por eso me niego a seguir desperdiciando ni un solo minuto. -Sus ojos oscuros se clavaron en ella, y apreto mas aun sus manos contra su pecho-. Te amo, Meredith. Con todo mi corazon. ?Quieres casarte conmigo?
17
Meredith sabia desde la noche anterior que Philip estaba tratando de pedirle que se casara con el, y estaba preparada para contestarle. Pero no habia imaginado que aquella peticion iria precedida de una declaracion de amor. «Meredith, te amo.» Aquellas palabras, dichas de una manera tan profunda y seria, la hicieron tambalearse.
Calientes lagrimas ascendieron a sus ojos y apreto la parte interior de sus mejillas para detenerlas. Queria gritar, maldecir el destino y las circunstancias que le robaban la oportunidad de felicidad con ese hombre… ese hombre al que amaba. Y que, de manera increible, tambien la amaba a ella.
«Pero no te ama realmente a ti, Meredith», le decia su voz interior. «?Como podria amarte si realmente no te conoce? Si no conoce a la autentica Meredith. La mentirosa, enganosa y ladrona Meredith. Sino a esa respetable casamentera tras la que te ocultas. Cuentale la verdad y su amor por ti desaparecera.»
Y ella se dio cuenta, dandole un vuelco el corazon, que eso era precisamente lo que debia hacer: decirle la verdad, toda la verdad, y extinguir de esa manera la fragil llama de esperanza para convencerle de que sus respectivos pasados les hacian ser incompatibles. Pero ella lo conocia lo suficientemente bien para saber que desde el momento en que el abrigaba la creencia de que la amaba, no seria capaz de convencerle de que era imposible que se casaran. Y hasta que su corazon no se hubiera librado de ella, el no seria capaz de perseguir a otra mujer. De manera que tenia que demostrarle que el no estaba enamorado realmente de ella. Tenia que devolverle su corazon, para que se lo pudiera ofrecer a otra.
Sintiendose demasiado vulnerable en su posicion acostada, dijo:
– Me gustaria sentarme.
El la ayudo a incorporarse tomandola con sus calidas manos por los hombros. Una vez estuvo incorporada, el le acerco un vaso de agua del que Meredith bebio agradecida. Luego miro hacia abajo y vio que su vestido verde bosque estaba sucio y deshecho, como un simbolo de aquello en lo que se habia convertido su vida en esos ultimos dias.
Se dio la vuelta hacia Philip, quien ahora estaba sentado a su lado y la observaba con mirada sena. Y esperanzada. Haciendo acopio de valor, ella le miro a los ojos y se obligo a pronunciar aquellas palabras que deseaba desesperadamente no tener que decir:
– Philip, no puedo casarme contigo.
– ?Puedo preguntarte por que?
Hubiera querido contestarle que no, que no deberia preguntar. Pero le debia la verdad. Incapaz de seguir aguantando su mirada mucho mas tiempo, se solto de sus manos y se puso en pie. Dejando escapar un suspiro, alzo la barbilla y dijo:
– Me temo que no he sido completamente honesta contigo, Philip. Hay cosas sobre mi, sobre mi pasado, que