no sabes. Cosas que me impiden casarme.

– ?Como que?

Ella empezo a caminar de un lado a otro delante de el. Sus musculos protestaban, pero ella sencillamente no podia estar quieta.

– Nosotros no solo somos de diferente clase social, Philip -empezo ella-. Me temo que mi pasado es de un estilo que, en caso de que saliera a la luz, llevaria la verguenza y el escandalo a tu familia, y nos convertiria a los dos en marginados de la sociedad. Yo… yo deje mi casa a muy temprana edad. Se trataba de un lugar infeliz del que no veia el momento de escapar. Dirigi mis pasos hacia Londres, pero desgraciadamente no me daba cuenta de las miserias y privaciones con las que me enfrentaba viviendo sola. Los pocos ahorros que tenia se esfumaron rapidamente, del mismo modo que se esfumaron mis oportunidades. Mis opciones quedaron reducidas a morir de hambre o hacer cualquier cosa para sobrevivir. Y elegi sobrevivir. Para eso podia hacer dos cosas. Una era hacerme prostituta, lo cual rechace tajantemente. -Se detuvo delante de el y se apreto el estomago con manos inquietas-. La otra era convertirme en ladrona, y eso fue lo que hice.

Siguio andando rapidamente de un lado a otro para no tener que ver el inevitable disgusto en los ojos de Philip.

– Robe todo lo que pude. Dinero, comida, joyas. Al principio no era muy buena, y lo unico que me salvo de que me capturaran en mas de una ocasion fue lo rapido que soy capaz de correr. Pero no tarde en aprender. No tenia otra eleccion. Hubo epocas en las que estaba tan hambrienta que llegue a arriesgar la vida por una rebanada de pan.

Salieron a escena en su mente imagenes que ella creia borradas de su memoria desde hacia mucho tiempo. Se veia a si misma escondida en un callejon, acurrucada, o corriendo para salvar la vida. Apartando esos recuerdos de su mente, continuo:

– Me converti en una carterista sorprendentemente buena. Me movia de un lugar a otro para evitar que me capturaran, ahorrando todo lo que podia conseguir, porque queria dejar esa vida en la que me estaba metiendo lo antes posible. Estaba decidida a convertirme en alguien respetable. Queria llevar una vida honesta y decente. Lo mas alejada de aquella otra vida de la que habia estado huyendo. Cuando hube robado bastante cantidad de dinero, me compre algunas ropas decentes y busque un empleo. Tuve la gran fortuna de conocer a la senora Barcastle, una viuda con buena salud que necesitaba una acompanante de viaje.

Deteniendo su caminar de un lado a otro, se dio media vuelta y se enfrento a el con los brazos en jarras.

– Durante todo un ano viajando con la senora Barcastle me dedique a saquear carteras desde Brighton hasta Bath, de Bristol a Cardiff, y en cualquier otro lugar por el que pasaramos.

Algo que parecia compasion, pero que seguramente no podia serlo, brillo en los ojos de el.

– Tuviste suerte de que no te detuvieran.

– Era muy buena. Y casi invisible. En los circulos sociales en los que viajaba, nadie se fijaba en mi, una simple acompanante alquilada. Era como una mancha blanca en una pared blanca.

Despues de respirar profundamente, Meredith continuo:

– Bajo la amable tutela de la senora Barcastle, intente mejorar mis maneras y mi forma de hablar. En el momento en que regresamos a Londres, ya habia reunido suficiente dinero para abandonar mi carrera de robos y empezar a establecerme en mi nueva y respetable identidad. Como tenia un don para conseguir unir a personas que congeniaban, me decidi a probar fortuna como casamentera. Casi inmediatamente alcance mi primer exito, con la propia senora Barcastle como mi primera dienta. Ella recomendo mis servicios a sus amigos, y poco a poco mi reputacion fue en aumento. Casi he acabado de pagar la casa en la que vivo, e intento mantener una vida confortable. La boda que habia concertado entre lady Sarah y tu iba a ser la culminacion de quince anos de trabajo duro, y de toda una vida de suenos.

De pie delante de el, Meredith apreto las manos contra su pecho y se obligo a no desviar la mirada.

– Despues de darle muchas vueltas, he hecho las paces con mi pasado. Pero no soy tan ingenua como para imaginar que alguien mas pueda hacer lo mismo. Especialmente si ese alguien es un miembro de la alta sociedad. Ahora que ya sabes la verdad, estoy segura de que podras entender por que no puedo ni siquiera considerar el aceptar tu propuesta. De todas formas, estoy convencida de que jamas me habrias hecho esta propuesta si hubieras conocido toda la verdad.

Una vocecilla dentro de ella le decia que el todavia no conocia toda la verdad, pero ya tenia mas que de sobra sin que le contara el resto…

Sin apartar la mirada de ella, Philip se levanto y se acerco a su lado. No hizo ningun movimiento para tocarla, un hecho que no la sorprendio en absoluto, pero que aun asi la hirio. Dejando caer los brazos se preparo para recibir las recriminaciones que seguramente estaban a punto de llegarle.

El silencio mas ensordecedor que jamas hubiera escuchado se hizo entre ellos, hasta el punto de que ella penso que en cualquier momento iba a ponerse a gritar. Al fin, el dijo tranquilamente:

– Gracias por haberme contado todo esto, Meredith. Me puedo imaginar lo dificil que habra sido para ti hacerlo.

Por Dios, el no tenia ni idea de lo dificil que habia sido. Decir esas palabras con las que iba a perderlo, y con las que iba a liberar su corazon.

– Gracias.

– Sin embargo, te equivocas en una cosa.

– ?En que?

– En que jamas te hubiera hecho esa propuesta si hubiera sabido toda la verdad. -Acercandose a ella, la agarro suavemente por los hombros. Mirandola directamente a los ojos le dijo-: Lo sabia.

A Meredith se le paro el corazon por un instante, e inmediatamente noto que volvia a latirle con fuerza. Seguramente no le habia oido bien.

– ?Como dices?

– Que ya conocia tu pasado como carterista.

Ella no podia dejar de mirarle con aturdido asombro, agradeciendole que la hubiera agarrado por los hombros, ya que sus rodillas se habian quedado subitamente flacidas. Las unicas personas que lo sabian eran Albert y Charlotte, y ellos jamas habrian revelado a nadie ese tipo de detalles sobre su pasado.

– ?Como…? -fue la unica palabra que consiguio pronunciar.

– Por casualidad, te lo aseguro. La noche en que estuve investigando acerca de Taggert, hable con un tabernero llamado Ramsey que habia sido amigo de Taggert. Ramsey me explico que habia sido de aquel vil mal nacido, incluyendo en su historia que una vez fue testigo, a traves de las ventanas de la taberna, de como Taggert tiro a uno de los ninos deshollinadores a la cuneta del camino, como si fuera un saco de basura. Ramsey salio entonces de la taberna y se quedo mirando lo que pasaba, pero antes de que pudiera acercarse al nino, vio a una muchacha joven, casi una nina, que corria hacia la cuneta. La muchacha se arrodillo al lado de aquel chiquillo, y luego lo tomo en brazos.

– Dios bendito -susurro ella-. Recuerdo que un hombre se me acerco y me pregunto si el nino estaba bien. Yo le conteste que estaba herido y que tenia que llevarlo a casa. El me pregunto si se trataba de mi hermano, y yo le menti y le conteste que si. Tenia miedo de que si contaba la verdad, es decir que apenas lo conocia, me lo arrebatarian. Y luego lo volverian a dejar tirado en cualquier calle. O se lo devolverian al horrible hombre que lo acababa de tirar a la cuneta como si fuera un saco de basura.

– Ramsey me conto que la muchacha que se llevo al chico le parecio conocida. Tardo varios minutos en acordarse, dado que aquella joven habia crecido y habia cambiado de aspecto desde la ultima vez que la vio, pero recordaba perfectamente sus profundos ojos de color aguamarina. Era la misma golfilla callejera que solia robar comida en la taberna y a menudo vaciaba los bolsillos de su clientela. -Una de las comisuras de sus labios se levanto-. Durante muchos meses fuiste un azote para la existencia de aquel hombre.

Todo el cuerpo de Meredith empezo a temblar, debatiendose entre la incredulidad y la confusion.

– Lo sabias desde la noche que preguntaste por Taggert.

– Si.

– Lo sabias cuando me invitaste a cenar a tu casa.

– Si.

– Cuando preparaste aquella cena elaborada y aquella decoracion.

– Si.

– Y no me dijiste nada.

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