Stephen levanto las cejas, intrigado por el repentino nerviosismo de Hayley.

– ?Los chicos? ?No cree que es un poco demasiado sofisticada para ellos?

El rubor volvio a tenir las palidas mejillas de Hayley.

– Nathan y Andrew son muy inteligentes, y en Gentleman's Weekly no hay nada escandaloso.

– No, desde luego que no, pero usted debe de estar de acuerdo conmigo en que es una publicacion para hombres, no para ninos. -Antes de que ella pudiera decir nada, el continuo-: Yo soy un fiel lector de la revista. Sigo particularmente los relatos por capitulos que se publican en cada numero.

A Hayley se le subieron todavia mas los colores, pero siguio mirando fijamente a Stephen.

– ?Ah, si? ?Que relatos le gustan mas?

– Hay una serie escrita por un tal H. Tripp titulada Las aventuras de un capitan de barco. Cada semana relata una anecdota diferente sobre los viajes del capitan Haydon Mills, un viejo lobo de mar que siempre se mete en lios. La forma de escribir del senor Tripp no es ninguna maravilla, pero la peculiaridad de las historias compensa con creces su falta de dotes literarias.

Las cejas de Hayley casi se fundieron con la linea del pelo.

– ?Falta de dotes literarias? -pregunto Hayley con las manos en jarras-. Yo creo que el senor Tripp es un buen escritor, una opinion que comparto con mucha gente, a tenor de la popularidad de sus relatos.

Stephen no pudo ocultar su sorpresa ante el tono beligerante de Hayley.

– ?Y que sabe usted de los relatos de Tripp, senorita Albright?

– Me los he leido todos de cabo a rabo. Y me han encantado. -Levanto un poco la barbilla, desafiandole claramente a cuestionar sus impropios habitos de lectura.

Por sorprendido que estuviera, Stephen decidio no darle ese gusto, pero, por lo menos, ya sabia por que a Hayley se le habian puesto las mejillas de un rojo carmesi. En tono suave, comento:

– Ya entiendo. Creia que a la mayoria de las mujeres no les gustaban los relatos de aventuras.

– Me… me temo que yo no soy como la mayoria de las mujeres.

– Parece lamentarlo.

Ella se encogio de hombros.

– No realmente, aunque he de admitir que a veces me gustaria poder ser como las otras jovenes del pueblo, libre de responsabilidades y con mas vida social.

Stephen la estudio por encima del borde de la copa, evaluandola a ella y evaluando tambien sus palabras. Se hacia cargo ella sola de una prole de ninos y de una casa caotica, salvaba la vida a desconocidos y era sumamente inteligente.

Sin mencionar lo ocurrente, sincera, afectuosa y cordial que era, y que podia afeitar a un hombre sin hacerle un solo rasguno. Y el hecho de que supiera montar a caballo a horcajadas y que leyera revistas de hombres fascinaba a Stephen tanto como le horrorizaba.

– No, usted no es como la mayoria de las mujeres -dijo el con dulzura. «Y, creame, eso es un gran cumplido.»

La cena de aquella noche fue algo completamente diferente de lo que Stephen habia experimentado hasta entonces. El dia anterior habia comido con la familia y le habia sorprendido que los ninos ocuparan la misma mesa que los adultos, pero penso que aquella violacion de las normas sociales basicas debia de ser propia solo de la comida informal del mediodia.

Puesto que el dia anterior Hayley le habia llevado la cena al dormitorio en una bandeja, aquella era su primera cena con los Albright. Para su sorpresa, Andrew, Nathan y Callie compartieron mesa con los adultos. Pero se quedo todavia mas de piedra cuando comprobo que Winston y Grimsley tambien comian con la familia. Hayley presidia la mesa mientras tia Olivia se sentaba en el otro extremo de la larga mesa. La charla era animada y constante, algo a lo que Stephen no estaba habituado.

De nino, nunca le dejaban comer con sus padres. El duque y la duquesa comian en el comedor formal mientras Stephen, Victoria y Gregory lo hacian con la institutriz, una mujer dura y taciturna que no favorecia precisamente la conversacion durante las comidas.

Por lo tanto, Stephen estaba acostumbrado a comer en silencio. El bullicio de la mesa de los Albright le sorprendia y desconcertaba.

Cuando todo el mundo tuvo el plato lleno, Hayley dio un golpecito en su copa con el tenedor para atraer la atencion del grupo.

– ?Silencio en la mesa! -exclamo. Cuando todo el mundo se hubo callado, se levanto y dijo-: Tengo una cosa que anunciaros antes de empezar a comer. Quiero que todo el mundo sepa que vamos a tener el placer de tener al senor Barrettson como invitado durante las proximas semanas hasta que tenga las costillas lo bastante curadas como para regresar a Londres a caballo sin que le duelan y sin lesionarse todavia mas…

– ?Significa eso que podra venir a una de mis meriendas? -la interrumpio Callie con una mirada esperanzada iluminando su dulce rostro.

– ?Y que podremos seguir almohazando a Pericles? -pregunto Nathan-. Es el caballo mas bonito que he visto nunca.

– ?Y tal vez hasta lo podamos montar? -intervino Andrew emocionado.

– Eso solo depende del senor Barrettson -dijo Hayley en tono de reprobacion. Cogio la copa llena de sidra y la levanto, mirando a Stephen, que ocupaba el lugar de honor, a la derecha de Hayley-. Estamos encantados de compartir nuestra mesa con usted, senor Barrettson. Propongo un brindis por su completa y rapida recuperacion. -Y luego inclino la copa hacia el.

Stephen cogio su copa y rozo su borde con la copa de Hayley. Sus miradas se cruzaron y el no pudo evitar ver la ternura y la aceptacion en los ojos de ella. Luego repaso la mesa con la mirada, deteniendose en cada uno de los presentes.

– Gracias, muchas gracias -dijo el, sorprendido por el nudo que se le acababa de hacer en la garganta.

Todos alzaron sus copas y brindaron a su salud.

– ?A quien le toca hoy dar gracias por los alimentos, Hayley? -pregunto Pamela cuando todo el mundo se hubo aposentado de nuevo en sus sillas.

– Creo que le toca a Callie -contesto Hayley sonriendo a su hermana pequena, que estaba sentada al otro lado de Stephen.

La nina tendio la mano a Stephen. El miro fijamente la diminuta palma sin entender absolutamente nada.

– Nos damos la mano durante la oracion de la cena -dijo Callie solemnemente.

Stephen se puso tenso. «?Maldita sea! ?Esta gente se toca constantemente!» La nina percibio sus dudas porque se inclino hacia el y le susurro al oido:

– No tenga miedo, senor Barrettson, no le hare dano. Yo no aprieto tan fuerte como Winston.

Con cierta reticencia, Stephen le cogio la mano y le sorprendio lo pequena que se veia dentro de su inmensa mano. Justo en ese momento noto que alguien le tocaba suavemente la otra mano. Se giro y vio a Hayley sonriendole mientras le tendia la mano.

El levanto la mano del regazo y la puso sobre la mesa con la palma hacia arriba. Sin dudar un momento, Hayley deslizo su mano dentro de la de Stephen, apretandole los dedos con suavidad y firmeza al mismo tiempo.

– Gracias, senor, por obsequiarnos con esta comida y con otro dia mas -dijo Callie con voz dulce y aguda, bajando la frente en postura de oracion-. Por favor, bendice a Hayley, Pamela, Andrew, Nathan, tia Olivia, Grimsley, Winston y Pierre. Por favor, cuida de mama y papa, que estan en el cielo, y diles que les queremos. - Levanto la cabeza y dirigio una breve mirada a Stephen-. Y, por favor, bendice tambien al senor Barrettson, porque ahora forma parte de nuestra familia. Amen.

Todo el mundo repitio «amen», se solto de las manos y empezo a comer. Stephen todavia notaba la calida huella que le habia dejado en la palma la manita de Callie y el hormigueo que le habia dejado en la otra mano el contacto con la mano de Hayley. Por algun motivo, se le tenso la garganta y se llevo la copa a los labios en un intento de ocultar su confusion.

– Ha sido una oracion preciosa, Callie -dijo Hayley con una sonrisa.

– Gracias -contesto la pequena. Luego inclino la cabeza hacia arriba para mirar a Stephen, sus ojos cristalinos eran una replica exacta de los de Hayley, y examino atentamente su rostro-. ?Que le ha pasado a su pelo? -le

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