– Te informaria inmediatamente.

Tres agudos silbidos cortaron el aire.

– Tu transporte ha llegado-dijo Michael-. ?Debo llevar a la encantadora senora Brown afuera?

?Encantadora? La idea de los fuertes brazos de Michael sosteniendo a la encantadora senora Brown hizo que los hombros de Robert se tensaran. Lanzo una fria mirada a su amigo.

– Gracias, pero no. Ya me ocupo yo.

Un brillo burlon destello en los ojos de Michael.

– No estoy seguro de estar de acuerdo, pero sera interesante ver como lo intentas.

Allie paso los veinte minutos de viaje de vuelta hasta la mansion Bradford mirando por la ventanilla del carruaje, intentando no pensar en su acompanante.

Fallo estrepitosamente.

Nunca habia sido tan consciente de la presencia de alguien en toda su vida. Pero lo mas irritante era que, al parecer, el no tenia ningun problema para prescindir de ella. En las dos ocasiones en que le habia lanzado una disimulada mirada por el rabillo del ojo, lord Robert parecia estar concentrado en sus propios pensamientos, con el ceno fruncido y la mirada clavada en su ventanilla.

Podia oir su respiracion. Lenta y firme, con el pecho subiendo y bajando. Podia oler el debil aroma a almidon que aun parecia desprenderse de su ropa. Podia sentir el calor que emanaba su cuerpo. El recuerdo del cuerpo de lord Robert apretado contra el suyo le lleno la mente, y cerro con fuerza los ojos para apartarlo.

Cuando llegaron a la mansion, casi salto de alegria. Hasta que el le anuncio su intencion de llevarla en brazos hasta adentro.

– No hara nada de eso -replico en su tono mas remilgado- ?Que pensarian los criados de Elizabeth?

– Estan durmiendo. Pero aunque no lo estuvieran, usted esta sin zapatos.

Abrio la boca para discutir, pero el se lo impidio colocando un dedo sobre sus labios.

– Son las cuatro de la madrugada. Los sirvientes todavia no se han levantado y los calaveras de la zona todavia no han regresado de sus fiestas. Nadie la vera.

Dicho esto, la alzo en brazos y la saco del carruaje; luego, apretandola contra su pecho, recorrio el camino de entrada.

Ella se mantuvo rigida, negandose a admitir ni por un segundo que su cercania era reconfortante. Agradable. Excitante.

No, era indeseada. Embarazosa. Y se juro que, a partir del momento en que la dejara en el suelo, nunca mas permitiria que volviera a tocarla.

Lord Robert abrio la puerta y entro en el vestibulo con Allie en brazos. Luego cerro la puerta con un golpe de cadera. Subio las escaleras y camino por el pasillo. Finalmente la dejo de pie ante la puerta de su dormitorio.

– ?Quiere que llame a una doncella para que la ayude a desvestirse? -pregunto.

Cielos, ni siquiera jadeaba, mientras que ella, que habia sido llevada todo el camino, casi no podia recuperar el aliento.

– N… no. Puedo arreglarmelas sola.

– En tal caso, la dejo. Pasare por la manana, despues de visitar al magistrado para informar de los acontecimientos de esta noche. -La miro con expresion seria, y Allie deseo al instante que sonriera o hiciera una broma. La sonrisa de lord Robert habia hecho que su corazon palpitara con fuerza, pero esa mirada intensa e inesperada casi lo paro de golpe.

Se le seco la boca. Intento mirar hacia otro lado, pero no pudo apartar los ojos de los de el.

– Me alegro de que se encuentre bien -dijo lord Robert en un susurro apagado.

Allie se humedecio los resecos labios.

– Si. Y yo de que usted tambien.

La mirada de Robert bajo hasta sus labios y Allie contuvo el aliento. Durante un loco instante penso que se disponia a besarla. Se quedo inmovil como una estatua, aterrorizada de que lo hiciera. Y aterrorizada de que no lo hiciera.

Pero una sonrisa ladeada aparecio en el rostro de lord Robert, rompiendo el hechizo.

– Hemos compartido toda una aventura. La mayoria de las damas que conozco prefieren ir a la opera o de compras. Debo decir que ha demostrado ser muy habil con el cuchillo. -Movio los dedos ante el rostro de Allie-. No falta ni uno.

Algo calido se derramo en el interior de la joven. Calido y totalmente inoportuno. Intento detenerlo, pero no lo consiguio.

– Le debo mi mas profunda gratitud.

Lord Robert hizo una profunda reverencia.

– Ha sido un placer, milady. -Se irguio y la miro con un inconfundible brillo en los ojos-. Sin duda ha sido una velada que no olvidare facilmente. -Su tono divertido desaparecio y fue reemplazado por otra intensa mirada que dejo a Allie clavada-. Pero no debe aventurarse a salir sin un acompanante. Hay hombres peligrosos acechando por todas partes.

Dios, no hacia falta que se lo dijera. Y el mas peligroso de todos estaba justo ante ella.

– Buenas noches, senora Brown.

– Buenas noches.

Allie entro en el dormitorio y cerro la puerta a su espalda con un ligero clic. Luego se apoyo sobre la superficie de madera; los ojos se le cerraron y respiro hondo. De hecho, era la primera vez que respiraba tranquila desde hacia horas. El se habia ido. Tendria que sentirse euforica. Aliviada. Seguro que no deberia sentirse… privada de algo.

?Privada de algo? Tonterias. Tan solo estaba cansada. Necesitaba dormir. Decir que el dia habia sido duro era quedarse muy corta.

La puerta del armario ropero estaba entreabierta. Ella no la habia dejado asi. ?0 si?

Lentamente examino la habitacion con la mirada. El cobertor de la cama estaba bien doblado, pero las almohadas parecian manoseadas. Y alli, sobre la comoda… ?no habia dejado la botella de perfume en el lado derecho? Si, estaba segura. Pero estaba en el lado izquierdo.

Fue hasta el armario y luego hasta la comoda, rebuscando entre sus cosas. No faltaba nada. ?Habria sido uno de los criados quien habia movido la botella y habia dejado la puerta entreabierta? Seguramente… cuando entraron a preparar la cama. Se masajeo las sienes, donde aun sentia los restos de un dolor de cabeza. O quizas ella misma habia sido descuidada. Teniendo en cuenta su confusion mental… si, era posible.

Aun asi no se podia librar de la enervante sensacion de que alguier habia registrado sus pertenencias.

6

El mediodia del dia siguiente encontro a Allie acabando un tardio e informal desayuno a base de huevos, jamon y finas lonchas de faisan. La abundante comida, junto con el bien merecido descanso y un bano caliente al levantarse, hizo que se sintiera mas fresca y joven. Las munecas y los pies aun estaban doloridos, pero solo le producian una ligera incomodidad de la que podia olvidarse con facilidad. Justo en momento en el que el sirviente volvia a llenarle la taza de porcelana con una segunda ronda de cafe, Carters entro en la sala llevando una bandejita de plata.

– Un mensaje para usted, senora Brown -anuncio con su sono voz, acercandole la brillante bandeja-. El mensajero ha indicado que no se espera respuesta.

Allie acepto la misiva. ?Seria de Elizabeth? Dio la vuelta a la vitela, rompio el sello de lacre y leyo el contenido.

Senora Brown,

He averiguado el origen del escudo de armas que me entrego. Es el emblema familiar perteneciente al conde de Shelbourne. El titulo proviene del siglo dieciseis, cuando al primer conde se le concedio el titulo y las tierras que lo acompanan en agradecimiento por los servicios prestados a la Corona. Al presente conde, Geoffrey Hadmore, lo conocen, sin duda, su buena amiga la duquesa de Bradford y su marido.

Espero que esta informacion le sea de utilidad, y de nuevo le agradezco su visita a mi establecimiento y la

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