amable recomendacion de la duquesa. Por favor, si hay algun otro asunto en que pueda asistirla, no dude en hacermelo saber.

Atentamente,

CHARLES FITZMORELAND

Allie releyo la carta mientras el corazon se le aceleraba. Esas noticias la acercaban un paso mas al final de su mision. Con un poco de suerte, no tardaria en devolver a su legitimo dueno el ultimo de los bienes hurtados por David y en cerrar asi ese largo, arduo y humillante capitulo de su vida.

«Gracias a Dios.»

El conde de Shelbourne. Lo unico que necesitaba hacer era localizar a ese hombre y…

– Buenos dias, senora Brown.

Allie alzo la cabeza de golpe y vio a lord Robert en el umbral. Vestido con un chaque marron oscuro y pantalones de color beige, tenia el aspecto del autentico caballero ingles. Y resultaba excesivamente atractivo.

– Buenos dias -contesto Allie, guardando la misiva en el bolsillo de su vestido de sarga negra.

Lord Robert se acerco despacio y se detuvo cuando estuvo justo frente a ella, al otro lado de la mesa. Se llevo la mano a la barbilla y fingio teatralmente que la examinaba, inclinando la cabeza a derecha e izquierda, como si fuera un critico de arte observando una escultura.

– Ummm. Lo que sospechaba. Parece M.M.R. -Al ver la mirada interrogante de Allie, le lanzo una desenfadada sonrisa-. Mucho Mas Recuperada. ?Como se encuentra?

– Como dice usted, M.M.R. Las manos, los pies y la cabeza casi no me duelen. ?Y usted?

– Muchisimo mejor que la ultima vez que la vi. Es sorprendente las maravillas que pueden obrar unas cuantas horas de sueno, un buen desayuno y una charla con el magistrado.

– ?Que le ha dicho?

– Ha encontrado el caso de lo mas desconcertante. -Fue hasta el aparador, se sirvio un plato de huevos con jamon y se sento frente a Allie en la gran mesa de caoba-. Aunque me ha asegurado que hara todo lo que este en su mano para localizar al responsable, tambien me ha advertido que no es probable que se le encuentre. A no ser, claro, que lo intente de nuevo. -Le clavo una seria mirada azul oscuro-. Lo que no hara en esta mansion porque no habra nadie a quien raptar puesto que nadie estara paseandose por el jardin. ?Correcto?

Allie inclino la cabeza en conformidad.

– Excelente. Y ahora, con respecto a sus planes para hoy… Lo he arreglado para que tenga un carruaje a su disposicion. Yo tambien estoy a su disposicion, encantado de escoltarla por toda la ciudad o acompanarla de compras, ayudarla en cualquier recado… lo que usted desee.

Los dedos de Allie rozaron el borde de la carta del senor Fitzmoreland.

– En realidad hay algo en lo que puede ayudarme. ?Conoce al conde de Shelbourne?

Las cejas de lord Robert se alzaron de sorpresa. Despues de lo que parecio un largo silencio, le respondio.

– Lo conozco, si.

En sus ojos se veian las preguntas que querria formular, pero no dijo nada mas, solo la observo de una manera que la hizo preguntarse si lord Robert estaria en buenas o malas relaciones con el conde. Cuando fue evidente que no iba a decir nada mas, ella insistio.

– ?Sabe donde reside?

El tenedor cargado de huevo se detuvo a medio camino de la boca de lord Robert, que le lanzo una mirada desconfiada, revestida de algo mas que ella no supo definir.

– Las tierras de la familia estan en Cornwall.

– Ah. ?Y eso esta lejos de aqui?

– Mucho. A una semana de viaje como minimo. -Robert vio como el semblante de la joven se cubria de decepcion, y se le ocurrio una docena de preguntas. ?Por que razon estaria indagando sobre Geoffrey Hadmore? ?Como se habria enterado de su existencia? Se aclaro la garganta y anadio-: Tambien mantiene una casa aqui, en la ciudad.

Una inconfundible esperanza ilumino los ojos de Allie.

– ?Cree usted posible que se halle en Londres?

– Pienso que es muy probable. Odia el campo. ?Por que me pregunta por el?

La senora Brown se inclino hacia delante y el seductor aroma de su perfume floral llego hasta Robert. Aunque no sonreia, Robert no podia negar que era cuando mas animadas habia visto sus facciones, lo que a la vez lo confundio y lo irrito. Los ojos de la mujer casi destellaban. Demonios, ?por que tenia que ponerse tan… tan lo que fuera ante la idea de que Shelbourne se hallara en la ciudad?

– Deseo tener un encuentro con el. Lo antes posible. ?Podria presentarmelo?

Robert se inclino hacia delante y la observo con atencion. ?Presentarselo? ?A uno de los peores bribones de Londres? Dios santo, Elizabeth lo decapitaria. Eso sin mencionar el nudo que se le formaba en el estomago al pensar en un encuentro entre el conde, un muy buen partido, y la encantadora viuda. Era cierto que no conocia a Shelbourne muy bien, pero su reputacion con las mujeres era sabida de todos. Las encandilaba, las seducia y luego solia desembarazarse de ellas con una frialdad que Robert ni entendia ni le gustaba. No tenia ninguna duda de que la hermosa senora Brown atraeria el interes de Shelbourne.

«Como ha atraido el tuyo.»

Apreto los dientes ante el inoportuno comentario de su conciencia y volvio a centrar su atencion en el asunto que estaban tratando. ?Que razon podia tener para querer conocer a tal libertino? De repente se quedo de piedra. ?Podia ser que ya conociera la reputacion de Shelbourne? ?Seria posible que estuviera pensando en mantener una relacion con ese hombre?

Apreto los punos ante esa idea. En vez de responder a la pregunta que le habia formulado, le contesto con otra.

– No estaba al corriente de que usted conociera a nadie en Inglaterra excepto a Elizabeth. ?Como es que ha oido hablar de Shelbourne?

– Conocia… conocia a mi marido.

Parte de la tension de sus hombros desaparecio y se reprocho mentalmente el albergar sospechas injustificadas. Lo unico que la senora Brown pretendia era conocer a un amigo de su esposo. Moralmente comprensible. Y mientras el la acompanara, Shelhourne se compotaria honorablemente.

– En tal caso, enviare una nota a su mansion para concertar una cita. Si esta en la ciudad, yo la acompanare.

Un velo parecio cubrir el semblante de la senora Brown.

– Muchas gracias. Le agradezco que envie la nota, pero no necesito que nadie me acompane.

Algo que se parecia mucho a los celos, pero que no podia ser tal cosa, recorrio el cuerpo de Robert, sensacion que se intensifico al ver el intenso rubor que cubrio las mejillas de la mujer. Tal vez, despues de todo, sus sospechas no fueran infundadas.

– Me temo que debo insistir -dijo, obligandose a sonreir-. El protocolo ingles y todo eso, ya sabe.

Un ceno oscurecio la frente de la senora Brown y se mordisqueo el labio inferior. Se la veia claramente dividida entre el deseo de que Robert no la acompanara y el deseo de respetar las convenciones. Y si Robert no hubiera estado tan emocionado de verla mordisquearse el carnoso labio, se habria sentido terriblemente molesto de que rechazara su compania.

Finalmente, la senora Brown asintio secamente.

– Muy bien. Podra acompanarme.

A pesar de su enfado, Robert no pudo evitar sentirse ligeramente divertido por el tono contrariado de la joven.

– Oh, muchas gracias.

La senora Brown se levanto.

– Le dejare para que se ocupe de su correspondencia con el conde.

– De nuevo le doy las gracias. Sin embargo, no acostumbro escribir cartas en la sala del desayuno. No hay nada peor que huevo sobre el papel. En cuanto acabe de comer, escribire la nota.

El rubor de la joven se intensifico.

Вы читаете Un Romance Imprevisto
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×