Michael se apresuro a atravesar la pasarela del bergantin mercante anclado en Dublin y recito toda una letania de repetitivas frases tranquilizadoras, intentando mantener bajo control el panico que sentia. No importaba que fuera la una de la madrugada y que tanto el mar como el cielo fueran negros. No importaba que el fuerte viento que causaria mala mar. Tambien les haria ganar velocidad. Eso era lo unico que importaba. Porque el tiempo era esencial. Tenia que llegar a Inglaterra lo antes posible. Luego ir desde Liverpool a Bradford Hall, con suerte un trayecto de quince horas a caballo. Pero tenia que llevar la informacion que habia conseguido a Robert. Y a la senora Brown.

Solo le quedaba rezar por no llegar demasiado tarde.

Sin preocuparse de cubrirse el camison con la bata, Allie fue hasta la ventana de su habitacion. Aparto las gruesas cortinas de terciopelo verde y parpadeo ante el inesperado sol matutino. Por fin habia cesado la lluvia. Por fin podria escapar de esa casa. Respirar aire fresco que no contuviera rastros del aroma boscoso de Robert.

Los dias siguientes a su enfrentamiento habian sido los mas vacios y desolados de su vida. Y tambien los mas dificiles. Incluso mas que despues de la muerte de David, cuando descubrio su traicion. Porque entonces, al menos, no tenia que fingir que era feliz.

Habia pasado largas horas con Caroline y la duquesa madre, unas horas que, al mismo tiempo que disfrutaba, le habian provocado un doloroso deseo de hallarse junto a su propia madre y hermana. Caroline, con su caracter jugueton y bromista y su tendencia a jugar a las cartas de una forma algo creativa, le recordaba mucho a Katherine. Y aunque la regia duquesa madre era muy diferente de mama, ambas adoraban a sus hijos, y Allie le agradecia que la tratase con tanto carino como lo hacia con Caroline y Elizabeth.

Sin embargo, al ir pasando los dias no podia evitar sentir el peso de las miradas inquisidoras de Caroline y la duquesa, y tambien las de Elizabeth cuando la visitaba por la tarde. Habia evitado hablarle de Robert, y las dos veces que Elizabeth lo habia nombrado Allie habia cambiado de tema o habia respondido con evasivas. Pero se daba cuenta de que no podia seguir asi indefinidamente. Dadas las sensaciones de Elizabeth, lo mas seguro era que ya supiera lo que sucedia, pero estaba claro que esperaba que fuera Allie quien sacara el tema.

Aunque, la verdad, no hacian falta poderes especiales de percepcion para notar la tension que existia entre ella y Robert durante las cenas. A Allie le parecia como si en la mesa, el aire entre ellos pudiera cortarse. Grarias a Dios que hasta ahora solo habia tenido que verlo durante la cena. Era una tortura tenerlo sentado justo enfrente de ella. Su presencia le provocaba un nudo en la garganta, que casi le impedia comer. No podia mirarlo, no queria verlo. Porque sentia que hacerlo le provocaria… ?que?

?Que lo deseara aun mas? Eso no parecia posible, porque ya lo deseaba con una dolorosa intensidad. ?Que se desmoronara su decision de evitarlo? Si, esa era una clara posibilidad, y no queria ni pensar en ella. ?Que reconsiderara su proposicion de matrimonio? No, eso era imposible. Nada habia cambiado entre ellos; seguian siendo inadecuados el uno para el otro.

?Que se viera obligada a aceptar que lo amaba?

Se inclino hacia delante, apoyo la frente en el frio cristal y cerro los ojos, incapaz de acallar la verdad por mas tiempo. Lo amaba. Totalmente.

?Como habia podido pasar eso? De su garganta surgio un sonido, medio carcajada medio gemido. Sin duda no existia ninguna mujer mas estupida que ella. Podia entender que hubiera cometido un error, al fin y al cabo era humana y propensa a la equivocacion. Pero cometer el mismo error dos veces, y un error tan grande como enamorarse del hombre totalmente equivocado, bueno, eso ya era haber perdido la razon. Si iba a seguir cometiendo errores, ?por que al menos no cometia uno diferente? Algo como usar el tenedor incorrecto o pagarle al tendero una cantidad equivocada.

Pero no, parecia destinada a enamorarse impetuosamente de hombres apuestos y encantadores que no se sentian obligados a ser sinceros con ella. Hombres cuyo atractivo exterior escondia pasados dudosos y criminales. Quiza deberia ir pensando en visitar la prision mas proxima. Sin duda asi podria ahorrar tiempo al escoger el proximo hombre al que entregarle su corazon.

Pero incluso mientras formulaba ese pensamiento sarcastico, se dio cuenta de que no habria otro hombre despues de Robert. Creia haber amado a David con todo su corazon, pero lo que sentia por Robert hacia que sus sentimientos hacia David parecieran insignificantes.

«?Pensabas que antes te habian roto el corazon? -se burlo su voz interior-. iJa! ?Ahora sabes exactamente lo que se siente!»

Si, era cierto. Y no podia soportar seguir sintiendo aquello. Habia llegado la hora de enfrentarse directamente a la situacion y tomar una decision. Tenia tres alternativas. Podia cambiar de opinion y aceptar la proposicion de Robert, una opcion que descarto por las mismas razones por las que ya la habia rechazado antes. No podia entregar su corazon a otro David. Robert podia poseer su corazon, pero ella no tenia por que entregarselo.

O podia seguir con su plan original y permanecer alli con Elizabeth durante las proximas cinco semanas. Sintio una punzada de pesar, porque sabia que tambien debia descartar esa posibilidad.

Eso la dejaba con una sola alternativa, que, por mucho que le doliera, era la opcion mas logica. Tenia que marcharse lo antes posible. Regresaria a Londres y se embarcaria hacia America en el primer barco que encontrara. Antes de cometer otro error. Antes de ceder a la tentacion y permitir que su poco fiable corazon le gobernara la cabeza.

Lester Redfern se acerco al caballo con mirada de pocos amigos.

– Si me muerdes de nuevo, te pego un tiro aqui mismo, jamelgo inutil.

La yegua sacudio la cabeza y mostro los dientes amarillentos. Refunfunando, Redfern puso la bota en el estribo y subio torpemente a la silla, mientras el animal daba unos pasos hacia un lado, alejandose de el. Maldicion, quiza le pegara un tiro a esa bestia de todas formas. Pero mas tarde. Despues de haber conseguido la nota y haber acabado con la senora Brown.

La brillante luz del sol le hizo guinar los ojos. Entre el sol y la temperatura cada vez mas elevada, la carretera estaria pasable. Una sonrisa sombria se le dibujo en el rostro y espoleo a la yegua con los talones.

Al dia siguiente a esa hora seria un hombre rico.

«Preparate, senora Brown. Alla voy.»

Doblado sobre la silla del caballo, Michael galopaba por el camino. Con los dientes apretados, se obligo a concentrase en cada paso que lo acercaba a Bradford Hall. Se obligo a no pensar en la sorprendente e increible historia que su madre le habia contado. Se obligo a dejar las implicaciones de esa historia para mas tarde. En ese momento solo habla una cosa en la que pensar: en llegar a Bradford Hall y hasta la senora Brown.

Antes de que Geoffrey Hadmore lo hiciera.

Geoffrey Hadmore puso su caballo al paso, irritado por el retraso que causaban los numerosos baches embarrados del camino. Aprovecho para sacar el panuelo del bolsillo del chaleco y enjugarse la frente. A pesar de que las condiciones para viajar distaban mucho de ser perfectas, el camino se estaba secando rapidamente. A primera hora de la tarde ya podria avanzar con mayor rapidez. Y eso estaria bien. Al fin y al cabo tenia un regalo que entregar.

Y al menos un asesinato que cometer.

21

Allie dudo por un instante en el pasillo frente al cuarto de los ninos. Sabia por Fenton que Elizabeth se hallaba en esa sala. Solo podia rogar para que Robert no estuviera tambien alli. Tomo aire y abrio la puerta.

Su mirada cayo sobre el sofa. La mente se le lleno de imagenes de Robert y ella, entrelazados. Se obligo a apartar la vista y centro su atencion en Elizabeth.

Su amiga y James estaban sentados ante una mesa baja de madera. La alta figura de Elizabeth se doblaba en una silla de nino, y su vestido de muselina rosa flotaba sobre la alfombra a su alrededor. James estaba sentado en una silla identica. Ambos se inclinaban sobre libretas, absortos en la tarea de dibujar con carboncillos. Una imagen tan encantadora… una madre y su hijo, juntos, con las cabezas casi tocandose, mientras el sol entraba a raudales por las ventanas. Elizabeth alzo la cabeza y murmuro algo a James que le hizo reir. El nino se inclino planto un sonoro beso en la mejilla de Elizabeth, y esta se lo devolvio riendo.

Allie sintio un nudo en la garganta, y los ojos se le llenaron de ardientes lagrimas. Ella nunca tendria eso…un hijo que la mirara con inocente adoracion. Un hijo que la amara. Un marido y una familia pro pias. Lo habia

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