– Kat, detesto ser yo quien te diga esto, pero…

– Entonces no me lo digas.

– Si no quieres salir con el esta noche, no necesitas ninguna excusa. Simplemente puedes ser sincera y decir 'no'. Y como ni siquiera han considerado una opcion tan simple, podria significar que en realidad quieres estar con el.

– Por Dios, Georgia, si no puedes decirme nada mas consolador o convincente, mas vale que te vayas a trabajar.

A Georgia eso le parecio muy gracioso, pero Kat se hundio en la silla de su escritorio cuando por fin la oficina quedo vacia. Sin siquiera hacer una pregunta, Georgia habia comprendido la situacion, aunque no del todo.

Kat no habia cancelado la cita con Mick porque su intencion era salir con el, y lo habia sabido todo el dia. La unica forma de aclarar el lio en el que se habia metido era enfrentarse a Mick cara a cara.

Le habia dicho a Mick que era frigida, pero no le habia dicho lo mas importante: que su relacion era imposible. Que ella no servia como mujer, como pareja y amante.

Se quito la ultima horquilla y la tiro a la pared. Despues de lo de Todd, habia sufrido. Pero no como en ese momento. Todd no tenia dos arrogantes, exasperantes hijas a las que Kat queria enormemente. Y Todd no era Mick, a quien ella queria con toda su alma.

Si no le doliera tanto, de manera tan terrible, sin duda lloraria. ?Como podia haber sido tan estupida como para dejar que Mick llegara a serlo todo para ella?

Mick no habia comprado condones desde que era un adolescente. Entonces, los paquetes estaban escondidos debajo del mostrador. El farmaceutico siempre estaba ocupado, asi que para comprarlos habia que pedirselos a una mujer… siempre una mujer… y ella siempre repetia el encargo de forma que todos en la farmacia podian oirlo. Todavia recordaba haberse sentido como un pervertido. Se alegro de ser ya adulto y de que los tiempos hubieran cambiado.

Con un tubo de pasta de dientes en una mano y un frasco de enjuague para la boca en la otra, estaba de pie cerca de las toallas de papel. En la casa ya no habia toallas de papel, de modo que tenia una buena excusa para estar alli. Era un mero accidente que fuera lo bastante alto para ver lo que habia en el estante de los condones.

Los tiempos habian cambiado definitivamente.

?Cielos, habia millones de marcas! Todo lo que el recordaba eran dos marcas diferentes. Esas companias todavia existian pero ofrecian una gama mas variada. Uno podia comprar los condones en paquetes, o en caja. Se podian comprar lubricados, sin lubricar, acanalados o lisos. Se podian comprar perfumados, de distintos colores.

Mick siguio mirando. Por ninguna parte podia ver un simple modelo como los de antes y de ninguna manera se imaginaba poniendose un protector amarillo fluorescente que olia a platano.

– ?Vaya, senor Larson! Siempre me encuentro con sus hijas, pero rara vez con usted.

Rapidamente, tomo un paquete de toallas de papel antes de volverse a mirar a su vecina. La ultima vez que habia visto a la senora Pincher, fue cuando ella acompano a sus dos hijas y a los tres de ella para ir a una funcion de teatro en el colegio. La mujer tenia el pelo castano, rizado, con algunas canas, ojos cansados y sonrisa maternal. No habia manera de escapar de su bien intencionada charla, la cual no comenzo a decaer hasta que la mujer no hablo de la espantosa ola de calor, del nuevo ascenso de Harv, su esposo, y de lo rapido que estaban creciendo las hijas de su interlocutor.

– ?De modo que ha tenido que encargarse de las compras?

– Nos quedamos sin toallas de papel en casa y…

– Bien, bien… no deje usted ir a vernos de vez en cuando, ?eh? ?Por que no viene una de estas noches a tomarse una cerveza con Harvy?

– Lo hare -prometio Mick.

La mujer sonrio. Mick la habria olvidado por completo si ella no hubiese dado la vuelta hasta llegar al estante de los condones. Mick la miro con azoro cuando ella, con toda naturalidad, afianzo un paquete y lo dejo en su carrito.

Vaya, conque asi era como se hacia. Los hombres les encargaban a sus mujeres que compraran los utiles dispositivos.

Adoptando la misma actitud despreocupada de la senora Pincher, fue hasta alli y tomo uno de los paquetes que le parecieron mas tradicionales.

En la caja, dejo sus compras enfrente de la empleada y busco su cartera. Miro a la cajera, con la mente absorta en Kat y su inminente encuentro.

Toda la semana ella habia procurado evitarlo. El lo comprendia: ella estaba consternada por lo que habia ocurrido en la playa. Tambien el. No habia nada de malo en una playa desierta y la luna como escenario romantico, pero la aspera arena no era lo ideal para la primera vez. No con Kat, en todo caso.

Kat era muy recatada en lo que se referia al sexo. A Mick le gustaba eso, en realidad, porque significaba que no se tomaba su relacion a la ligera. Pero sin duda tambien tenia algo que ver con esa actitud el tipo que la habia lastimado. Lo que importaba, sin embargo, era que desde mucho tiempo antes de su aventura en la playa, Mick sabia que hacian falta ciertos elementos para la primera vez que tuvieran una relacion intima. Un lugar comodo, agradable sin posibilidad de interrupciones. Y un hombre que mantuviera por completo el control.

Mick tenia una buena opinion de si mismo como amante. Sabia casi con certeza que una vez que ella venciera sus recelos, todo saldria bien. No era egoista en la cama y conocia las necesidades de una mujer. Un hombre no podia estar casado catorce anos sin llegar a ser consciente de lo que esperaba una mujer de una relacion, a menos que fuera un verdadero imbecil. Por ejemplo, sabia que la mujer necesita mas tiempo para excitarse.

Sin embargo, con Kat el no se habia percatado a tiempo del cambio que se opero en el estado de animo de su acompanante. El habia estado seguro de que ella estaba deseando que la hiciera suya. Lo habia sentido en sus manos tremulas al ayudarlo a bajarse los pantalones, lo habia visto en sus ojos, lo habia notado en su voz susurrante, implorante, hasta que llego el momento de alcanzar la cima del placer.

?Diantres! ?Que habia hecho mal el?

Una oleada de calor abrasador lo recibio cuando salio de la drogueria. Su camioneta era como un horno. Dejo los paquetes en el asiento subio. Metio la llave y puso en marcha el vehiculo.

Mientras conducia sus pensamientos seguian el mismo curso: Kat. Con ella, y solo con ella, habia saboreado la promesa de una plena satisfaccion. En cierto modo, Mick siempre habia vivido, solo. Kat habia cometido la imprudencia de demostrarle que eso no tenia por que ser asi.

Esa noche. Eran las unicas palabras que ocupaban su mente. Adivinaba que Kat ya debia estar hecha un manojo de nervios al pensar en su encuentro inminente. Tenia razones para estar nerviosa. Pero no las que ella creia.

Capitulo 7

Kat oyo que llamaban a la puerta a las cinco menos diez, y se miro en el espejo por ultima vez. Como en la invitacion decia 'ropa informal', se habia puesto algo realmente informal. Sus pantalones de algodon blanco eran muy holgados, su blusa marinera enorme y los tenis que llevaba estaban bastante gastados. Se habia puesto una panoleta en la cabeza, no se habia arreglado el pelo y no llevaba maquillaje. Ni perfume, ni adornos.

No era que quisiera estar poco atractiva, pero sabia a lo que se enfrentaba esa noche. Tenia que decirle a Mick que ella no servia como amante. El no parecia desalentado por lo sucedido aquella noche en la playa. Kat temia que tuviera planeado algo romantico y seductor para la cena. Vino, musica y esas cosas. Queria que su aspecto poco arreglado lo desanimara y se olvidara de sus intenciones.

Abrio la puerta del frente cuando Mick estaba a punto de llamar por segunda vez. Entonces, algo cambio las ideas preconcebidas que Kat tenia sobre esa velada.

Mick no estaba vestido precisamente como un seductor. Llevaba puestos unos vaqueros gastados y una camiseta de manga corta. Su pelo rubio estaba enmaranado y no se habia afeitado desde por la manana. Miro a su invitada y silbo con suavidad.

– Vaya, estas muy sexy -Kat no tenia que preocuparse por el. Era evidente que no estaba en sus cabales-.

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