Ella oyo el ultimo resto de impaciencia en su voz. Sintio crisparse las manos de el en sus hombros y comprendio que Clay intentaba cortar el contacto. Pero no lo hizo. ?Pobre hombre! Su boca descendio bruscamente sobre la de Liz. Ella separo los labios y absorbio la presion, saboreando el sabor masculino. Se habia equivocado. Una parte de Clay era incomparablemente tierna y vulnerable. Su boca hizo una demostracion de un deseo tierno y feroz a la vez. La amoldo a su cuerpo como si hubiera perdido una parte de su ser. Le acaricio la cara con dedos inseguros, besandola una y otra vez como si nunca fuera a detenerse. En el balancin no habia espacio para hacer el amor. Liz sentia la rodilla de el en la espalda y una de sus piernas estaba incomodamente doblada contra el pecho de el. No importaba. La lengua de Clay le llenaba la boca al tiempo que un sonido aspero y agitado salia de su garganta. Se arqueo contra el, sintiendo el fuerte deseo fisico de ser poseida. El deseo era delicioso y muy intenso. Ningun hombre la habia hecho sentir aquel deseo, aquella necesidad, aquel… todo.
El roce de su boca, el potente latido de su corazon, el jadeo de su respiracion… Clay no estaba besando a la hermana de un amigo. Clay deslizo la palma por la pierna cubierta por la media y subio por la pantorrilla hasta el muslo. Ella le acaricio el cuello y sus dedos impacientes trataron de deslizarse bajo la chaqueta y la camisa en busca de la piel. La cremallera de su chaqueton sono en el silencio de la noche. La mano de Clay encontro su pecho, su cuello y mas muslo. El parecia arder de impaciencia por acariciado todo a la vez.
Una sencilla hoja provoco la interrupcion. Una hojita roja y seca que cayo del arce sobre el hombro de Clay. El retrocedio como si le hubieran golpeado con un ladrillo. En sus ojos oscuros se veia un enorme dolor. La hizo levantarse con el, le coloco la falda y el sueter y le subio la cremallera del chaqueton como si ella estuviera a punto de enfrentarse a una ventisca.
– Ahora, escucha.
Pero no dijo nada. Se puso las manos en las caderas y luego se las paso por el pelo. Echo un vistazo al cielo y luego fijo la vista por encima del hombro de ella. Los dos evitaban la mirada del otro. Por fin el hizo otro esfuerzo por hablar.
– Oye, esto ha sido un accidente.
– Si.
– Siempre has confiado en mi. No destruire esa confianza, Liz. No volvera a pasar.
– Siempre he confiado en ti y ahora confio en ti. Pero esto va a pasar otra vez.
– No, ni hablar.
Ella se acerco, le arreglo la camisa, le cerro el chaqueton y le miro a los ojos. El dejo escapar un suspiro de exasperacion.
– Te vas a meter en lios, ?lo sabes?
– Si. ?Lo hemos dejado claro ya?
– Liz
Ella meneo la cabeza. El deseo seguia sofocandola. Era evidente que el la deseaba, pero no queria admitido. Le acaricio la mejilla y camino hacia la puerta.
Capitulo Cuatro
Dos noches despues, a las dos de la madrugada, Liz estaba contando ovejas… y camellos, llamas y vacas. Ninguno de ellos estaba haciendo mella en su insomnio, por lo que reconocio inmediatamente la diferencia entre el frio golpeteo de la lluvia y el de los guijarros en su ventana. El hombre que estaba de pie en el cesped parecia mojado, helado e impaciente. El muy chiflado solo llevaba una chaqueta de cuero y su pelo rubio rojizo brillaba de humedad. Liz meneo la cabeza y se puso unos vaqueros, calcetines y un jersey de cuello alto. Luego bajo las escaleras hasta el oscuro vestibulo. Clay entro en cuanto ella abrio la puerta. Liz volvio a menear la cabeza, medio dormida.
– No tengo camisa de fuerza. Lo siento.
– Estas totalmente despierta, asi que nada de excusas. Necesitas botas, una bufanda, un chaqueton y guantes.
– Esta lloviendo; ?no te lo han dicho? Lluvia de invierno, no lluvia de verano.
– Lo se.
El rebusco en el armario del vestibulo y le paso un chaqueton y una bufanda.
– ?Donde estan tus botas?
– ?Donde esta tu cabeza? ?Sabes que hora es?
– Entre las dos y las tres.
El le tendio los guantes, uno blanco y otro rojo.
– Ya veo que sabes que hora es -dijo Liz admirativamente. Un gorro de lana sofoco su siguiente comentario. El le metio los brazos en el chaqueton. Ella misma se puso las botas y los guantes sin dejar de observar a Clay. Tenia la cara mojada y se movia con su habitual actitud indolente, pero sus ojos tenian la mirada desolada y sombria de un hombre que parte para la guerra.
– ?Es que quieres compartir la neumonia con alguien? -intento averiguar.
– Nadie se acatarra por andar bajo la lluvia -le aseguro el.
Una vez fuera, sintio que se le helaban todos los musculos en cuanto bajo los escalones de la entrada. Las gruesas gotas parecian de hielo. No habia ni una luz encendida en el vecindario. La calle parecia una pista de patinaje negra y brillante.
– ?Donde vamos a ir a estas horas de la noche?
– A dar un paseo.
– ?Aaah! ?Quien hubiera dicho que unos cuantos besos en un balancin trastornarian a un hombre grande y fuerte como tu?
El la cogio del brazo y la forzo a caminar al paso de un entrenamiento olimpico.
– Este paseo no es por mi, sino por ti.
– ?Si?
– ?Nunca has paseado bajo la lluvia?
Ella reflexiono y luego confeso:
– No.
– Bien. Me dijiste que querias hacer cosas que no hubieras hecho nunca. Ademas, necesitas hacer ejercicio.
?Porque las mujeres agotadas causan menos problemas a los hombres? Dirigio una mirada divertida a Clay. Permanecio en silencio mientras caminaban una manzana tras otra. El tenia razon. La lluvia era una molestia, algo que estropeaba el aspecto de una mujer cuando iba o volvia del trabajo. Nunca habia pensado que podia disfrutar de la lluvia, aspirarla, olerla, saborearla.
Saco la lengua para probar unas gotas y Clay solto una risita. Liz no tenia la menor duda de que, si el tuviera otra mujer esperandole sola a las dos de la manana, no estaria helandose bajo la lluvia. Clay se estaba relajando. Aflojo el paso y echo la cabeza hacia atras. En sus ojos aparecio un brillo malicioso al verla sonreir. No hablaron. Pasearon hasta que a Liz le dolieron las piernas, hasta que el sueno y la oscura lluvia y el silencio la envolvieron en un sensual manto. La vida era maravillosa. Con Clay sentia algo nuevo, una nueva fuerza creciendo en su interior. Lo que le parecia natural con Clay, nunca lo habia sido con otro hombre. Estaba a punto de amanecer cuando regresaron a su casa.
– Ahora dormiras -le dijo el, aunque posiblemente no sabia que le habia costado dormir durante las noches pasadas.
– ?Clay?
El iba hacia su coche, pero se volvio.
– Gracias -susurro ella. Luego se acerco y le beso en los labios.
Le sintio temblar y le vio cerrar los ojos. Cuando retrocedio, Clay suspiro.
– No.
Ella siguio alli mientras el llegaba al coche. Apoyo ambos brazos en la cubierta del coche y durante un momento, como si estuviera decidiendo algo, y luego dijo:
– Dijiste que querias conocer a mi hijo y solo faltan unos dias para Halloween. ?A 1as seis y media?