– ?A quien?

– Al camarero -siseo ella freneticamente.

Una sonrisa maliciosa curvo las mejillas de Clay

– Has cambiado de opinion sobre esas ostras…

– No es eso, tonto. Es por el champan. ? No has visto el precio de esa botella? ?Ciento catorce dolares!

– Si no te gusta, puedes echarla en el jarron -la consolo el.

– ?Esa no es la cuestion! Clay, es una locura desperdiciar un buen champan con alguien que apenas bebe.

– Creo que tenemos tiempo para un baile antes de que nos sirvan.

El se levanto y le tendio una mano. Cuando volvieron a la mesa, la cerveza de Clay estaba sobre la mesa con una fina capa de espuma y el camarero esperaba para servir el champan. Liz se llevo los dedos a las sienes mientras se sentaba. La orquesta habia tocado un vals por ultima vez, y mucho menos con un acompanante que la abrazaba como si estuvieran bailando en un salon de baile vienes.

– Hablame de tu busqueda de trabajo. ?Esta siendo dificil?

– Un poco- admitio ella.

– ?Has ido a la biblioteca y a la escuela a ver si tienen vacantes de bibliotecaria?

Ella se quedo sin habla un momento. Clay la miraba intensamente desde el otro lado de la mesa. Sus ojos oscuros seguian el movimiento de sus labios, se posaban en el blanco del cuello y se demoraban en sus pechos.

– No, no estoy buscando trabajo de bibliotecaria.

– ?Por que, encanto?

Ella hizo una pausa antes de responder para tomar un sorbo de champan. La burbujeante bebida merecia un momento de silencio reverente.

– ?Liz?

– Te iba a contestar. Pero es dificil de explicar -admitio con sinceridad-. Trabaje mucho para obtener el titulo de bibliotecaria y supongo que debe parecer una estupidez que lo abandone para buscar otra cosa. Ademas, el trabajo que yo tenia era seguro, estable.

Callo cuando el camarero puso el plato de ostras ante ella. Los bulbitos de un gris plateado estaban servidos con sus conchas y con una atractiva guarnicion de hortalizas verdes. Tenian un aspecto…resbaladizo. Noto la mirada de Clay en su rostro y cogio el pequeno tenedor para ostras.

– Te obsesionan la seguridad y la estabilidad, ?verdad?

– Me obsesiona tener miedo a arriesgarme -afirmo ella, y tomo otro sorbo de champan con el tenedor para ostras en la mano-. No quiero seguir trabajando dia tras dia con papeles en vez de con personas. Sin aire fresco, sin sol, sin desafio, sin… riesgo. La vida vista a traves de una ventana.

La ostra se deslizo por su lengua y se quedo alli.

El hablo en el mismo tono.

– Escupela en la servilleta, preciosa. Nadie mira. Y me daria igual si lo hicieran.

Ella alzo la impoluta servilleta blanca hasta sus labios y fingio una delicada tos. Muy consciente de la mirada de Clay, tomo un largo sorbo de champan y jugueteo con el tenedor. Por ultimo, apoyo la barbilla en las manos y le miro.

– Maldicion -susurro pesarosa.

La risa de el fue muy baja y muy sexy.

– Deseaba que me gustaran. Solo queria probar algo nuevo, Clay

– Si, y por eso exactamente te he traido aqui, Elizabeth Brady. Para que pudieras probar las ostras y para que te pusieras tonta con el champan si querias -dijo el en voz baja. Algo cambio en sus ojos. La mirada de amante empezo a transformarse. La expresion de su rostro se torno sombria-. Necesitas divertirte, Liz. Todos lo necesitamos, sobre todo despues de que la vida nos de un golpe. Puede que todavia no estes preparada para otro matrimonio, ni siquiera para buscar una relacion seria con el hombre adecuado. Pero salir a cenar, coquetear un poco; algo de champan, un bailecito… No solo es divertido; es la mejor cura que conozco para librarte de la depresion… Cuando no arriesgas nada -anadio deliberadamente.

A pesar de todo el champan, Liz sintio la garganta repentinamente seca.

– Nadie te va a hacer dano si estas conmigo, Liz, y los dos sabemos que entre nosotros no puede existir una relacion seria.

Lo dijo como si la idea fuera risible. Un jarron Ming en pleno terremoto no se habria sentido mas perecedero y fragil que Liz en aquel momento. Lo habia malinterpretado todo arrastrada por sus deseos y esperanzas. El habia salido con una vieja amiga, no con una mujer. Clay se negaba a verla como mujer. Quizas ya fuera hora de dejar de ir con el corazon en la mano por un hombre que evidentemente no la queria.

Capitulo Cinco

El motel de Clay tenia una piscina cubierta climatizada. Desafortunadamente solia estar ocupada. Los jueves a las diez de la noche la piscina de tamano olimpico estaba siempre vacia y las puertas permanecian abiertas hasta las once para que el pudiera utilizada. Cuando salio del vestuario, el olor a cloro inundo sus narices. El calor y el reflejo de las aguas verdiazules hacian que las paredes blancas brillaran tenuemente. La combinacion de silencio, soledad y agua puso en marcha inmediatamente el proceso de relajar sus tensos nervios… hasta que vio la gran toalla rosa en el banco. No estaba solo. Su mirada localizo al nadador solitario que hacia largos. Incluso desde el otro extremo, pudo ver que el nadador era femenino. Habria reconocido aquel firme y pequeno trasero en cualquier parte. Dejo la toalla en el banco y la observo desde el borde de la piscina. Ella hizo tres largos, luego cuatro. Sus pies apenas levantaban espuma y su crol era elegante, pero estaba forzando el ritmo. Cuando llego al largo numero diez, Clay entrecerro los parpados. La nadadora se detuvo en el extremo alejado respirando dificultosamente. Su pelo formaba un unico mechon dorado en su espalda; gotas de agua brillaban en sus delgados hombros. El podia reconocer el agotamiento cuando lo veia. Ella apoyo la cabeza en los brazos un momento y el penso: «?Maldita seas, Liz! Sal ya».

Ella no salio. Se impulso con un esbelto pie y comenzo a nadar de espaldas. Al llegar al extremo en donde el esperaba, cambio a crol. Un largo. Otro. El agua lamia su cuerpo.

Otro largo y estuvo otra vez junto a el, jadeando, cegada por el agua, con los pulmones doloridos. Clay tenia la toalla rosa preparada.

– Fuera. Dedicate a envenenar a tus enemigos, encanto. No puedes matar al agua. Lo he intentado.

Sorprendida, Liz alzo la cabeza. El hombre de la recepcion le habia asegurado que nadie usaba la piscina los jueves por la noche, aunque estaba abierta hasta las once. Apenas tuvo tiempo de vislumbrar a un Clay demasiado desnudo antes de que los dedos de el se cerraran alrededor de sus brazos y la sacaran del agua. Habia protestado si hubiera tenido fuerza. Sus pulmones estaban a punto de colapsarse. Y las cuatro extremidades le pesaban como si fueran de plomo. Antes de que su trasero chocara con el suelo de cemento, estaba envuelta en la gran toalla. Penso que no queria que Clay la viera con aquel aspecto de rata mojada y los labios azules, pero la vanidad tendria que esperar. Sus pulmones estaban inhalando aire y cantando himnos victoriosos. «?No tenemos que nadar mas? Gracias, Liz».

Cuando recobro el aliento parcialmente, se seco el agua de los ojos y le miro. Estaba sentado junto a ella con los pies en el agua. Daria igual que estuviera desnudo. Su banador no habria sido considerado decente ni en una playa europea. Su pecho era lampino y firme como una pared y sus hombros eran una exhibicion de fuerza fisica…

Sus ojos oscuros aguardaban la mirada de los suyos. El marron podia ser un color inquietantemente intimo. Ella aparto la vista.

– ?Como esta Spencer?

– En este momento, muy bien. Durmiendo, como es natural. A largo plazo, creo que estoy criando un nino que me da miedo. Es un tirano de ocho anos mas listo de lo que yo lo he sido nunca. Nadie puede decirle a ese

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