monstruo lo que debe hacer y cuando ha decidido que quiere algo, si alguien se interpone en su camino…

Clay meneo la cabeza.

– ?Se parece a alguien que conozcas? -pregunto Liz ironicamente.

– A mi no. Ese chico es un genio. Yo a duras penas obtuve el diploma de secundaria. Ese chico colecciona cosas. Yo no. Spencer no se ha metido en lios nunca, en ninguno.

– Hum -murmuro Liz, lo que le parecio mas oportuno que mencionar que Spencer era la viva imagen de el.

Testarudo, voluntarioso e independiente. El hijo poseia una habilidad mayor para integrarse en el sistema que el padre. Aparte de eso, la diferencia era minima. Le sorprendia que Clay no pudiera verlo.

– ?Liz?

Ella inclino la cabeza.

– Hace una semana que me huyes. Nunca estas cuando llamo. Ni cuando paso por tu casa.

– No te huyo, claro que no. He estado muy ocupada.

Una mentira flagrante. Liz apreto la toalla contra el cuerpo.

Habia jurado no decir mas mentiras, ni a ella misma ni a ninguna otra persona. Pero estaba descubriendo que la sinceridad y el instinto de conservacion no van juntos necesariamente. Los interminables largos en la piscina habian sido por Clay y, en parte, por su hijo. Ella adoraba al chiquillo y el parecia haberle cogido carino. Pero no queria pasar mucho tiempo con el pequeno, porque si la relacion se profundizaba el nino podria hacerse ilusiones de algo permanente. Spencer ansiaba tener una mama, aunque Clay no se hubiera dado cuenta. Y en Thistles, Clay habia dejado muy claro que no estaba buscando mamas… ni amantes. Por lo menos, no en Liz.

Clay senalo el agua.

– ?Estas enfadada con alguien que yo conozca?

«Solo conmigo», sermoneo su vocecita interior. «Porque no quiero ser amiga tuya, Clay».

– No estaba enfadada con nadie. Solo queria hacer ejercicio. No estoy en forma.

– No, no lo estas, y no estabas haciendo ejercicio solamente. Ella suspiro con irritacion.

– Has venido aqui a nadar, ?no? Pues nada.

Clay se puso de pie con expresion inescrutable y camino hasta la pared en la que estaban las duchas. Si, habia ido alli a nadar para sacarse de la cabeza a un angel de ojos castanos. Pero aquella posibilidad habia desaparecido en el momento en que habia visto a Liz. Golpeo con la palma la hilera de interruptores y las aguas azules se volvieron negra inmediatamente. La luz de la luna se filtraba escasamente por las altas ventanas de la pared sur.

– ?Clay? ?Que demonios estas haciendo?

– Metete en el agua, Liz. Vamos a jugar al «corre, corre que te pillo».

– ?Enciende las luces!

No podia. Durante toda una semana de noches en blanco, habia visto la cara de ella mientras hablaban en el restaurante. La habia llevado a Thistles porque era exactamente la clase de local al que ella pertenecia y el no. Su chaqueta vaquera frente a la blusa de seda de Liz, su cerveza frente a su champan, un vals para una dama frente a los rocks de su bar. Habia querido que ella viera algo que siempre habia estado muy claro para el. Pero la expresion de ella le preocupaba. No habia querido herirla; su unica intencion habia sido protegerla. Ella necesitaba a alguien y cualquier forma de rechazo podria ser un tema especialmente sensible para una mujer recien divorciada. Durante toda la semana habia sido consciente de que ella le estaba rehuyendo. Sabia que podia encontrar facilmente otro hombre que la invitara a ostras, alguien deseoso de consolar a una dama que necesitaba consuelo. Habia pasado toda la semana pensando que siempre se habia especializado en cometer errores con las personas proximas a el. Nunca habia ayudado a su madre alcoholica. Mary no habia querido casarse con el ni siquiera cuando se quedo embarazada. Y su hijo, su Spencer, habia pasado dos anos encerrado en un orfanato porque su padre tenia fama de irresponsable.

No queria que Liz se alejara de el.

– Quitate el banador, canija. Este es un juego para adultos. La oyo contener la respiracion antes de decir:

– Creo que estas chiflado.

A Clay le habian llamado cosas peores. La expresion de los ojos de Liz le desgarraba el corazon. La dama necesitaba risas y el necesitaba oir su risa.

– Contare hasta diez antes de ir por ti -anuncio.

Liz aguanto hasta tres antes de dejar caer la toalla para meterse en el agua. Por su cabeza cruzo una retahila de epitetos denigrantes para Clay Stewart, la mayoria de los cuales implicaban su defuncion. La oscuridad la envolvio como una cueva profunda y negra. La situacion empezo a divertirla. Jugar al «corre, corre que te pillo» con Clay le parecia el juego mas divertido de todos. Llevaba media vida intentando jugarlo con el.

El agua parecia seda caliente mientras se deslizaba silenciosamente por el lado menos profundo. Oyo el chapoteo cuando Clay salto a la piscina. Instantaneamente se sumergio. Cuando salio, estaba bajo el trampolin. Espero sin aliento. Sus ojos sondeaban la oscuridad en busca de alguna sombra, los oidos alertas en espera de algun ruido. Nada salvo el suave zumbido del filtro, el olor a cloro, el tranquilizante beso del agua y una gruta de oscuridad negra como el carbon. Entonces, salido de la nada, sintio un intimo pellizco en el trasero. Abrio la boca sorprendida y trago agua. Salio a flote tosiendo, con la cara roja.

– Estupendo.

La voz era tan ronca como maliciosa y llegaba del otro lado de la piscina.

– Pero todavia llevas puesto el banador. No es divertido. Cuento hasta diez y te lo quitas… o te lo quitare yo.

– ?Y un cu…!

La risa y la alarma la hicieron callar al oir el chapoteo. El se guiaba por el sonido de su voz. En un momento se disolvieron dias de nervios. Liz se movio rapidamente. Tenia que vengar aquel pellizco en su trasero.

– Bien, encanto, si te quedas en un sitio fijo, lo facilitaras mucho.

Ella se sumergio y contuvo la respiracion. Escucho bajo la superficie, en donde todos los sonidos resultaban ampliados. El estaba pedaleando en el lateral. Ella se acerco nadando silenciosamente. Un fuerte tiron del tobillo y Clay se hundio. Ella se alejo a buena velocidad.

– ?Oh, Liz! Eso ha sido un terrible error tactico. Ahora tendras que pagar.

Ella sonrio. Durante tres segundos y medio se sintio a salvo. Desde el centro de la piscina podia huir en las cuatro direcciones.

– Vamos, preciosa. Acepta tu castigo como una mujer. El extendio los brazos y bajo los tirantes del banador de Liz mientras ella contenia la respiracion y la adrenalina corria por sus venas. Durante un segundo sus brazos quedaron inmovilizados. Sintio el roce de un desnudo muslo masculino. Todo su cuerpo se estremecio. El tenia razon. Aquel era un juego para adultos, y muy peligroso. Pataleo con fuerza para eludir las manos de el… pero las manos no intentaron retenerla. Ella penso equivocadamente que el iba a soltarla. Pero el se limito a tirar de las hombreras del banador hacia abajo. El banador se enredo un momento en los tobillos de Liz, pero luego el consiguio sacarlo. Desde el extremo menos profundo, Liz oyo un malicioso:

– ?Sabes, Liz? Desde el punto de vista masculino, solo existe una cosa mas interesante que una mujer en banador, y es una mujer sin banador.

Liz no era propensa a hacer gestos obscenos, pero era el momento y el lugar adecuados. El no pudo ver el gesto de sus dedos. Pero inmediatamente ella sintio el excitante roce de un pulgar en sus pezones desnudos. Inmediatamente despues un mano se deslizo por su espalda hasta la cadera y el muslo.

Liz se apresuro a nadar hasta el extremo de la piscina mas lejano. El corazon le brincaba de entusiasmo. Clay nunca habia iniciado un contacto fisico que fuera mas alla de un abrazo amistoso.

– Muy bien. ?Es suficiente? Debes tener frio.

– No tengo frio.

– Entonces estaras cansada.

Ella comprendio por el tono de Clay que el estaba intentando dar marcha atras.

– No puede acabar el juego sin un ganador.

– ?Un ganador?

– ?Que te parecen cinco minutos mas y un beso rapido, Clay? Suponiendo que puedas encontrarme.

Un momento de silencio y luego:

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