– Como quieras.
Clay no queria seguir jugando y sabia que no habia manera de medir el tiempo en la oscuridad. Al iniciar el juego, le habia anadido el picante de la desnudez. Le habia parecido una manera de comunicarle a Liz que su rechazo no significaba que no le pareciera una mujer hermosa y atractiva. Un poco de coqueteo podia favorecer un aumento de autoconfianza. No habia ningun peligro porque sabia que no iba a ir mas alla. Todavia sabia que no iba a ir mas alla, pero queria poner fin al juego, encender las luces y que ella se vistiera. El agua era oscura como tinta, el aire sofocante y sus buenas intenciones estaban empezando a transformarse en imagenes de un cuerpo desnudo y suave mezcladas con el agua y la noche. El cuerpo de Liz, la risa de Liz.
Clay se dio impulso para alejarse del borde de la piscina. Sabia perfectamente lo rapido que iba a ser aquel «beso rapido» cuando la encontrara. Emergio en el extremo menos profundo y quedo inmovil al oir el susurro casi imperceptible de la respiracion de ella. Estaba de pie, inmovil como una estatua a un metro de el. Clay evito cuidadosamente el contacto corporal. Sus labios rozaron los de ella, pero cada uno de los musculos de su cuerpo estaba tenso. La boca de Liz se movio bajo la suya, humeda y calida. «No hagas eso, Liz», suplico el silenciosamente. La garganta de Liz se arqueo hacia atras con un impulso virginal. «?Maldita sea! Tampoco hagas eso».
El podia haberse apartado inmediatamente. No pudo. Por un instante dejo que la conciencia de este hecho fluyera por su cuerpo como un tormento. Tan cerca. Diez centimetros mas cerca y sus pequenos pechos rozarian su torax desnudo, humedo, calido. En sus fantasias el la habia protegido de cien dragones cuando la encontraba en la oscuridad y en peligro. Ahora estaban en la oscuridad y ella no sabia el peligro que estaba corriendo. Siempre habia deseado ser un heroe para ella. Sabia muy bien que era incapaz de ser algo mas que un hombre. El deseo de tocarla le desgarraba y el suave roce de la boca de ella no le ayudaba. Ella le paso los dedos por el pelo.
Oscuridad, humedad, lenguas. Liz sintio los dedos de Clay crisparse en sus hombros. Desde el instante en que la boca de Clay habia tocado la suya, habia sentido la explosion emocional de el. A ciegas en la oscuridad, los labios de Clay habian buscado sus mejillas, su nariz, sus ojos, beso tras beso, con un ansia feroz, con una soledad desesperada. ?La besaba sin saber lo que le estaba transmitiendo? El agua lamia sus cinturas antes de ser desplazada por el contacto entre las pieles desnudas. Ante el primer contacto entre vientres y pechos, Clay dejo escapar una especie de grunido bajo, breve e irritado. Ella atrapo aquel sonido con su boca y sintio el temblor que le recorria. Le rodeo con los brazos y deslizo las manos por los musculos de la espalda. Sus labios rozaron la garganta de Clay Saboreo el agua. Saboreo a Clay. Le oyo jadear. Las manos de Clay enmarcaron su cara. Su boca se apodero de la suya con urgente presion. Su excitacion se presionaba contra el abdomen de Liz, intensa y firme. El deseo le atenazaba el vientre. ?Que era exactamente lo que habia desencadenado? Agua y oscuridad, calor resbaladizo y un hombre conteniendo su deseo. El temor se disolvio rapidamente. De repente, el la alzo y la abrazo. Ella absorbio el tremendo escalofrio que recorrio el cuerpo masculino y el ultimo beso antes de que el apartara la boca lentamente. Si hubiera podido ver su cara con claridad, Liz habria visto el brillo de sus humedos ojos.
– Posiblemente -dijo el lentamente- eres la mujer mas hermosa y mas peligrosa que he conocido, encanto.
– ?Si?
– Te deseo.
– Si.
– Siempre te he deseado.
– Si.
– Encanto, a menos que quieras seguir jugando con dinamita, te aconsejo que dejes de decir «si».
Ella sintio deseos de reir. Clay la estaba acercando al borde de la piscina a una velocidad mareante. Luego la izo y le retiro el pelo mojado de la cara con dedos suaves y ciegos.
– ?Puedes quedarte sola sin meterte en lios mientras voy a encender las luces? No contestes. Quedate aqui. Te traere tu toalla.
Ella se habia envuelto en la toalla antes de que el encendiera las luces. Su cuerpo le anuncio que estaba helada y cansada mientras que ella deseaba seguir concentrandose en la sensual intimidad que habian compartido. Aquel hombre fuerte y obstinado por fin habia confesado que la deseaba, que siempre la habia deseado. Pero, debido quizas a las brillantes luces, Clay parecia otra persona. Su pelo seguia goteando, pero el escueto banador cenia otra vez sus esbeltas caderas. Por razones que ella ignoraba, iba de una puerta a otra comprobandolas. Se alejaba de ella. No era la distancia fisica lo que la molestaba. La realidad se habia impuesto de golpe. En los ojos de Clay habia una mirada de alarma y sus movimientos eran altivos otra vez. Ya no decia cosas carinosas; de sus labios salian maldiciones, una tras otra.
– ?Que pasa?
Liz se arrebujo en la toalla y se levanto temblando. Clay comprobo la ultima puerta.
– Estamos encerrados.
Capitulo Seis
– ?No podemos estar encerrados!
– Lo estamos. Las
Desaparecio por
– No lo puedo creer -dijo el.
Clay paso junto a ella y se acerco a una pared que tenia ventanas. Las ventanas estaban a unos dos
– ?Tienes idea de a que hora abren la piscina por la manana? -pregunto.
– No te preocupes, preciosa. Estaras a salvo en tu cama.
– Pero, ?como…?
– He
– ?Como vamos a salir?
– Por las ventanas.
– ?Es que hay algun par de zancos en la piscina que no he visto? Vamos, Clay No hay modo de llegar a esas ventanas.
El sonrio.
– Durante toda mi vida he oido decir «no hay modo».
Cualquier hombre normal se habria inquietado al saberse encerrado. Clay estaba disfrutando de la situacion. Liz se dijo que una mujer mojada, helada y cansada tenia derecho a sentirse irritable. Ademas el plan de Clay era una idiotez.
Mientras tanto, Clay habia encontrado una especie de arpon de mango largo con el que abrio las ventanas. Esperaba que ella trepara a sus hombros y saliera por el estrecho hueco. No le pidio permiso para auparla a sus hombros.
– Oye, no puedo hacerlo.
– Si puedes.