El grifo del cuarto de bano del piso de abajo goteaba desde que Liz tenia memoria. Muy consciente de que su falda de lana crema y la blusa de color albaricoque no eran adecuadas para hacer de fontanero, Liz saco la vieja caja de herramientas del sotano, se subio las mangas y se inclino sobre el lavabo con decision.

Andy habia salido. Era viernes y tenia una cita. El reloj del vestibulo dio las seis. Un momento ideal para arreglar un viejo problema. Trasteo con el grifo, pero el tornillo de presion no quiso ceder, lo que no la sorprendio en absoluto. Su hada madrina le habia fallado durante toda la semana. Cada uno de los antiguos problemas que habia decidido resolver seguia testarudamente en pie, empezando por la busca de trabajo y acabando por Clay. Cogio el viejo envase de lubricante deseando poder echar un poco en el cerebro de Clay Stewart. La semana transcurrida habia sido como en el pasado, con Clay apareciendo regularmente. El lunes despues de las clases se habian presentado Spencer y el, Spencer con una sucia bicicleta y Clay con un tandem alquilado e insistieron en que los acompanara a dar un paseo junto al rio. El martes se habia presentado con dos cajas de chocolates, el vicio de Liz. El miercoles habia llevado a Spencer y los tres se habian dedicado a rastrillar hojas. Le revolvia el pelo con tanta frecuencia como a Spencer. Se burlaba diciendole que no estaba en forma. Liz no estaba ciega y no era necesario que Clay gritara que seguia viendola como una hermana adoptiva. ?Nunca iba a pensar en ella como una amante? Muy bien. Las dudas sobre si misma como mujer, la culpabilidad por su fracasado matrimonio aumentaron rapidamente. No tenia motivo alguno para creer que estaba interesado en ella de otra manera. Salvo porque se estremecia siempre que ella le tocaba. Cuando le veia con Spencer, veia un padre exageradamente protector y muy sensible respecto a su pasado. Una semana antes, habia creido que ser sincera consigo misma, confiar en su intuicion como mujer y guiarse por sus sentimientos era terriblemente importante. Huir era muchisimo mas facil. Siempre se le habia dado bien huir. Enamorarse del hombre equivocado en el momento equivocado era similar a saltar de un acantilado. Y saltar de un acantilado no era divertido. Especialmente cuando la palabra favorita de dicho hombre era «no» y tenia la irritante costumbre de revolverle el pelo.

El maldito grifo se negaba a arreglarse. El lubricante sirvio para aflojar la tuerca. Pero, en cuanto Liz giro la llave, el agua broto. Se apresuro a seguir apretando cuando oyo llamar en la puerta trasera.

– ?Un momento! -chillo, y luego se levanto y fue a coger un trapo… Naturalmente no habia trapo. ?Nada iba a salirle bien aquella semana? El agua seguia brotando y el aporreo en la puerta continuaba. Exasperada, corrio a abrir.

A traves de los cristales vio a Clay iluminado por la luz amarilla del patio. Su pelo rubio estaba revuelto por el viento y llevaba una vieja chaqueta vaquera. «Otra visita improvisada entre viejos amigos», penso ella con impotencia. El empujo la puerta y entro con una rafaga de aire frio y una avasalladora sonrisa masculina. A Liz se le acelero el pulso, sentia calor en las zonas mas intimas de su cuerpo y sus hormonas cobraron vida. Y lo unico que Clay hacia era reirse de sus manos sucias de aceite..

– No me digas lo que estas haciendo. No quiero saberlo.

– Fontaneria -confeso ella pesarosa.

– ?Problemas?

– No te imaginas ni la mitad.

La sonrisa de Liz fue ironica hasta que recordo bruscamente que no tenia tiempo para sonrisas. Volvio corriendo a la inundacion seguida por Clay, que echo un vistazo, se puso en cuclillas y cogio la llave. Su sonrisa hablaba por si sola.

– No te atrevas a decir nada -anadio.

– ?Has pensado en pedirle a Andy que se encargue de esto?

– ?A mi hermano? ?Le has visto cambiar el aceite del coche alguna vez? Siete horas de palabrotas y grasa desde aqui a Milwaukee. Ademas, no soporta a las mujeres que sienten palpitaciones cuando ven un martillo. Soy perfectamente capaz de…

Suspiro. El solo habia tenido que mover la llave y el agua habia dejado de manar.

El tono de Clay fue de disculpa.

– Oye, si quieres, lo aflojo otra vez para que puedas arreglarlo. Yo me limitare a observar con aire desvalido y sumiso.

Fue la imagen de un Clay sumiso lo que transformo la exasperacion en risas. Liz le arrojo una toalla a la cabeza y tiro otras dos al suelo para limpiar el desastre.

– En mi proxima vida voy a tener los hombros de un defensa de linea y la fuerza de un luchador.

– Estaras muy rara si conservas esas piernas con tu nuevo cuerpo.

El guardo las herramientas en la caja. Unos segundos despues, los dos estaban inclinados sobre el lavabo lavandose las manos.

– Machista -musito Liz, sin dejar de reirse.

Le miro de reojo. Tenia unas bonitas piernas, pero nunca habia creido que Clay se hubiera fijado.

– ?Donde esta Spencer? -pregunto bruscamente, con la cabeza inclinada sobre el jabon y el agua.

Sus dedos mojados se tocaron. Las manos de Clay eran enormes aliado de las suyas. Sus unas cuadradas contrastaban con las curvas de ella. El vello dorado de sus nudillos era muy distinto de los suyos lisos y blancos. Manos de hombre, manos de mujer. Hombre. Mujer. Sexo.

– Va a pasar la noche en casa de un amigo.

– ?Para que dispongas de un poco de tiempo libre? Aunque lo mas probable es lo contrario. La noche de los viernes debe ser la mejor para tu negocio.

– Siempre -admitio Clay-. He dejado un restaurante abarrotado, un motel lleno y un bar desbordante. Me parecio un momento excelente para hacer novillos. ?Tienes un par de zapatos de tacon?

Le tendio una toalla a ella.

– ?Perdon?

– Vamos a ir a bailar.

Solo veintisiete anos y ya le empezaba a fallar el oido. Ella le sonrio.

– Por un momento me ha parecido que decias…

– ?Donde esta tu abrigo?

Ella localizo su abrigo y una hora y media despues se encontraba sentada en el club en una silla tapizada con terciopelo intentando descifrar la carta de entremeses que tenia en la mano. O estaba impresa en jeroglificos, o se habia olvidado por completo de leer. Thistles estaba a mitad de camino de Milwaukee y complacia los gustos mas exigentes: camareros de etiqueta, manteles de lino irlandes, cuberteria de plata, centros de mesa con capullos de rosa y una orquestina de tres musicos que tocaba canciones de amor de las cinco decadas anteriores. Liz volvio a atisbar por encima de la carta. Clay seguia sentado frente a ella. Se habia quitado la chaqueta vaquera y la camisa blanca se tensaba sobre los anchos hombros. Tenia muy buen aspecto. Parecia el Clay de siempre. Pero Clay siempre habia detestado los clubes de campo por su ostentacion y formalidad. Si tenia hambre, disponia de un estupendo restaurante de su propiedad y durante las semanas que ella llevaba en casa, el habia dejado claro que era la ultima mujer que asociaria con cenas y bailes. Debia estar enfermo.

Sus miradas se encontraron. El sonrio. Ella le devolvio la sonrisa. Debia estar enfermo. ?Un tumor cerebral?

Aparecio un camarero de mirada apacible.

– ?Te importa si elijo yo? -le pregunto Clay.

Ella nego con la cabeza

– Una botella de Chateau Lafitte para la senora.

Ella se quedo boquiabierta.

– ?Y para usted, senor?

– Cerveza, la que tengan de barril. Liz, ?quieres algunos entremeses?

Lo que ella queria era nitroglicerina para su inminente ataque cardiaco. Su lengua se nego a funcionar durante varios segundos.

– Quisiera una racion de ostras, por favor -le dijo finalmente al camarero.

La sorpresa relampagueo en los ojos de Clay y ella inclino la barbilla en un gesto obstinado. Nunca habia tomado ostras, pero ya era hora de dejarse de vacilaciones y hacer lo que todo el mundo. Seguia sin comprender por que el la habia llevado a aquel carisimo y pretencioso restaurante. En cuanto el camarero se perdio de vista, Liz se inclino sobre la mesa.

– ?Deprisa! ?Llamale!

Вы читаете Toda una dama
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату