Clay consiguio hablar esta vez en un tono mas civilizado e indiferente. Ella le recompenso con una sonrisita.

– Con Frank Butler. Le recuerdas, ?verdad? Fui al baile de graduacion con el. Me he enterado de que estuvo casado, se divorcio y se hizo cargo de la ferreteria de su padre. Y frecuentaba el bar de Clay muchas noches de los viernes.

El mal humor de Clay empeoro. Se encontro siguiendo a Liz hasta el armario de la entrada, donde colgo la chaqueta; a la cocina, donde dejo la fuente de palomitas; a la entrada, en donde ella se detuvo con las manos en las caderas y gesto paciente.

– ?Puedo ir al bano sola? -pregunto.

El la estaba esperando cuando salio.

– No te estaba siguiendo.

– Ya me he dado cuenta.

– ?Estas cansada o podemos hablar un momento?

Ella vacilo.

– ?Andy?

Despues de decirle a su hermano que iban a salir, cogio su chaqueton. Un tigre furioso habria sido mas facil de manejar que Clay. Su boca era una fina raya, sus hombros estaban rigidos y sus ojos desafiaban a cualquiera que se cruzara con el. Camino con el hasta el balancin de madera. Parecia un buen lugar para calmar a un tigre. Las hojas caian del arce. El cielo otonal estaba salpicado de estrellas. El aire frio era revitalizador y la noche tan suave como seda negra.

– ?Como es posible que haya gente a la que no le gusta el otono? -pregunto.

Clay no dijo nada. Liz se acurruco en un extremo del balancin con las rodillas bajo la barbilla. El se instalo en el extremo opuesto con un pie en el suelo para mantener el balancin en movimiento. Eran las mismas posiciones que habian ocupado diez anos antes. La chaqueta de cuero que el llevaba estaba tan usada como la primera vez que se sentaron alli. El silencio se impuso entre ellos. Ella supuso que el lo necesitaba. Observo el juego de la luz de la luna en las facciones de Clay. A pesar de las arrugas que delataban diez anos de vida dificil, no habia cambiado nada. La misma actitud fuerte, desafiante… La noche, el balanceo y la oscuridad obraron su magia gradualmente. Liz vio relajarse la cara de Clay y sintio un fuerte deseo de abrazarle. No era un deseo de naturaleza sexual. El habia tenido muy poco amor durante su vida y habia luchado por todo lo que tenia.

– ?Un dia dificil? -pregunto Liz finalmente.

– Terrible -el se recosto y cruzo los brazos tras la cabeza-. He sido un poco brusco dentro.

– Un poco -dijo ella ironicamente. Las cadenas del balancin chirriaban ritmicamente.

– ?Lo has pasado bien con Frank?

– Si.

– ?Vas a volver a salir con el?

– No. Ha sido divertido estar en casa, volver a ver a los companeros de la escuela. Frank fue siempre una buena compania. Tiene un maravilloso sentido del humor. Pero no ha cambiado mucho. Siempre sera un hombre superficial. ?Comprendes lo que quiero decir?

– Si.

– Me gustaria darte un puntapie -dijo ella en el mismo tono.

El enarco las cejas debido a la sorpresa.

– No crees que soy capaz de juzgar el caracter de un hombre por mi misma, ?verdad? ?Crees que todavia tengo diecisiete anos?

– Creo -dijo Clay lentamente-, que eres mas especial, mas hermosa, mas peligrosa que a los diecisiete anos.

Ella sonrio.

– ?Eso es un cumplido o un insulto?

– No esperaras que conteste esa pregunta.

Ella rio entre dientes con la cabeza apoyada en el respaldo del balancin. Las cadenas chirriaban y tiraban, chirriaban y tiraban. La oscuridad proporcionaba una dulce y tranquilizadora intimidad.

– ?Clay?

Sus ojos buscaron los de el en la oscuridad.

– ?Mmmm?

La voz de Liz era ronca y baja.

– No quiero que te preocupes por mi. He cometido errores y estoy pasando una mala epoca. Eso no significa que no pueda hacerme cargo de mi vida. No he vuelto a casa por creer que aqui seria mas facil, sino porque necesitaba un sitio en donde llegar a un acuerdo conmigo misma. Pero esto tengo que hacerlo yo sola.

El permanecio en silencio un momento y luego se inclino hacia delante rapidamente y la hizo volverse. Ella no se resistio, pero si le sorprendio encontrarse de repente con la espalda contra el pecho de el, la barbilla de Clay en su coronilla y sus brazos entrelazados sobre el estomago.

– Ahora escucha, preciosa. Yo he cometido mas errores en un dia de los que tu podrias cometer en toda tu vida. Necesitas hablar con alguien. Yo estoy aqui y no debes olvidado nunca. Todo el mundo necesita a alguien en alguna ocasion.

A pesar de las capas de ropa que les separaban, Liz sintio un lento y dulce deseo extenderse desde la punta de los dedos de sus manos a las de los pies. La fria noche de octubre se volvio asfixiante bruscamente.

– ?Me has oido?

Ella echo la cabeza hacia atras.

– Si. Todo el mundo necesita a alguien. ?Y cuando necesitas tu a alguien, Clay?

El enarco las cejas.

– Sentirse solo y asustado va unido al hecho de vivir. Nunca he dicho que yo fuera inmune. Solo estoy diciendo que he vivido mas que tu. Enorgullecerse demasiado de pedir ayuda cuando se necesita es una tonteria.

Ella insistio.

– ?Y cuando has pedido tu ayuda a alguien?

– Liz…

– De modo que crees que has vivido mucho.

– Estoy seguro.

– ?Y que has tenido? ?Vino, mujeres, diversion? ?Y has tenido a alguien en quien confiar? ?Una mujer que se haya interesado por ti mas alla de lo superficial?

El abrio los labios para replicar, pero callo cuando ella le acaricio la mejilla. Sus dedos eran frios sobre su piel calida. El pulgar recorrio el fuerte hueso de la mandibula y el brote de la barba. Por encima de la linea delgada de la boca, los ojos la miraban impacientes y sombrios. Al primer roce de la mano de Liz, su nuez habia adquirido un movimiento ritmico. Clay podia hacer creer a todo el mundo que era invulnerable, pero Liz sabia que no era cierto. Cuando el pudo hablar, su tono fue tranquilo y divertido.

– ?Que crees que estas haciendo?

Sus miradas se encontraron. Era totalmente evidente lo que estaba haciendo.

Los dedos de Liz se enredaron en el pelo de Clay. Su textura era fuerte y limpia, pero no suave. En Clay no habia nada suave. De repente puso una mano sobre la de ella.

– La dama tiene edad suficiente para ser mas sensata.

– Si.

– ?Te ha invitado Buttler a una copa despues del cine?

– No.

Ella presiono sus labios sobre los de el. Clay no se movio. Liz hubiera dicho que habia dejado de respirar. Una estatua habria reaccionado mejor. Evidentemente el habia decidido castigada por su mal comportamiento, como un padre con un crio caprichoso, hasta que ella volviera a sus cabales. Fue un error porque ella ya habia vuelto a sus cabales al disfrutar del tacto, el olfato y el gusto, al disfrutar de sensaciones que habia intentado ignorar durante anos. Pero existian y, ya que el deseo por Clay habia influido en su vida, tenia que saber si ella habia influido en el.

– Liz…

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