– ?Necesitas ayuda?
Andy aparecio con la cara y las manos tan negras como su ceno.
– Lo que necesito es un coche nuevo.
– Hace cuatro anos que te lo digo.
– Esta vez hablo en serio.
– Eso lo has dicho otras veces.
– Pensaba tener esto listo para el partido de la tele… ?Que hora es?
– Ya debe ir por el descanso.
Andy se puso de pie y se limpio las manos con un trapo.
– Vamos a entrar. Tomaremos una cerveza.
En cuanto Clay entro en la cocina, se intensifico su dolor de cabeza de una semana de duracion. La habitacion se habia transformado desde la noche de la llegada de Liz. Sobre la mesa habia un jarron con flores amarillas y un jersey doblado en una silla. No habia platos sucios en el fregadero y toda la casa olia a cera para muebles. Ella habia aniquilado por completo uno de los ultimos bastiones de la solteria de Ravensport.
Ella no estaba alli. Clay pasaba por alli frecuentemente para compartir con Andy una cerveza y un partido, pero habia esperado que ella estuviera en casa.
– Juega el Dallas. Deberia ser un buen partido.
Andy abrio la lata y le tendio a Clay una cerveza que no le apetecia.
– Estupendo. ?Donde esta Liz? -pregunto Clay en tono indiferente.
– ?Liz? -Andy abria la marcha hasta la leonera-. Seguir la pista de mi hermana estos dias es como intentar cazar una luciernaga -dijo ironicamente-. No puedo recordar lo que esta haciendo esta noche. Creo que iba al cine.
Encendio el televisor y se dejo caer en el sillon mas cercano.
Clay siguio el partido el tiempo necesario para ver el marcador.
– ?Sola? -pregunto por fin.
Andy levanto la vista.
– ?Sola que?
– ?Ha ido al cine sola?
– ?Mira eso!
– Ya.
Clay se bebio la cerveza en tres sorbos. No hubo manera de distraer a Andy de la caja tonta. Clay miraba furioso el reloj y esperaba el descanso. La pantalla afirmaba que solo faltaban tres minutos, pero en el rugby eso puede significar diez facilmente.
Veinte minutos mas tarde, Andy dejo su sillon con una sonrisa.
– Voy a hacer palomitas. ?Quieres otra cerveza?
– No, gracias.
– ?Como esta el nino?
– Fastidioso.
Clay siempre tenia que hacer un esfuerzo para ocultar su orgullo.
– Anoche me sente a su lado para ayudarle con los deberes y ya me saca ventaja en matematicas.
Apoyado en la puerta, Clay observo a su amigo echar aceite en una sarten y ponerla al fuego. Andy era una de las pocas personas que le dejaban hablar de Spencer, pero por una vez Clay no pensaba en su hijo.
– Por el bar van muchas mujeres recien divorciadas -empezo a decir-. Veo lo mismo una y otra vez. No importa la edad que tengan ni cuanto tiempo hayan estado casadas ni como les haya ido. Todas parecen haber pasado las mismas etapas durante el proceso de divorcio. Primero, pesar por un matrimonio que ha muerto.
Andy le dirigio una mirada mezcla de paciencia y humor. Anteriormente, sus conversaciones de hombre a hombre nunca habian tenido tintes filosoficos, pero los viejos amigos tienen derecho a ocasionales accesos de locura. Clay continuo tenazmente.
– Despues viene la etapa de panico. No estan seguras de poder salir a flote solas, no tienen seguridad en si mismas, temen volver a cometer un segundo error, intentarlo otra vez…
– ?Te sientes bien? -interrumpio Andy.
– Me siento muy bien -Clay carraspeo-. Estas dos etapas son muy duras para las mujeres, pero la tercera es la mas peligrosa. De repente, se sienten euforicas. La libertad puede ser una droga potente despues de estar atada por los problemas mucho tiempo. De repente una mujer tiene prisa por cambiar, por demostrarse que sigue siendo atractiva, que puede divertirse y volver a vivir. Y esta muy bien… pero veo a muchas mujeres hacer cosas que no harian normalmente, cambiar demasiado deprisa, comportarse de un modo inusual, un poquito… raro.
– Muy interesante -dijo Andy gravemente.
Clay se paso una mano por el pelo.
– Oye, estoy intentando hablar contigo de Liz.
– ?De mi hermana?
Andy meneo la cabeza y solto una carcajada.
– Vamos, Clay. Conoces a Liz tan bien como yo. No estoy diciendo que no lo este pasando mal y ademas debe pensar que ha sido culpa suya. Pero tiene la cabeza sobre los hombros, como siempre.
– Si.
– Liz es tan normal como la tarta de manzana.
– Si.
– No es del tipo de mujer que hace locuras.
– Si -volvio a admitir Clay, pero penso: «No».
Deberia haber sabido que no tenia sentido hablar con Andy. Liz no dejaria jamas que su hermano viera algo mas que una dama decidida, de ojos brillantes y risa facil.
El Dallas fue ganando hasta pasadas las once. La fuente de palomitas estaba vacia y Liz seguia sin volver a casa. Clay miraba el reloj cada tres segundos y se esforzaba por dominar su inquietud. La habia evitado durante una semana. Los problemas de Liz no eran asunto suyo y estar cerca de ella siempre habia sido para el tan peligroso como la dinamita. Una dama elegante graduada «cum laude» no necesitaba un hombre de mala reputacion cerca de ella. ?Demonios! El habia acabado la secundaria a duras penas, aunque habia vivido mucho. No podia dejar de pensar en ella. Liz estaba en la etapa final del proceso de divorcio. Lo sabia. Lo habia visto cientos de veces. Nadie podia rehuir aquellas etapas. Asi era la verdad; era algo normal. Pero el no queria que Liz sufriera.
– ?Que diablos te pasa esta noche? -pregunto Andy finalmente-. Ni siquiera te has enterado del ultimo tanto.
– Si me he enterado.
No era verdad. Cuando sono la puerta principal, salto del sillon como si hubiera sufrido una descarga electrica, sin hacer caso de la mirada de su amigo. Ella se estaba quitando la chaqueta cuando aparecio en la puerta. El vio primero que no llevaba lapiz de labios… o quizas si lo habia llevado y la boca de un hombre lo habia borrado. Llevaba un sueter de angora rosa que destacaba sus pechos. La falda dejaba ver demasiada pierna. Sus mejillas mostraban el beso del aire frio. Si hubiera vuelto a casa desde el cine, habria estado palida.
– ?Donde has estado?
Las palabras surgieron antes de que el pudiera evitarlo. Liz acabo de quitarse la chaqueta y arqueo una ceja como respuesta. La sangre se habia acelerado en sus venas desde que habia visto el coche de Clay en el sendero. El la miraba furioso. Llevaba vaqueros y una sudadera usada. Liz hubiera deseado que fuera desnudo. Las bibliotecarias sensatas y recatadas no debian pensar cosas asi. Su busqueda de la sinceridad psicologica era como abrir la caja de Pandora. «Limitate a sentir, Liz», decia una vocecita en su cabeza.
– Por ahi -contesto, y se acerco a la fuente de palomitas dirigiendo una mirada furiosa a su hermano-. ?Como has podido comertelas todas?
– Clay se comio la mitad.
– Sois unos cochinos. Podiais haberme guardado unas pocas. ?El Dallas ha sobrevivido sin mi?
– No -dijo Andy sombriamente.
– ?Has salido con alguien que yo conozca?