Nunca habia conocido a una mujer mas sensual. Su aspecto, su tacto, todo. Se sentia a la vez a la defensiva y suspicaz sobre ese toque magico suyo. No lo entendia… como podia hacer sentir tanto a un hombre que ya no sentia.

Pero nada de eso podia empequenecer su fascinacion por ella.

Fox acepto que la cosa podria ser mas sencilla. Probablemente, cualquier hombre vivo responderia a sus masajes.

Ella se sobresalto de repente y, cuando vio que estaba despierto, dejo la taza sobre la mesa.

– ?Que hora es? -pregunto Fox.

– Casi las tres. No podia ser.

– ?Estas diciendo que llevo aqui todo el dia?

– Dormias tan profundamente que no he querido despertarte. Y no hacia falta, ademas. Hoy es sabado y no tengo pacientes.

– Te pagare por el tiempo que he estado aqui.

– Si, desde luego -asintio ella-. Pero si no te importa, me gustaria hacerte un par de preguntas.

– ?Que preguntas?

– Un masaje no deberia evitar los dolores de cabeza que tu tienes. Migranas como esas… es para los medicos. Es algo psicologico.

– Si, eso me han dicho.

– No tiene sentido. Que yo pueda ayudarte con los masajes… ?tienes idea de por que tienes esos dolores de cabeza?

Fox cerro los ojos un momento y volvio a abrirlos.

– Los medicos dijeron, despues de descartar un monton de razones patologicas, que los dolores de cabeza tenian que ser debidos al estres.

– El estres es lo mio.

– Por eso estoy aqui.

– Y te dije antes que tendriamos que organizar un programa. Lo redactare y te lo enviare a casa para que lo estudies con tu familia. Lo que estamos haciendo ahora es cerrar la puerta del establo cuando el caballo ya se ha escapado. Intentar controlar el dolor cuando ya te tiene prisionero es como intentar razonar con el enemigo cuando ya ha ganado la batalla. Lo que necesitas es controlar el dolor antes de que aparezca.

– Muy bien, de acuerdo.

– Eso es todo lo que yo puedo hacer, Fox. Ensenarte unas tecnicas para que controles el dolor antes de que aparezca. Tambien puedo ensenarte unos ejercicios para tener municion contra el dolor y para ayudarte a dormir mejor.

– Eso es una broma. Yo no duermo -suspiro el.

Y tampoco solia hablar tanto. Pero cuanto mas lo miraba ella con esos ojos azules, mas excitado se ponia. Y mas tonto.

Para volver a la realidad, intento incorporarse, pero Phoebe no se movio para ayudarlo. Tardo un siglo y eso lo enojo. Estaba harto de masajes y de todo.

– Fox, ?podrias contarme algo mas? Tu vida es asunto tuyo, lo se, pero me ayudaria saber que haces normalmente, que quieres hacer. Tus hermanos me han contado algo de tu vida, pero poco.

– ?Que te han contado?

– Que estuviste en el ejercito, que sufriste un accidente y te dieron la baja. Que solo vives en la casa de soltero temporalmente, hasta que estes recuperado.

– Por el momento, asi es.

– Muy bien, ?y el resto de la historia? ?Piensas seguir viviendo en Gold River? ?Piensas volver a trabajar y si es asi, que clase de trabajo? ?Que actividades fisicas sueles hacer a diario?

El se paso una mano por el pelo. Habia un olor raro en su pelo, en su cara, por todas partes. Ese olor a limon. No era exactamente femenino, pero no pegaba nada con unas piernas peludas y un torso lleno de cicatrices.

– Antes de alistarme en el ejercito era profesor de historia -suspiro-. Si, todo el mundo se sorprende. Mis hermanos eligieron dedicarse a los negocios, pero yo elegi otra cosa. El caso es que daba clases en un instituto, con chicos en plena pubertad, a cual mas bocazas, mas peleon. Dar clases era como jugar con dinamita. Probablemente, por eso me gustaba…

– ?Y piensas volver a dar clases?

– No -contesto el-. ?Tu tambien respondes preguntas o solo las haces?

Phoebe parpadeo.

– ?Que quieres saber?

– ?Por que vives en Gold River?

– Trabajo en el hospital. Me encantaba mi trabajo de fisioterapeuta, pero queria concentrarme en los ninos. Y queria ser independiente, tener mi propio negocio. Asi que empece a dar masajes infantiles. Y me gusta vivir aqui. Me gusta la gente, la ciudad, todo.

– ?Y eres de…?

– Asheville.

– ?Y el hombre?

– ?Que hombre?

– Te fuiste de Asheville por un hombre -dijo el entonces. Era una afirmacion, no una pregunta.

– Muy bien -sonrio Phoebe-. Veo que te encuentras mejor. Por yo tengo que ir a la compra, sacar a pasear a mis perros… y luego ir al cine, con mis amigas. Asi que te dejo solo para que te vistas. Enviare el programa de trabajo a tu casa. Estudialo y luego llamame cuando decidas si te apetece hacerlo…

Fox no sabia si iba a hacerlo. Pero cuando bajo de la camilla, se coloco la sabana estilo toga en la cintura, fue tras ella sin saber por que y le paso un brazo por la cintura.

Phoebe se volvio, sobresaltada.

Fox se sintio irritado por un momento. No era un sentimiento racional, solo la sensacion de que algo… no estaba bien. Primero se mostraba carinosa y luego, de repente, parecia a la defensiva.

Y habia algo… algo que no podria explicar. Algo que estaba pasando entre ellos… como cenizas que pudieran volverse carbones encendidos cuando se removian.

Y tenia la impresion de que Phoebe tambien sentia algo por el. Algo sexual. O quiza algo mas importante. Y eso no podia ser porque por ahora, y en el futuro inmediato, no estaba en condiciones de cuidar de nadie.

De modo que al hacer eso quiza habia querido asustarla. O molestarla.

A saber. Su cerebro llevaba meses sin funcionar apropiadamente.

Pero cuando la tomo por la cintura, cuando se volvio hacia el, cuando vio el brillo de sus ojos… supo que iba a besarla.

Sabia que el beso estaba llegando.

Y entonces…

Entonces lo hizo.

Beso aquella boca suave, generosa, sexy.

?Quien habria adivinado que seria una explosion? Quiza hacia tiempo que no la besaba nadie. A lo mejor estaba ovulando. A lo mejor le gustaba de verdad… bueno, esta ultima teoria no parecia muy creible. Los hombres Lockwood solian ser imanes para las mujeres, Fox incluido, pero el habia perdido esa habilidad al tener el cuerpo lleno de cicatrices.

Pero maldicion…

Ella lo encendia, aunque, no pudiera explicar por que.

Phoebe enredo los brazos en su cuello. Su boca se plego a la suya, moviendose, comunicandole su anhelo. Comunicandole deseo. De repente, sus pechos se aplastaban contra su torso…

La sabana en la que iba envuelto dejo de luchar contra la gravedad y cayo al suelo. Sabia que no podria estar de pie mucho tiempo, no solo por la pierna herida sino porque toda la sangre de su cuerpo estaba por debajo de la cintura.

Tomo su cara entre las manos, sujetandola mientras intentaba entender como un beso se habia convertido en el Armagedon. Le dio otro beso para descubrirlo, ya que el primero habia despertado tantas preguntas y contestado ninguna. Despues de un tercero, perdio la cabeza.

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