sabado, no tendrias clientes.

– Muy bien.

– ?Quieres decir que me aceptas como cliente?

– Si. Si llegamos a un acuerdo -dijo Phoebe, sentandose en la encimera-. Si quieres que te de masajes, mi idea es sentarnos para desarrollar un programa. No solo debo tratar los dolores de cabeza cuando te parten por la mitad porque entonces llegariamos demasiado tarde. Tienes que aprender ciertas tecnicas para hacer que desaparezcan.

– ?Que tecnicas? ?Que clase de programa?

– Quitate la ropa.

– ?Perdona?

– Estas en mi territorio, Fox. Metete detras de esa cortina y quitate la ropa… me da igual que te dejes los calzoncillos, pero quitate el resto de la ropa. Necesito dos minutos para colocar la sabana. Cuando salgas, tumbate en la camilla y tapate.

– Pero…

– Hazlo -le ordeno.

No iba a pensarlo. No iba a pensar ni como ni por que aceleraba su corazon. O en aquella estupida sensacion euforica que sentia estando a su lado.

Le habia costado ir alli, particularmente siendo un hombre que odiaba salir de su casa. Y aunque cuando llego no parecia sentir dolor, su expresion empezaba a cambiar por segundos.

Phoebe envio fuera a las perritas, desconecto el telefono, coloco una sabana sobre la camilla… pero era muy pequena, para ninos. Busco una grande y la metio en la secadora para calentarla un poco.

Unos minutos antes estaba preocupada por su propio aspecto, pero ya le daba igual. Impaciente, se hizo una coleta mientras pensaba que aceites iba a usar. Decidio que lo mejor seria un balsamo de limon, mejorana y calendula. Puso un CD y luego, estrategicamente, coloco varias toallitas pequenas para la zona del cuello, las rodillas y los rinones.

Entonces oyo toses detras de la cortina y penso que el pobre se habia desnudado y no sabia que hacer.

– Tumbate en la camilla. Voy a bajar las persianas para que no haya tanta luz. Puedes cubrirte con la sabana si tienes frio.

Habia usado su tono mas autoritario y contuvo el aliento un momento, pero Fox no dijo nada. Una vez en la camilla, Phoebe le puso una compresa en la frente. En el CD, musica clasica. Incluso a los bebes mas fieros parecia calmarlos esa musica.

Una vez detras de la camilla, se concentro en masajear sus sientes como un cirujano. Estaba trabajando. Daba igual quien fuera el paciente. No tenia nada que ver con el sexo, ni con analizar por que un hombre tan antipatico y tan obstinado hacia que su pulso se acelerase.

Era solo un hombre que estaba sufriendo y ella tenia que encontrar la forma de que dejara de sufrir.

Trabajo durante quince minutos, pero el dolor de cabeza era tan testarudo como el. Fox no parecia capaz de relajarse. Phoebe se inclino hacia delante, cerrando los ojos, sintiendo los latidos de su corazon, el calor de su piel, su dolor… Y seguia dando el masaje, en las sientes, los ojos, el craneo, el cuello, bajo la barbilla, la cara, en su cuero cabelludo.

Pasaron dos minutos. Luego cinco. Pasaron varios minutos mas hasta que el empezo a relajarse… y entonces era suyo. Su corazon se acelero. Nunca le pasaba eso con los ninos o con los pacientes mayores. El sentido del tacto era sensual y curativo y ella necesitaba ayudar a los demas. Pero no era sexual.

Y con el si lo era.

Cuando lo tocaba, no solo estaba evaluando como evitar el dolor, estaba sintiendo lo que el queria. Lo que le gustaba. Lo que lo emocionaba o excitaba.

Aunque el dolor empezaba a desaparecer, el no abrio los ojos. Phoebe se quedo parada, mirandolo. Fox no parecia querer dormir, seguramente creyendo que si se dejaba ir del todo, volveria el dolor.

– Solo quiero que sepas… no pienso casarme con nadie. Pero si lo hiciera, seria contigo.

– Si, si, eso es lo que dicen todos -replico Phoebe, pero su voz era un susurro.

El volvio a quedarse en silencio.

– Casi se me olvida. Me habias advertido sobre los hombres de tu vida.

No le habia advertido. Solo habia dicho lo que el estaba pensando porque era masajista, pero lo dejo pasar. Hasta que, por fin, se quedo dormido.

Phoebe vio como bajaba y subia su pecho, vio que no tenia el ceno arrugado, que sus hombros estaban relajados por completo.

Aquello debia de ser lo mas absurdo que le habia pasado en la vida. El tipo no la habia tocado en absoluto. Era ella la que estaba tocando. Sin embargo, la atraia mas que ningun otro hombre que hubiera conocido.

Daba miedo pensar que estaba perdiendo la cabeza tan joven.

Y mas miedo darse cuenta de que aquel sentimiento que experimentaba por Fox era un error.

Fox Lockwood era un hombre con mucho dinero y eso haria que mirase su profesion y a ella por encima del hombro; un hombre que no habia mostrado interes en ella. Un hombre tan inapropiado como Alan.

Un hombre que podria hacerle dano, temio, incluso mas dano que Alan.

Capitulo 4

Fox desperto, sobresaltado. Como siempre, estaba sonando.

En el sueno, un sol abrasador le quemaba la espalda. Durante meses se pregunto si ese sol habria vuelto loco a alguien. Pero el queria estar alli. Queria hacer aquello.

Los ultimos dias habia estado apartando escombros, intentando reconstruir una escuela. Esa fue la razon para que alistarse en el ejercito. En casa, no podia ensenarle historia a los ninos todos los dias y hablar de lo que significaba ser un heroe sin pensar que ya era hora de que el hiciera algo.

La otra razon eran los ninos. Tener la oportunidad de reconstruir hospitales y colegios le hacia pensar que esos ninos tendrian la oportunidad de vivir en un mundo mejor.

Y por eso precisamente no dudo en inclinarse cuando aquel nino se acerco. Fox le ofrecio una chocolatina, un yo-yo. Conocia el idioma, y por eso habia terminado alli. Y el nino de los grandes ojos castanos parecia hambriento y desesperado.

Que el nino llevara una bomba adosada al cuerpo no se le paso por la cabeza. Nunca. Ni por un segundo. Ni siquiera cuando estallo… y el salio volando, tijeras y trozos de metal clavados por todo su cuerpo. Y el nino, ese nino…

Y fue entonces cuando Fox desperto. Cuando siempre despertaba. Para entonces, estaba tan desorientado como un cura en un burdel.

Pero alli habia algo raro.

No estaba en el sofa de piel donde dormia siempre. Parecia estar sobre algo mullido, envuelto en una sabana. Todo era blanco a su alrededor, excepto una planta que habia en la ventana. Tambien habia una banera en medio de la habitacion y, en una esquina, bolsas de cemento y ladrillos. Ademas, olia a limon, a hierbas y a otro olor, algo que no podia identificar del todo, algo vago y fresco, floral…

Ella.

En cuanto volvio la cabeza vio a Phoebe. Como siempre, cada vez que despertaba de aquel sueno, el dolor de cabeza habia desaparecido por completo y sus sentidos estaban muy despiertos.

Tambien se dio cuenta entonces de que estaba desnudo bajo la sabana… y duro como una piedra. Solo con mirarla le pasaba eso.

Ella estaba sentada en una mecedora blanca. Todas las persianas de la habitacion estaban bajadas, pero entraba el sol por una rendija, solo para iluminarla, solo a ella. Sus piernas desnudas estaban sobre el brazo de la mecedora y eso fue suficiente para inspirar otro golpe de testosterona. Tenia los pies sucios y llevaba un pantalon corto.

En una mano tenia una taza, un libro en la otra. Vagamente recordaba que cuando llego llevaba una coleta, pero se habia soltado el pelo.

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