Ninguno de los dos va a pedirle nada.
– ?Por que? -preguntaron los dos hermanos a la vez.
– Porque no.
Y como le dolia la cabeza, se sintio perfectamente justificado para levantarse y meterse en la ducha, esperando que el agua caliente lo reanimase. No lo consiguio, pero salio de la ducha y se puso unos vaqueros y una camiseta limpia.
No iba a casa de Phoebe porque ella hubiera dicho que tenia que ir, sino porque tenia que verla. Aunque fuera una bruja y se metiera demasiado en su vida, la realidad era que nadie habia conseguido quitarle los dolores de cabeza como ella.
El problema era que tenian que hablar del precio de las sesiones para que lo suyo fuera solamente una relacion profesional. Y el otro problema era que ella… lo turbaba.
Fox cerro la puerta de su RX 330 de un portazo. Maldita mujer. ?Como podia saber tanto sobre el? ?Como podia afectarlo de esa forma? ?Que sabia ella?
Nada.
Era mandona, dominante. Y mona. Eso era un problema.
?Por que tenia que conseguir que desaparecieran sus dolores de cabeza? Habia cinco millones de pastillas, ?por que no funcionaba ninguna?
Tantos medicos, tantos fisioterapeutas y ninguno habia conseguido nada. Fox habia dejado de creer que nadie pudiera ayudarlo.
Diez minutos despues llego a su casa. A pesar de la falta de iluminacion, podia ver que el jardin necesitaba mano de obra. Y habia visto el interior. Al principio, la mezcla de colores lo echo para atras… hasta que la estudio detenidamente.
Lo de los colores era una buena idea. Uno se fijaba en las paredes y no en lo que faltaba en la casa, como muebles o cuadros.
A Fox no le importaba que no tuviera dinero para amueblar su casa, pero demonios, todo el mundo era un poco egoista, un poco avaricioso, ?por que no lo era ella?
En lugar de ganar dinero, se dedicaba a hacer pasteles para los vecinos, donaba su tiempo los fines de semana para clientes como el sin haber llegado a un acuerdo economico…
Esa clase de generosidad era un rasgo desagradable de su caracter. ?Quien podia vivir con una santa?
Fox llamo a la puerta con fuerza suficiente para despellejarse los nudillos y espero, bufando.
Y cuando Phoebe abrio la puerta, descalza, con un pijama de color verde claro de una tela que parecia de alfombra, tuvo que tragar saliva. Llevaba el pelo sujeto sobre la cabeza con una especie de pasador grande de madera. Habia una luz encendida en alguna parte que iluminaba su piel, dandole un aspecto suave, imposiblemente suave. Mas suave que la luz de la luna. Mas suave que los petalos de una flor. Mas suave que la plata.
Y luego se fijo en otras cosas, como su boca. Su boca lo excitaba… por no hablar de esos ojos azules.
Fox recordo entonces que estaba furioso.
– Esto no va a funcionar -dijo, a modo de saludo.
– Claro que va a funcionar.
Cuando el se dirigia a la sala de masajes, Phoebe lo detuvo.
– No, espera, vamos al salon.
– ?Por que?
– Porque no voy a darte un masaje. Vamos a hacernos unos ejercicios de relajacion. ?Donde te duele, por cierto? Se que esta vez no es un dolor de cabeza.
No lo habia preguntado, lo afirmaba. Otra cosa que lo sacaba de quicio. Aquella maldita mujer sabia cosas de el que ni el mismo sabia.
– Me duele el costado, pero no estoy aqui por eso. Has usado a mi familia contra mi…
– Si, es verdad.
– Eso es poco etico.
– Pero funciona, ?eh?
Fox no pensaba caer rendido ante aquella sonrisa.
– No vuelvas a hacerlo. Si tengo un problema, lo resolvere yo mismo. No me gusta involucrar ni a mi familia ni a nadie.
– No, claro, tu eres un hombre adulto. Pero en este caso, tu familia esta muy preocupada por ti, asi que tenemos que hacer algo. Puede que eso no te ayude a ti, pero al menos los ayuda a ellos. ?Que te parece?
– Si dices otra cosa sensata, me lio a punetazos con la pared. No hay nada mas irritante que una mujer que siempre tiene razon.
– He oido eso antes. Venga, vamos -dijo ella, senalando la alfombra-. Lo que quiero es que te sientes… como quieras, con las piernas cruzadas, con un cojin, tumbado, como te resulte mas comodo.
En cuanto lo hizo, las perritas se le subieron encima.
– Mop, Duster, al suelo.
Phoebe se puso de rodillas delante de el, ofreciendole una buena panoramica de su escote. La camiseta del pijama era ancha, pero escotada. ?Lo sabria ella? Fox se pregunto entonces si esconderia algo. Tambien se pregunto si alguna vez llevaba zapatos y como demonios habria encontrado una laca de unas color pistacho. Los dedos de sus pies eran tan monos…
– Fox.
– ?Perdon? No te habia oido.
– Ya veo.
– Phoebe, no he venido para hacer ejercicios. He venido para discutir sobre…
– Lo entiendo. No te caigo bien. No quieres estar aqui. Te molesta que haya podido quitarte el dolor de cabeza y no te gusta pedirle ayuda a nadie. Pero podemos hablar sobre todo eso mas tarde, ?no te parece? Ahora vamos a hacer los ejercicios. Dame la mano, Fox.
No estaba coqueteando con el. Seguro.
Pero por un segundo, por una milesima de segundo, una imagen aparecio en su cabeza.
El tocandola.
Ella deshaciendose.
El olvidandose de todo otra vez.
Naturalmente, esa era una fantasia absurda e intento apartarla de su mente… pero ya era demasiado tarde. La pelirroja habia vuelto a hacerlo. Lo obligo a tomar su mano, a cerrar los ojos y, sin que pudiera evitarlo, «Charlie» se puso duro como una piedra.
– Ahora no hables, no pienses. Relajate. Solo quiero que hagas una cosa, imaginar un lugar seguro. Un sitio donde nadie pueda hacerte dano. Donde no tengas miedo de nada.
– Phoebe, yo…
– No, no hables. Quiero que te concentres. ?Puedes inventar un lugar seguro? ?Imaginarlo? ?Un lugar donde nada ni nadie pueda hacerte dano?
– Si.
– Muy bien. Ten esa imagen en tu mente y explorala. Mira hacia arriba, hacia abajo. Huele ese sitio, intenta percibir los sonidos. ?Lo estas haciendo?
– Si.
– Quiero que sientas lo seguro que es ese sitio.
– Que si, que si, que lo estoy haciendo -dijo el, rascandose la rodilla.
– Nadie puede tocarte en ese sitio. Es solo tuyo, nadie puede entrar. Nadie sabe donde esta. Y nadie puede quitartelo.
Su voz parecia hipnotizarlo. Fox imaginaba un campo, una pradera con flores silvestres, la hierba moviendose con el viento. El sol, un pajaro cantando sobre un arbol, un cervatillo correteando… Era una escena bucolica. Nada de dolor. Por alguna absurda razon, no habia ningun dolor.
Entonces abrio los ojos y encontro a Phoebe frente a el, mirandolo, con una sonrisa en los labios, sus perritas tumbadas en el suelo, a su lado.
– Esto es mas que raro.