– ?Que es raro?

– Que no me duele nada.

– Genial.

– No lo entiendes. No me duele nada, ni siquiera el costado.

– Estupendo.

– Esto no tiene gracia, es imposible. ?Que me estas haciendo?

– Lo has hecho tu, Fox, no yo. El ejercicio no funcionara siempre, pero merece la pena intentarlo. Cada vez que sientas que empieza el dolor, haz el ejercicio, ve a tu lugar seguro.

– Eso es una estupidez.

– Mira, senor esceptico, sera una estupidez, pero funciona. Es psicologia pura. Cuando sientes algun dolor, tu cuerpo se tensa. Esos musculos y eso tendones tensos te causan mas dolor… pero si te sientes seguro, te relajas, tu presion arterial disminuye, los latidos del corazon se vuelven regulares. Cualquier ejercicio de relajacion te ayudaria de la misma forma.

Fox entendia lo que estaba diciendo. Pero habia dejado de creer en Santa Claus muchos anos antes.

Decidido a recuperar la cordura se quito la camiseta para mirarse el costado. Alli estaba, el fragmento de metal que llevaba horas intentando llegar a la superficie de su epidermis. El sabia bien que habia dolor y habia dolor. Aquel dolor no era terrible. Era apenas mencionable comparado con lo que habia sufrido. Pero era una molestia que no podia quitarse de la cabeza.

Phoebe contuvo el aliento.

– ?Que es eso? ?No lo toques, Fox! ?Es una herida abierta!

– La siento, pero… tenias razon, pelirroja. ?Quien podria creerlo? Ya casi no me duele.

– ?Quieres que te lo saque yo o prefieres llamar a un medico?

– Si tienes unas pinzas, puedo quitarmelo yo mismo.

Phoebe tenia pinzas y tenia un botiquin de primeros auxilios. Por supuesto.

Mientras ella reunia todo lo necesario, Fox le explico que asi era como funcionaba una bomba casera, que algunos pedazos de metralla aparecian en su epidermis de vez en cuando y era desconcertante y, algunas veces, asqueroso.

– No es asqueroso, Fox. Es una herida. ?Como es que nunca cuentan estas cosas en la CNN?

– Ni idea… ?Ay! ?Que haces?

– Estoy intentando quitarte esta cosa. ?Te hago dano?

Fox se olvido de todo, excepto de la melena roja que veia delante de su cara. Y entonces, de repente, Phoebe empezo a cantar el himno nacional.

– ?Horror! Que mal oido tienes.

– Fox, es una herida profunda. ?Seguro que no quieres ir al hospital?

– No. Puedo hacerlo yo solo.

– No puedes. Esta muy abajo -replico ella, que luego siguio cantando el himno.

– Si no dejas de cantar, me voy.

– ?Prometes no moverte?

– Prometere lo que sea. Lo jurare si no vuelves a cantar.

De repente, los dos se quedaron inmoviles. En algun sitio un grifo goteaba, las perritas estaban roncando, pero lo unico que Fox veia era su cara. Estaba mirandolo con… esa expresion. De compasion, de afecto. Y algo mas. Algo mas personal, mas intimo. Y, por un momento, se quedo sin respiracion.

– Se acabo, Fox.

– No se acabo -suspiro el-. Ocurre cada vez que estamos juntos. Cada vez que me miras. Cada vez que yo te miro…

– No, me refiero a que ya no…

– Maldita sea, Phoebe. Yo esperaba no volver a sentir nada durante el resto de mi vida. Y entonces apareciste tu.

– ?Fox, solo intento decir que he sacado el trozo de metralla!

Ah, el trozo de metralla.

Pero cuando volvio a mirarla a la cara, esa mirada de anhelo, de deseo seguia alli… tan real como la luz de la luna.

Tan real como el pulso que temblaba en su garganta. Tan real como sus labios entreabiertos.

Capitulo 6

Phoebe vio que iba a darle un beso y no un beso normal y corriente, no. Un beso tremendo. Pero no podia darle una bofetada. Despues de haber visto esas cicatrices, todas esas heridas tan de cerca… No podia hacerle dano. Era impensable.

Pero cuando su cuerpo se inclino hacia el, cuando sus labios se entreabrieron para el… no era exactamente porque quisiera un beso. Pero se daba cuenta de que su alma necesitaba curar mucho mas que su cuerpo.

Aunque, por supuesto, sabia que ella no podia curar el alma de nadie. Pero no podia ser tan mala como para rechazar a Fox.

Esa era su excusa para besarlo como si su vida dependiera de ello.

Ella no era una mujer lasciva, ni dejaba que sus sentidos dirigieran su vida. No era la clase de mujer que se olvida de la moral cuando un hombre le gusta. Phoebe no estaba preocupada por las insinuaciones que Alan habia hecho sobre su personalidad. Una y otra vez.

– No estas para esto -dijo en voz baja.

– Te aseguro que si -contesto el.

– No quiero hacerte dano, me da miedo tocarte…

– Phoebe, tu no podrias hacerme dano aunque quisieras -la interrumpio Fox, acariciando su pelo-. No pares. Ya pararemos mas tarde. No hare nada que tu no quieras hacer, te lo aseguro. Nunca. Pero deja que te bese un poco mas.

Si otro hombre hubiera dicho eso, Phoebe habria soltado una carcajada… pero Fox, maldito fuera, no era cualquier hombre.

Lo decia como si lo sintiera de verdad, como si de verdad creyera que iban a parar, que no estaba seduciendola. Y como creia que le estaba diciendo la verdad, su corazon volvio a latir como loco.

El habia cerrado su corazon a los sentimientos durante mucho tiempo y era muy importante que se abriera para ella. Si, era sexo, lo sabia, pero eso no significaba que no fuera importante para Fox. Aquel hombre estaba sufriendo y ella tenia que responder. Lo haria cualquiera en su situacion. Su corazon no tenia nada que ver. No, nada.

No del todo.

Quiza estaba enamorandose, penso. Quiza estaba ya tan enamorada que su corazon se iba a partir en dos, pero en aquel momento… Y aquel hombre sabia besar. Como lo habia besado antes, deberia haber recordado que era inflamable. Sabia lo potentes que eran esos labios. Pero aquella vez Fox tenia ideas nuevas. Metio la lengua en su boca y jugo con la suya, besandola de mil maneras diferentes.

Ella no le quito la camiseta y, sin embargo, de alguna forma, cayo al suelo. Phoebe habia jurado no volver a tocarlo, pero sus manos se deslizaban por su pecho, su espalda. Lo habia tocado antes, pero como masajista.

Ahora era diferente.

Ahora lo tocaba con las manos de una mujer, respiraba su aroma de hombre. Tocaba su estomago plano, los musculos, los tendones, la columna de su cuello, no para relajarlo sino para todo lo contrario.

Su piel olia vagamente a jabon y a sudor, pero esa mezcla era como un afrodisiaco para ella. Era el olor de un hombre encendido.

Y seguia besandola. La besaba en el cuello, en la garganta. Le quito la camiseta de un tiron y luego, poco a poco, una a una, las horquillas del pelo.

Mop de repente aparecio a su lado. Duster estaba roncando, pero Mop siempre parecia pensar que su amita

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