impresionante cantidad de herramientas en la mano. Las herramientas no eran un senuelo, en realidad. Despues de todo, tenia que hacerle una cascada.

Pero cuando levanto la mano para llamar a la puerta, oyo un llanto dentro de la casa.

El llanto de un nino. Y no un lloriqueo, sino un llanto terrible, como si lo estuvieran torturando.

Nadie podria estar torturando a un nino en casa de Phoebe si ella estaba viva, de modo que Fox se asusto. Si habia sufrido un accidente… Nervioso, empujo la puerta y entro a la carrera.

Encontro a Phoebe en la cocina, removiendo algo en una cacerola. Algo que olia a ajo y a romero.

Iba descalza, como casi siempre. Con una falda vaquera y una camiseta roja, estaba de espaldas, canturreando una cancion.

Era una escena maravillosa… si no fuera porque el nino que llevaba colgado al pecho lloraba como si lo estuvieran matando.

– Ah, hola -sonrio al verlo-. Un momento… hoy es miercoles, ?verdad? No tenias que venir hasta el viernes.

– No, pero…

– No pasa nada -lo interrumpio ella-. Entra, entra. El problema es que tengo a Manuel y no va a ser facil hacerlo callar.

No parecia preocupada por los gritos del nino, todo lo contrario. Aunque estaba cocinando, con una mano acariciaba la espalda del crio. Como ella habia dicho que se llamaba Manuel, Fox supo que era un chico. Pero habria sido imposible adivinarlo. Era calvo y tenia la cara arrugada y roja de tanto llorar.

– Manuel es de Chicago.

– ?Y como te traen un nino de tan lejos?

– Normalmente no es asi… pero tengo contactos con diferentes agencias de adopcion de todo el pais. Todas tienen el mismo problema: no saben que hacer con un nino abandonado que no ha tenido ni cuidados ni carino - contesto Phoebe, levantando el cucharon de madera para que Fox probase la salsa-. ?Mas sal?

– No, esta perfecta.

– Yo creo que necesita algo. Quiza un poco mas de ajo… En fin, el caso es que Manuel solo estara dos dias conmigo.

– ?Y en dos dias puedes hacer algo?

– Si y no. Estar con un nino, acariciarlo, siempre es importante. Es un comienzo, desde luego.

– ?Seguro que no esta enfermo?

– No, no.

– ?Y no tiene hambre, no le duele nada?

– Nada -sonrio Phoebe-. Se que suena extrano, pero asi es. Su madre era drogadicta, asi que este pequenajo ya llego al mundo sufriendo como un condenado. Paso por el sindrome de abstinencia…

– ?Que?

– Los hijos de mujeres drogadictas sufren el mono, como ellas. Ademas, esta furioso. Y hay que ayudarlo.

Si, desde luego. Aunque Fox no entendia como Phoebe podia mantener una conversacion mientras el nino lloraba y lloraba de esa forma.

Pero una cosa estaba clara: el plan de hablar sobre su problema y luego hacer el amor se habia ido a la porra.

Entonces se dio cuenta de algo: estaba enamorado de Phoebe. Y no solo porque las posibilidades de hacer el amor con ella en el futuro inmediato hubieran sido aniquiladas.

Descalza, cuidando de aquel pobre nino, haciendo la comida, con aquella cocina pintada de colores… y alli estaba. Aquella abrumadora emocion que lo embargaba, cuando habria podido jurar que ya nunca seria capaz de sentir. Pero solo con mirarla sentia como si estuviera en el cielo, emocionado de estar con ella en la misma habitacion.

– ?Has venido por alguna razon en especial?

– Si, pensaba empezar con la cascada. Si no tenias ningun otro paciente hoy.

– Ah, que bien. Hoy solo tengo a Manuel, asi que la sala de masajes esta libre.

– ?Y no lo molestara que haga ruido?

– Todo lo molesta -suspiro Phoebe, acariciando la cabeza del bebe-. Pero da igual. Lo mejor para el es que viva una vida normal… asi sabra que estara protegido pase lo que pase a su alrededor. Venga, al tajo.

Fox obedecio.

Afortunadamente, su hermano Ben era constructor y le habia solucionado todo el asunto de las licencias. Y afortunadamente tambien su madre habia criado tres hijos muy trabajadores. Porque alli habia mucho trabajo.

Primero se encargaria de las canerias y luego haria lo mas facil: poner el cemento, el yeso, los baldosines. Mucho peso, mucho trabajo… al menos para un hombre que no podia doblar la espalda sin lanzar un gemido de dolor. Iba a tardar horas y horas en construir aquella cascada.

Pero era para Phoebe… que valoraba algo sensual y precioso mucho mas que algo practico. Y era una forma de pagarle todo lo que hacia por el. Ademas, en su opinion la gente se aprovechaba de ella y ya era hora de que alguien le hiciera un regalo.

No se dio cuenta de que se habia acostumbrado al llanto del nino hasta que se percato de que la casa estaba en completo silencio. Entonces se levanto y corrio a la cocina para averiguar que estaba pasando.

Phoebe no estaba en la cocina, sino en una habitacion pintada de color verde menta, una especie de vestidor convertido en despacho. Estaba sentada a la mesa, mirando unos papeles mientras el nino dormia placidamente.

– ?Se ha quedado dormido?

– No durara mucho. Pero si, esta durmiendo.

– ?Crees que estara asi mas de cinco minutos? -pregunto Fox.

– No tengo ni idea. Cuando un nino nace con el sindrome de abstinencia, uno de sus problemas es que no puede dormir. Este pequenajo ya ha pasado por eso… pero parece estar furioso todo el tiempo. Nadie le ha dado una razon para vivir, ya sabes.

– Si, lo se muy bien.

Phoebe lo miro entonces con la cabeza ladeada. Cuando abrio la boca Fox supo que iba a empezar a hacer preguntas, de modo que se dio la vuelta.

Media hora despues, volvio a oir el llanto del nino, seguido de la voz paciente y tranquilizadora de Phoebe, que se acercaba por el pasillo.

– ?Te importa si lo bano aqui, Fox?

– No, claro que no.

Entonces volvio a ver el rostro del nino de su pesadilla, el nino al que se acerco, el nino al que intento demostrar que habia gente en la que se podia confiar, que queria ayudarlo.

Toda su familia, todos sus amigos estuvieron en contra cuando se alisto como voluntario en el ejercito. Decian que era una locura para un hombre que odiaba las armas, pero no lo entendian. Era cierto, el odiaba las armas. Y adoraba a los ninos. Si la gente no ayudaba a los ninos, si no se arriesgaban por ellos, ?como iban a tener una oportunidad? ?Como iban a cambiar el mundo?

Cada vez que su mente se metia por esos callejones oscuros, Fox se hundia como una piedra. Podia sentir la angustia, la oscuridad de la que intentaba salir cada dia desde que volvio…

Pero alli estaba Phoebe, llenando la banera, metiendo al nino y… metiendose luego ella misma.

Fox la miro, boquiabierto.

No estaba desnuda. Llevaba una camiseta y una especie de calzoncillos. Pero no habia esperado que se metiera en la banera. El crio dejo de llorar inmediatamente, quiza por la sorpresa o porque le gustaba el agua calentita. A saber.

– Ah, ya veo que el agua es tu talon de Aquiles, Manuel. Y si hemos encontrado lo que te gusta, renacuajo, vamos a mojarnos mucho…

Por fin, Fox entendio lo que estaba haciendo. Manuel, tumbado sobre su barriguita sonreia, feliz, sintiendo la seguridad de las manos de Phoebe, los latidos de su corazon.

Y su pulso se acelero de repente.

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